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Aplicación de la teoría de los juegos para la comprensión del uso geopolítico del petróleo, en la definición de la política exterior de Venezuela durante el gobierno de Hugo Chávez de 2000-2006; Por Guillermo Martínez Vílchez

 

INTRODUCCIÓN:

 

En el marco de la evolución histórica del sistema político venezolano, el petróleo se ha convertido en un variable fundamental, al punto de que no es posible comprender el desarrollo social, político y cultural de la sociedad venezolana sin considerar el papel que ha desempeñado este vital recurso en la evolución económica del país y su influencia en configuración de las relaciones políticas dentro y fuera del sistema.


 

En este marco, el petróleo se ha considerado una pieza clave bajo el enfoque geopolítico, como campo del saber que se enfoca en la construcción de análisis que toman en cuenta la vida e historia de los Estados, considerando su posición geográfica y la disponibilidad de recursos estratégicos con los que cuentan; y que al final termina determinando el potencial de poder que puede ejercer el Estado venezolano en la configuración de la política internacional.

 

            En este sentido, con base en el petróleo las relaciones que Venezuela ha podido construir en la arena internacional, se pudiera demostrar la configuración de determinados comportamientos que plantearon esquemas de cooperación con algunos actores, particularmente en la zona del Caribe durante el Gobierno del ex presidente Hugo Chávez comprendido entre los años 2000 y 2006; actuación que supuso una poderosa proyección para Venezuela y que posicionó nuevos temas en la agenda deliberativa internacional.

 

Justamente, sobre la base de estos supuestos es que sale a relucir la teoría de los juegos, como constructo teórico que ha adquirido un valor explicativo en los procesos de toma de decisiones en la gestión pública (Barrgán, 1989) para dar razón de determinados fenómenos que ocurren en la realidad y que permiten dar cuenta de determinados comportamientos sociales, y que ahora nos sirve para comprender determinadas actuaciones que fueron llevadas a cabo por el Estado venezolano como actor internacional, particularmente en razón del rol protagónico que asumió en la época y que a través de la formación de la política exterior mostró una conducta que rompió esquemas y transformó algunos paradigmas que se disponían apoyándose en la cooperación y la solidaridad internacional.




 


 Es por ello que en la línea de la reflexión argumentativa, la aplicación de la teoría de los juegos para comprender estas actuaciones se hará a través del uso pedagógico del dilema del prisionero, tradicionalmente considerado como un juego no competitivo, no-cooperativo, para dar cuenta que la lógica del Estado venezolano durante la época.  El núcleo fundamental del dilema del prisionero es que muestra que la racionalidad individual conduce a los jugadores en una determinada situación social a un resultado menos favorable frente a otro resultado posible. Se trata de un modelo ideal donde se pueden ver reflejadas determinadas situaciones de la vida cotidiana en donde se logra demostrar que muchas veces la búsqueda de los intereses propios provoca pérdidas, cuando el haber podido establecer un lazo de cooperación mutua concede mayores ganancias (Axelrod, s/f).

 

En esta línea, se trata de hacer uso de un modelo conceptual que goza de un extraordinario valor descriptivo y normativo (Barragán,1989); una distinción clave para la investigación y que resulta trascendental mencionar. Cuando se haga mención al dilema del prisionero como modelo descriptivo, se tiene que decir que se trata de una herramienta que permite comprender y descifrar las estructuras que subyacen a determinados modelos de relaciones y que permiten la elaboración de categorías y prever comportamientos en el futuro. A partir de lo cual se puede decir que el dilema del prisionero como modelo descriptivo hace referencia a la comprensión del comportamiento de los jugadores como sujetos racionales, pero desde una metodología de análisis que concede un peso trascendental a los conceptos y métodos de tipo lógicos y matemáticos (Barragan,1989).

 

No obstante, cuando se hace uso del dilema del prisionero como modelo normativo adquiere un papel relevante en la Ciencia Política, para comprender los procesos de toma de decisiones en el ámbito público. Básicamente se trata de una herramienta conceptual que sitúa el análisis no en el ámbito lógico- matemático sino en la dimensión de los valores. Entonces, la interpretación normativa del dilema del prisionero se inclina a favor de la utilización de los métodos de la crítica filosófica, lo que hace que se privilegien los comportamientos cooperativos en tanto se concede relevancia a una nueva concepción de la racionalidad, como impulso que mueve a la búsqueda, no de beneficios individuales, sino en la perspectiva de una utilidad social.

 

Sobre la base de la anterior consideración, tomando en cuenta que el planteamiento medular reposa sobre la comprensión del papel del petróleo para Venezuela en la definición de su política exterior durante los años 2000 y 2006 en el Gobierno de Hugo Chávez, es necesario señalar que se hará uso del modelo normativo del dilema del prisionero, donde los actores centrales del análisis serán los Estados que integran la región caribeña, y que gozan de protagonismo en el sistema político internacional en el periodo temporal delimitado.

 

Por su parte, el propósito de la investigación es determinar el objetivo que movía el Gobierno venezolano de hacer un uso de este recurso en la arena internacional, considerando las diversas hipótesis desglosadas por diversas investigaciones que refieren que los objetivos fueron encausados en función de lograr un mayor posicionamiento, ganar influencia desde una perspectiva geopolítica; hasta geoeconómica, sobre una plataforma cimentada en esquemas de cooperación.

 

En efecto, desde el punto de vista del realismo político como modelo de análisis para la comprensión de los comportamientos de los Estados, en tanto actores en la arena internacional, el elemento relevante en la definición de la política exterior es siempre la preservación del interés nacional, sobre cualquier otra cosa en el sentido en que se parte de una noción egoísta y conflictiva que subyace a todas las relaciones sociales y que ve con dificultad poder velar por el bienestar colectivo sin hacer sacrificios. Al menos, son esas ideas las que resaltan autores como Hans Morgenthau, y que han sido vistos con suma complacencia por pensadores e investigadores de las Relaciones Internacionales.  

 

Sin embargo, esta lógica de acción no debería ser asumida como determinante o una verdad absoluta, en el sentido en que también se piensa que son otros los motores que también pueden orientar la formación de las políticas de los Estados y que le pueden otorgar mayores réditos en la arena internacional. En este sentido, resultan convenientes las reflexiones introducidas por Robert Axelrod, quien se ha destacado en el campo de la formulación de políticas públicas por pensar la idea de la cooperación y las dificultades que un modelo de interacción de esta naturaleza plantea, en el marco de un mundo que parecer sobrepone el egoísmo sobre otros valores.

 

Justo estas dificultades condujeron a Axelrod a formular el siguiente planteamiento, que suscribimos:

 

¿En qué condiciones surgirá la cooperación en un mundo de egoístas sin autoridad central? Esta pregunta ha intrigado a la gente durante largo tiempo y por una buena razón. Todos sabemos que los humanos no somos ángeles y que solemos ver primero por nosotros y por lo nuestro. Sin embargo, también sabemos que la cooperación existe y que nuestra civilización se basa en ella. No obstante, en las situaciones donde cada individuo tiene un incentivo egoísta, ¿cómo puede llegar a desarrollarse la cooperación? (Axelrod,2012:1)

 

 

Justo, parte de estos planteamientos tratarán de ser profundizados y respondidos en las próximas secciones. No obstante, entre los elementos argumentales que se deberán tener presente de entrada tienen que ver con que una prominente teoría de la cooperación refiere que este modelo de interacciones basado en el interés individual surge naturalmente entre jugadores.

 

No obstante, el análisis requiere una indagación más profunda para dar con la explicación que facilite un esquema de entendimiento que pueda dar razones del por qué el Gobierno venezolano deseaba consolidar una estrategia de cooperación; que se pudo ver reflejada en proyectos como el encarnado por PETROCARIBE, que revolucionó los esquemas de integración en materia energética, social y humanitario para la época y la configuración de las reglas en el escenario regional, que se pudo traducir en desarrollo y una nueva configuración de la distribución de las riquezas.

 

 Aunque la evidencia sugerirá que el modelo de interacciones entre los distintos actores (Estados) en la arena internacional se caracterizará por establecer patrones de acción sustentados en esquemas que consideren tanto la cooperación, como el conflicto,  una dinámica común de naturaleza mixta, en donde no siempre la prevalencia de alguno de ellos realmente suponga la exclusión definitiva del otro; pero donde también la definición de las reglas del juego en la dinámica petrolera pasarán a convertirse en igual modo en un aspecto relevante,  que es necesario problematizar.

 

Esto es: apoyándose en las consideraciones desarrolladas en los acápites previos, y las reflexiones desarrolladas a lo largo de las lecciones desarrolladas en el seminario sobre Intereses y Juegos en la Formación de las Políticas Públicas resulta de interés saber entonces ¿cuáles fueron las principales motivaciones que movieron al Estado venezolano para la formulación de reglas que definieron la dinámica petrolera venezolana para la época? ¿acaso la dinámica petrolera pretendía transformar esas reglas y con ello la lógica de las características de los modelos de los juegos tradicionales, generando determinados elementos de naturaleza política en la configuración de una estrategia estrictamente cooperativa o que apuntaba a unos intereses específicos? ¿Cuál podría haber sido la reacción esperada de los actores involucrados en la dinámica ante esta tendencia? A partir de lo cual habría que analizar si existía una línea de acción que consideraba como necesidad el planteamiento de nuevos acuerdos tácitos por parte de tales actores, o por un motivo de supervivencia se tenían que plegar a las reglas existentes.

 

El propósito de la investigación es demostrar la aplicabilidad de la teoría de los juegos en la definición de las relaciones entre algunos Estados y Venezuela y su influencia en la construcción de esquemas de cooperación. En este orden, más que poder desarrollar un análisis económico, el objetivo es poder indagar acerca del uso político que se que se hizo del petróleo en el sistema político venezolano, para la configuración de relaciones estratégicas, apoyadas en la cooperación y la negociación; elementos que se pasarán a desarrollar de seguida.


1.    LA CONFIGURACIÓN DE LA POLÍTICA EXTERIOR DE LOS ESTADOS EN LA ARENA POLÍTICA INTERNACIONAL ¿UN IMPULSO EGOÍSTA O COOPERATIVO?

 

El fundamento de las reflexiones en torno al Estado en las relaciones internacionales parte por considerar el egoísmo como el principal motor en la definición de la política exterior, conclusión proveniente de una vasta reflexión que tiene su historia.

 

En un primer momento se debe señalar que la visión antropológica del hombre por mucho tiempo llegó a configurar la visión de la política en la historia de la humanidad. Al respecto, nos comenta Harto de Vera (2005) en su texto “Ciencia Política y Teoría Política Contemporáneas: Una relación problemática” que, desde un principio, cuando la reflexión sobre la Política se hacía desde la artesanía intelectual las teorías eran proclives a extraer enunciados normativos de la naturaleza humana, a partir de su propia concepción antropológica.

 

En esta línea, el profesor Manuel García-Pelayo (2014)[1] nos refiere cómo las dos imágenes de la política más destacadas por el pensamiento filosófico, que han oscilado entre la idea de la tensión, la lucha y el conflicto, que constituye el momento polémico, y la noción de orden o paz (el momento estático) lo que han expresado de fondo es el conflicto histórico entre la visión contrapuesta de la naturaleza humana: (A)La primera, que considera que “el hombre es radicalmente malo, torpe e insociable, cuyo caso la existencia transcurre en la rebeldía contra todo orden, sólo limitada por un poder más fuerte”(p.6); frente a (B) otra visión que considera que “el hombre es esencialmente bueno, inteligente y sociable, aunque las circunstancias históricas lo hayan hecho transitoriamente malo y, entonces, una vez superadas estas circunstancias, su existencia transcurrirá naturalmente por las vías pacíficas”(p.6).

 

 Justamente esta visión antropológica es la que ha condicionado la Teoría del Estado en la concepción de sus planteamientos acerca de la necesidad de asegurar su justificación como máxima entidad garante del orden en la sociedad. Al respecto, resulta conveniente presentar parte de la reflexión que expone  Pedro Guevara (1997) en su texto “el Estado vs. Democracia”[2], en el apartado en donde contrapone “la concepción antropológica y sociológica pesimista vs. La concepción antropológica y sociológica optimista”.

 

Así, de acuerdo con Guevara la concepción del Estado relativa a la naturaleza humana es pesimista en cuanto asume que sus rasgos inherentes, tales como el egoísmo, la insaciable ambición de poder y la maldad en general, nunca dejarán de estar presentes. En este marco, el autor establecerá una distinción esencial entre lo que considera “pesimismo radical” vs. “pesimismo racional o prudencial”.

Con relación al primero de ellos, (el pesimismo radical) se debe tener presente que este planteamiento sostiene que “el hombre es esencialmente un ser perverso, y su tendencia al mal se manifestará cada vez que tenga oportunidad, ya que, como diría Maquiavelo ´Los hombres son ingratos, volubles, disimulados (…) temen menos el ofender al que se hace amar que el que se hace temer, porque el amor no se tiene por el sólo vínculo de gratitud, que en atención a la perversidad humana toda ocasión de interés personal llega a romper; en tanto que el temor del príncipe se mantiene siempre con el del castigo, que nunca abandona a los hombres”(Maquiavelo, 1970:82-83)

 

Particularmente, se pudiera decir que se trata de la visión filosófica posicionada por Thomas Hobbes en la teoría política, máximamente presentada en su obra Opus Magnum El Leviatán según la cual el hombre es el lobo del hombre, y la tendencia previa a la conformación del Estado era la prevalencia del estado de naturaleza, en una lucha “de todos contra todos””. En este marco, prevalece una visión estatista, conforme a la cual, la sociedad dejada a su libre albedrío, tiende inevitablemente al desorden y al conflicto, pues ella es ámbito de los intereses privados que cada quien trata de satisfacer en desmedro de los demás.[3]

 

Ahora bien, con relación al “pesimismo racional o prudencial” Guevara refiere que esta postura sostiene que “el hombre es capaz de acciones buenas y solidarias”, pero en la medida en que estas no son permanentes, se hace necesario regularlas como algo tendiente a lo malo, particularmente cuando se encuentra en juego la seguridad del Estado. En razón de lo cual, se puede decir que el efecto lógico de ese “pesimismo antropológico” es la consideración que refiere que las tendencias inherentes a la naturaleza humana sólo pueden controlarse mediante la “coerción”.

 

Es decir, como una consecuencia de la visión pesimista de la naturaleza humana, la sociedad es concebida como un producto de la necesaria intervención de un ente con poder coercitivo de tal magnitud que sea capaz de reprimir los intereses particulares desbordados, e imponer un orden de convivencia beneficioso para todos. De esta manera, señala Guevara (1997) la sociedad nace sólo cuando es posible el sometimiento de las tendencias egoístas y disgregadoras de la naturaleza humana.

 

 Ahora bien, resulta conveniente advertir que también otra tendencia en el campo de la teoría política ha convenido en considerar el lado “optimista del ser humano”. En este sentido, según Guevara también se puede identificar un “optimismo radical”, frente a un “optimismo prudencial”.

 

Con relación al primero (el optimismo radical) se trata de la concepción que llega a plantear Jean-Jacques Rousseau[4], quien sostuvo que la naturaleza humana es esencialmente buena y sociable. Mientras que el optimismo prudencial será aquella concepción que acepta las condiciones negativas en los individuos junto a las condiciones positivas, pero que, en todo caso, aquéllas pueden ser controladas a través de procedimientos no coercitivos.

 

Esta postura conceptual de la naturaleza humana parte de la posibilidad de construir un orden social sin la intervención de un extraño a ella misma. De acuerdo con Guevara, se fundamenta en la creencia en que la convivencia humana es posible sin recurrir a la imposición coercitiva. Resultado de la racionalidad y sociabilidad propios de su naturaleza, el hombre es capaz de dominar sus impulsos egoístas en aras de la convivencia pacífica.

 

En función a esta consideración, el hombre puede trascender su individualidad en un orden representativo de los intereses generales, al percatarse racionalmente de que sin la existencia de ese orden no es posible su propia existencia ni la realización de sus intereses particulares. De esta manera, para esta concepción es descartada la coerción como mecanismo para alcanzar el orden en tanto que existe el interés y la creencia en normas y valores.

 

1.1 El realismo político, la formación de la política exterior y el interés nacional:

 

Los elementos descritos previamente son necesarios para comprender los paradigmas que han dominado las tradiciones del pensamiento en las que se apoya el proceso de formación de las políticas exteriores de los Estados. Al respecto, la realpolitik se posiciona como una de las escuelas intelectuales más prominentes de la disciplina, que intentan dar cuenta del comportamiento de los países en la arena internacional y que surge durante los albores de la Guerra Fría, cuando resultan severamente cuestionados los grandes postulados y valores jurídicos-normativos que aseguraban en cierto modo el orden de la época.

 

En este orden, es necesario traer las apreciaciones que presenta Esther Barbé en su texto sobre “Relaciones Internacionales”, quien plantea que el realismo político surge como un paradigma que se enfrenta a la perspectiva del mundo que refiere que es posible el establecimiento de relaciones armónicas entre los distintos actores en la arena internacional, o que es posible la construcción de una seguridad colectiva. Justo para la realpolitik el enfoque ideal que se describe no se ajustaba a las condiciones efectivas del entorno internacional, además que colocaba en riesgo la seguridad nacional de los Estados (Barbé,2003).

 

En este orden de ideas, resulta trascendental mencionar que uno de los autores que ejercerán mayor influencia en esta escuela del pensamiento que busca dar cuanta de la formación de la política exterior será Hans J. Morgenthau; un destacado pensador de las Relaciones Internacionales que se adscribe a la tradición hobbesiana de la Teoría Política[5] a la cual llegamos a hacer referencia en otros apartados y que se destacará en la disciplina por la formulación de unos principios, que posteriormente serán asumidos como un credo por algunas Administraciones; particularmente la norteamericana, y que ejercerá influencia contundente en la configuración del poder en la arena internacional.

 

En términos generales, se puede decir que el realismo político es un enfoque tradicional y pragmático que se asumió como el marco de acción a la que tenía que ajustarse el proceso de formación de la política exterior. En esta línea, se trata de una perspectiva que concibe como la unidad básica del análisis al Estado, que se interpreta como un actor unitario y racional. Y justo esa racionalidad se manifiesta en la tendencia a intentar buscar maximizar su poder (Barbé, 2003).

 

Básicamente, para esta tradición del pensamiento el problema central que se debe resolver es el referido a la seguridad nacional, en tanto que el Estado como actor racional se desenvuelve en el marco de un entorno profundamente hostil. Precisamente por ello es que se suele utilizar una metáfora para representar el valor de esta corriente de interpretación, que se manifiesta en la idea de “las bolas de billar”[6] tratando de hacer el símil de la dinámica de los Estados como entidades unitarias, que se enfrentan entre sí constantemente. En este sentido, se apela a una interpretación de la realidad en la cual no es posible concebir la idea de una comunidad, sino en donde más bien prevalece un entorno de aguda anarquía y en el que es dificultoso el ajuste a reglas determinadas; lo que ha hecho suponer que la arena internacional pueda ser interpretada como un estado de naturaleza.

 

Hans Morguenthau (1990) ha plasmado sus ideales en un texto clave titulado “Otro gran debate: El interés nacional de los Estados Unidos”, donde intenta aclarar los elementos fundamentales que deben caracterizar la política exterior americana y que forman parte de la “esencialidad” de la política en general. En esta línea, se enfoca en indagar acerca de un concepto relevante como lo es el de “interés nacional”, que se convierte en trascendental y en la guía de la acción política.

 

Al respecto, el autor subraya que las posturas que se han enfrentado al realismo sostienen que el concepto de interés nacional no puede ser aceptado como criterio definidor de la acción política, particularmente cuando es sujeto de malas interpretaciones que lo confunden con otras nociones como las de “imperialismo” o “nacionalismo a ultranza”; observaciones que tienen sus razones de ser, pero que no le restan valor argumentativo al concepto (Morguenthau, 1990).

 

En este orden, Morguenthau (1990) sostiene que al hablar del concepto de interés nacional se debe hacer referencia obligatoria a la idea de “entidad física, política y cultural” que es la nación. De esta forma, ante un entorno donde la cantidad de Estados soberanos se enfrentan en un espacio de competición y luchan por la conquista del poder, la política exterior de cada uno de estos actores requieren enfocarse en asegurar “la supervivencia” como elemento trascendental para su bienestar y existencia. Motivo por el cual una máxima a considerar en el comportamiento de los países deberá ser conservar, por sobre manera, su estructura física, política y cultural ante la amenaza y el riesgo latente de las demás naciones que la rodean.

 

Justamente, esta concepción ha sido criticada porque concede preponderancia a la figura del Estado nacional, por sobre cualquier otro actor, al momento de concebir la idea de la política, y también porque convierte al interés nacional como el elemento exclusivo, sin el cual se puede comprender la acción política. No obstante, Morguenthau (1990) se esfuerza por esclarecer en que ello no es del todo así, sino que se deben tener presentes algunos aspectos de la idea del interés en tanto se convierte en “la esencia de la política”, lo que hace que se trate de un aspecto que sobrepasa las barreras del tiempo y espacio de las formas de organización humana conocidas.

 

En esta línea, Morguenthau (1990) para otorgar mayor peso a sus razonamientos hace referencia a dos pensadores que son referencia histórica en esta tradición del pensamiento político y que otorgan validez argumentativa a las aseveraciones previamente dispuestas. En primer lugar, hace mención a una reflexión formulada por el filósofo político Tucidides, quien en su experiencia en la Antigua Grecia, llegaba a la conclusión de que “la identidad de intereses es el vínculo más seguro entre estados o entre individuos”; con lo cual daba a comprender en que sólo en función a la semejanzas de objetivos parecidos es que se podían establecer lazos de acercamiento entre las naciones, lejos de considerar cualquier otro aspecto que pudiera referir el enfoque idealista. Una noción que al final de cuentas sería retomada también por Lord Salisbury, pero en el siglo XIX, cuando formula la declaración que refiere que “el único vínculo que perdura…es la ausencia de intereses enfrentados”; con lo cual nuevamente remitía la posibilidad a interpretar el entendimiento o las buenas relaciones entre las naciones, siempre que no hubiese algún tipo de coalición con sus propósitos individuales.

 

El valor teórico que se puede deducir de estos razonamientos centrales del autor es que permite dilucidar que el debate se orienta en poder descubrir la verdadera naturaleza de la política; y que desde esta óptica se reduce a concebirla desde una batalla entre los intereses reales que subyacen a la acción política, frente a las ideas abstractas que se formulan desde otras escuelas del pensamiento, que se enfocan en estudiar el comportamiento de los Estados en el escenario internacional. No obstante, sobre la base de estos supuestos, Morguenthau señalará muy tajantemente en que la relación entre la política y el interés es un vínculo permanente, mientras que el vínculo entre el interés y el Estado será el resultado de unas condiciones históricas, que resultan convenientes saber interpretar.

 

De este modo, el interés nacional se convertirá en un asunto que no se podrá descartar de la reflexión sobre la las Relaciones Internacionales y la configuración de la política exterior de los Estados. En razón por lo cual la noción de supervivencia de una unidad política se convierte en el aspecto trascendental y en el mínimo irreductible que hay que asegurar. Aunque también se deberá considerar, que el interés nacional se compondrá de unos elementos variables que se encontrarán sujetos a las presiones que puedan llegar a ejercer algunos grupos sectoriales en la búsqueda de algún redito en particular. Pero ello no querrá decir que vaya a ser la expresión o suma conjunta de todos ellos. En todo caso podrá ser considerado el mínimo común denominador que condensará parte de estas aspiraciones sectoriales y del interés nacional en general, como supra idea a valorar. Entonces, se trata de un enfoque que refiere que el interés nacional deberá prevalecer sobre los intereses no nacionales (Morguenthau,1990).

 

Al final de cuentas, el paradigma del realismo político considera el conflicto como elemento esencial y que no puede descartarse si se tiene en cuenta que la política exterior se configura sobre la base de una lucha por el poder. Un planteamiento que es muy bien esbozado en las siguientes palabras:

 

El concepto de interés nacional no presupone ni un mundo naturalmente pacífico y armonioso ni la inevitabilidad de la guerra, como consecuencia de la persecución de intereses naturales por parte de todas las naciones. Supone, por el contrario, un continuo conflicto y amenaza de guerra, que habrá de ser minimizado mediante el continuo ajuste de los intereses en conflicto a través de la acción diplomática (Morguenthau,1990: 99-109).

 

Precisamente, todos los planteamientos previos permitieron que Hans Morguenthau (1986) se convirtiera en una referencia fundamental en el campo de las Relaciones Internaciones. La relevancia de este autor llegó, incluso, a ser expresada por medio de un conjunto de principios que llegaron a asumir el estatus de “credo” y que se convirtió en parte de la esencialidad de un enfoque de estudio incorporado por un sector importante de pensadores e investigadores, y que al sol de hoy se toma como perspectiva de análisis para comprender la realidad y la dinámica política internacional, los cuales resulta mencionar en las líneas que siguen:

 

  • 1.    La política, al igual que toda la sociedad, obedece a leyes objetivas que arraigan en la naturaleza humana. Justo este elemento hace que el autor sostenga que la política puede establecer una separación entre la opinión y la verdad, lo que permite la construcción de una teoría que se sustente en hechos verificables, a partir de donde adquiere sentido la concepción de la política internacional.

 

  • 2   El interés nacional sólo puede ser concebido en términos de poder. La política internacional en la perspectiva del realismo político sólo adquiere sentido cuando se concibe la idea de interés en los términos de poder. Justo este elemento es el que permite, entonces, distinguir la lógica de la actividad de la política, de otras formas de acción. De este modo, se busca sobreponer el interés nacional en el marco de la configuración unos valores particulares, a partir de lo cual se asume como principio normativo que hace que la política exterior asuma como regla la búsqueda de reducción de riesgos y la maximización de los beneficios, en un marco de prudencia y tendiente al éxito.

 

  • 3.    La relevancia del contexto y sus ajustes en el tiempo y el espacio. De acuerdo con el planteamiento de este enfoque el interés definido en términos de poder se concibe como un principio universal que rige la acción política de los Estados, pero al mismo tiempo ello no supone que se trate de un elemento que no se transforme en el tiempo, a partir de lo cual se tiene que tomar en cuenta esta consideración.

 

  • 4.    El realismo político es consciente de la aguda tensión entre la moral y los principios que dirigen la acción política. Para este paradigma de interpretación de la dinámica política en la arena internacional resulta comprensible que hay una tensión entre los preceptos morales y la lógica que exige la acción de naturaleza política. Justo por ello se considera a la prudencia como la virtud que al final de cuentas es suprema y que permite reducir el nivel de tensión entre estas dos dimensiones.

 

  • 5.    El centro de la reflexión no debe enfocarse en las ideas. En la perspectiva de este enfoque no se pueden catalogar como aspectos semejantes las aspiraciones de la moral de un Estado con los preceptos morales que se asumen como regidores del comportamiento del universo. En este orden, Morguenthau destaca la forma de acción que es propia de los Estados, que orientan su comportamiento en función de una ley moral; una dimensión que no tiene un equivalente cuando la discusión es comprender el bien o el mal entre las relaciones de los Estados.

 

  • 6.    La autonomía de los estudios referidos a la comprensión de la política internacional. Desde una mirada del realismo político se trata de pensar la autonomía de la política desde la prevalencia del interés que se concibe como poder, pero sin dejar de tomar en consideración en que existen otros parámetros de formas de concebir la política distintos a los predicados.

 

Acerca de esta lista de preceptos, se tiene que volver a decir que se trata de algunos principios que han sido difundidos como principios regidores de los comportamientos de los Estados. Sin embargo, ello no ha impedido que otras corrientes y escuelas del pensamiento hayan establecido sus propias posturas. Es por ello que también se debe considerar en la gama de teorías la otra cara de las estructuras teóricas que se concentran en explicar el comportamiento de los Estados en la definición de sus políticas exteriores. Elementos que se pasaran a desarrollar en las líneas que siguen.

 

1.2 La cooperación entre los Estados en las Relaciones Internacionales ¿Una alternativa al realismo político?

 

La cooperación en el campo de las relaciones internacionales se ha tornado en convertirse en un concepto verdaderamente polisémico y variopinto. Las distintas conceptualizaciones de este término variarán sobre la base de las apreciaciones que las distintas partes le otorguen a la noción de cooperación, y a la no cooperación; cuyas líneas divisorias en algunas ocasiones resultarán difíciles de esclarecer, puesto que en algunos momentos la falta de cooperación no supondrá exclusivamente la presencia de un conflicto, ni la ausencia de un conflicto referirá directamente que haya cooperación.

 

 En este orden, siguiendo algunas consideraciones que hace Oye (1985), acerca de la cooperación, se tiene que decir que se trata de un concepto que plantea como necesidad que exista un reconocimiento e identificación de oportunidades para que puedan desarrollarse intereses comunes y establecerse procesos de coordinación entre políticas. De ahí que sea el mismo Ernst Haas (1980) quien  sostenga que la noción de cooperación en la arena internacional se comprende como un tipo de régimen internacional, lo que supone un conjunto de procedimientos, reglas y normas al cual llegan determinados Estados y demás actores internacionales, con el propósito de asegurar el entendimiento en alguna dimensión en específico del espacio internacional en donde desenvuelven sus actividades.

 

Sin embargo, resulta trascendental conocer los enfoques sobre los cuales reposa la reflexión en torno a la cooperación;  en tanto son  trascendentales para el análisis; particularmente cuando se sabe que el propósito central es conocer el papel que jugó el petróleo para el Estado venezolano en uno de los Gobiernos del ex presidente Hugo Chávez, en el cual un grueso de la investigación académica documenta que prevaleció una diplomacia petrolera en la definición de su política exterior, que le permitió asumir un rol en la dimensión internacional, apoyándose en conceptos de cooperación y de la solidaridad internacional; que al mismo tiempo pueden ser interpretados como parte de una estrategia y que puede ser explicada sobre la base de los fundamentos analíticos que son desarrollados por la teoría de los juegos.

 

Al respecto, conviene hacer mención a una de las ideas prevalecientes en la reflexión acerca de las formas de expresión de los intereses de los Estados. Particularmente una vertiente que es vista con cierto recelo por algunos analistas, pero que también resulta importante considerar por su relevancia para una mayor comprensión de los fenómenos políticos. En este sentido, se trata de los estudios sobre la noción de cooperación bajo condiciones de anarquía, en donde el interés de los Estados, que inicialmente puede ser impulsado por nociones egoístas resultan en acciones con fines que permiten la construcción del bienestar común.

 

Sobre la base de este preámbulo, es fundamental considerar que algunas  reflexiones en torno a la idea de la cooperación en las Relaciones Internacionales  refieren la existencia de un estado de anarquía, en razón de la ausencia de una entidad supranacional  sobre los Estados, que gozan de soberanía y que disponen de unos intereses y una lógica natural de para conservar su existencia. No obstante, estos últimos fines no podrán materializarse de manera autónoma, sino que en la mayoría de las veces exigirá la participación de otros Estados; un elemento que plantea entonces la idea de la cooperación como aspecto indispensable para la comprensión de la dinámica internacional.

 

Justo en un entorno anárquico se configurarán los intereses y las identidades de los Estados. En este marco, vienen a relucir en la discusión los postulados desarrollados por Alexander Wendt, en su ensayo titulado “Anarquía es lo que los Estados hacen de ella”, donde puntualmente el autor hace uso de conceptos propios de la psicología para explicar el comportamiento de los Estados, como abstracciones que se desenvuelven sobre la base de un sistema de percepciones que los impulsan para asumir roles y posturas, según lo exijan los momentos y los espacios.

 

De esta forma, en palabras de Wendt los intereses y las identidades de los Estados serán elementos interrelacionados, donde el aspecto relevante tendrá que ver en cómo se ven y en cómo se proyectan en la arena internacional estas entidades.

 

En este orden, en la perspectiva de nuestro autor son las identidades de las estructuras estatales las que determinan la forma que llegan a tomar sus intereses en el despliegue de sus actuaciones; a partir de lo cual se puede decir que “los actores no tienen una ´agenda´ de intereses que trasportan consigo independientemente del contexto social en el que estén; lo que ocurre es que los actores definen sus intereses dentro del mismo proceso en el que se definen las situaciones.”(Wendt,1992:8).

 

Dicho con otras palabras, los intereses de los Estados irán tomando forma en función a las identidades que estos construyan y las situaciones en las cuales se desenvuelvan. Esta idea resulta complementada en función a la definición que el mismo autor hace de institución, a la que plantea como “una estructura o un conjunto de identidades e intereses relativamente estable” (Wendt,1992: 9). Aspectos que, en parte, permiten dar cuenta de las razones por las cuales en algunos temas los Estados deciden asumir un rol de cooperativo y en otros no; mientras que, según así lo determine el espacio, en determinados momentos algunos Estados con diferencias pronunciadas deciden hacer alianzas, frente a aquellos que naturalmente han contado con una historia de amistad consolidada, pero que presentan agudas dificultades para llegar a consensos entre sí.

 

Al respecto, desde el punto de vista de Wendt el asunto de la cooperación en las relaciones internacionales, puede trascender incluso más allá la teoría de los juegos; una consideración relevante que se apoya en la idea de que esta última teoría no toma en cuenta aspectos más allá de los parámetros suministrados por el conductismo. Lejos de mostrar diferencias con esta postura justamente porque hay enfoques y metodologías diversas en las teorías de los juegos, se hace pertinente tenerlo en cuenta y presentar su apreciación. Al respecto, el autor nos comenta:

 

En el análisis tradicional que la teoría de juegos realiza de la cooperación, incluso de una cooperación reiterada, la estructura del juego − de identidades e intereses − es exógena a la interacción y, como tal, no cambia. Se coloca una “caja negra” alrededor de la identidad y de la formación de intereses, y el análisis pasa a concentrarse en la relación entre expectativas y comportamiento. Las normas que evolucionan a partir de la interacción son tratadas como reglas y regularidades del comportamiento que son externas a los actores y que se resisten al cambio por el coste de transacción de crear unas nuevas. El análisis que la teoría de juego realiza de la cooperación entre egoístas es conductista.(Wendt,1992:25).

 

Sobre la base de los anteriores comentarios, el autor directamente está refiriendo que, en su consideración, si bien la teoría de los juegos se ha utilizado como referente conceptual para abordar el fenómeno de la cooperación internacional, en su visión se hacen desvinculaciones entre el juego y la formación de los intereses, o sólo como herramienta enfocada en el estudio de las expectativas y el comportamiento. Mientras que desde el planteamiento directo de Wendt es requerido con empeño emprender un estudio de la cooperación desde el enfoque del constructivismo social. En su perspectiva, se trata de una perspectiva que se debe concretar en cómo las expectativas producidas por el comportamiento influencian las identidades y los intereses, porque se refiere a “un proceso de reconstrucción de sus intereses planteado en términos de compromisos compartidos hacia las normas sociales.”(Wendt,1992:26).

 

A partir de lo cual, se puede decir también que un “análisis constructivista del ´problema de la cooperación´ es más cognitivo que conductual, ya que se ocupa del conocimiento intersubjetivo que define la estructura de identidades e intereses - del “juego”- como endógenos a la interacción y representativos de la misma.”(Wendt,1992:26).

 

En este marco, se puede decir que una línea de investigación prominente en la disciplina considera que no todo los impulsos que asumen los Estados como actores internacionales son egoístas, en el sentido en que hay un deseo por la cooperación que orienta a estos agentes para definir el bienestar de sus respectivas sociedades.

 

En este orden de ideas, la cooperación se asume como una regla del juego que es asumida por los Estados en el marco de un entorno anárquico. Básicamente, la relevancia que tiene este concepto es que no necesariamente refiere a ser un todo armónico, en el sentido en se trata de términos que no pueden ser intercambiados y que es fundamental distinguir. Al respecto, Axelrod y Keihane (1985) establecen las separaciones:


Cooperation is not equivalent to harmony. Harmony requires complete identity of interests, but cooperation can only take place in situations that contain a mixure of conflicting and complementary interests. In such situations, cooperation occurs when actors adjust their behavior to the actual or anticiped preferences of others. Cooperation thus defined, is not necessarily good from a moral point of view. (Axelrod y Keohane, 1985: 228).

 

En este marco, sobre la base de las precisiones presentadas por Axelrod y Keonhane un aspecto relevante a considerar es que la cooperación no puede ser interpretada como armonía en tanto no busca la identidad de intereses, sino que se plantea el ajuste entre ellos. No obstante, se trata de una dimensión que debe ser aclarada. En este sentido, se plantea la imperiosa necesidad de presentar los elementos teóricos que hasta hoy mejores aportes han hecho a la comprensión de una teoría de la cooperación y que muy bien son realizados por la teoría de los juegos, como constructo teórico de gran utilidad en las ciencias sociales que ha permitido dar cuenta de distintas dinámicas y fenómenos que tienen lugar en la cotidianidad, y que resulta trascendental para la investigación en tanto facilitan la compresión del comportamiento que desempeñó el Estado venezolano  durante el Gobierno del ex presidente Hugo Chávez (2000-2006).

 

2. LA TEORÍA DE LOS JUEGOS. FUNDAMENTOS TEÓRICOS CENTRALES

 

En el campo de las ciencias sociales la teoría de los juegos ha ocupado un papel destacado, con un invaluable valor analítico que le ha permitido gozar de un grado de utilidad considerable, para dar cuenta de las razones y la lógica de algunos fenómenos y comportamientos humanos, que tienen lugar en la realidad. Al punto de que ha llegado a ser de gran utilidad para establecer un puente en asuntos de la filosofía moral y la teoría matemática (Barragan, 1989).

 

Precisamente por la relevancia del tema, se ha decidido traer a estas páginas los principales aportes realizados Julia Barragán (1989) en un artículo titulado “Las reglas de la cooperación. Modelos de decisión en el ámbito público”.[7] El valor que tiene este material es que permite ampliar la indagación en torno al lugar de la teoría de los juegos en las ciencias sociales, y los distintos métodos para su aplicación e interpretación. Elementos que serán desarrollados en las líneas que siguen.

 

En este orden, una tendencia recurrente en el campo de investigación refiere que uno de los conceptos que resultan centrales en la teoría de los juegos es el de “el interés”; un término que manifiesta aquella situación cuando un actor (o sujeto) tiene una preferencia, deseo u objetivo, en medio de varias alternativas; en este marco, se dice que determinado actor tiene un interés en lograr u obtener aquello que desea. Justo este elemento, entonces, hace que la idea de generosidad altruista  sea separada de aquella primera noción, ya que  para esta última lo relevante es renunciar a las propias preferencias, en aras de un bien superior (Barragán, 1989).

 

            Sobre la base de estos supuestos se puede decir que un conflicto de interés será el resultado la incompatibilidad de aspiraciones de los actores involucrados en determinadas situaciones, con respecto a un tema en particular, sin posibilidad de lograr establecer algún marco de entendimiento. Además, en la teoría de los juegos también adquirirá un papel destacado el tema de la utilidad, como la capacidad de la cual dispondrá cada actor para ordenar sus preferencias en función a los resultados. Proceso que se evidencia bajo el comportamiento de un individuo que procura maximizar su utilidad a como dé lugar. En este sentido, en el marco de la teoría de los juegos la utilidad se muestra fundamentalmente como una unidad de medida de las preferencias y que resulta importante siempre tener presente para la comprensión del enfoque (Barragán, 1989)

 

            Barragán (1989) construye una estructura conceptual lógica que le permite compaginar las nociones de interés, conflicto de interés y utilidad, en el marco de un paradigma que facilita la comprensión de las dinámicas sociales. En este orden, cuando se genera una situación en la cual existe un choque de preferencias, el comportamiento natural del actor parecerá verse inclinado a elegir un camino que le genere mayor rédito. Es esta actitud, entonces, la que permite referir que esta elección es lo que se constituye como la toma de decisiones. De esta manera, el valor de este último concepto yace principalmente en que es justamente la teoría de los juegos el campo del saber que se encarga de evaluar los diversos patrones generales del proceso de toma de decisiones, bajo diversas condiciones, como comportamientos recurrentes que se pueden agrupar y constituir en tipologías.

 

Según Barragán (1989) las conductas de los distintos actores en determinados juegos se pueden agrupar en dos esquemas de comportamiento recurrentes; en juegos competitivos y no competitivos. Con relación a la primera tipología reflejan aquellas situaciones donde los actores involucrados manifiestan claramente preferencias de naturaleza opuesta; mientras que en el caso de los juegos no competitivos es posible que haya combinaciones en las preferencias.

 

El primero de estas tipologías se agrupa también bajo la categoría de un juego suma-cero, donde el resultado de la relación es un ganador y un perdedor. No obstante, en el caso de los segundos se denominan como juegos no suma cero, en donde se encuentran incluidos aquellos (a) juegos cooperativos, que facilitan a los distintos actores que los protagonizan establecer procesos de acuerdo y entendimientos, apoyándose sobre la base de premios y castigos. Mientras tanto, dentro de los juegos no suma cero también se suele incluir a los juegos no cooperativos, en el entendido en que no es posible establecer acuerdos o comunicación previo al desarrollo del juego (Barragán, 1989).

 

  2.1 El dilema del prisionero. Un modelo descriptivo y normativo de la teoría de los juegos, para la comprensión de la toma de decisiones en lo público.

 

 Según Barragán (1989) el dilema del prisionero forma parte de los denominados juegos no-suma-cero-no-cooperativos. En este orden, se trata de un modelo que no promueve la competencia, pero en donde no es posible que los jugadores se puedan comunicar entre sí, o puedan establecer acuerdos antes de concretar el juego. No obstante, a fin de poder comprender la esencialidad de este modelo, conviene explicarlo en los siguientes términos:

 

En su versión más simple, el Dilema del Prisionero nos presenta el panorama de dos prisioneros sometidos a juicio, y privados de libertad. Estos prisioneros son entrevistados por separados por un Fiscal, quien les efectúa algunas propuestas con los respectivos ofrecimientos de utilidad. Si el Fiscal logra que uno de los prisioneros delate al otro, tendrá en sus manos todos los elementos del juicio  necesarios para aplicar a este último el máximo de la pena prevista para el delito; para “agradecer”  este favor del delator, pedirá su libertad. Como la oferta del Fiscal es simétrica, puede darse el caso de que ambos prisioneros acepten, lo que equivaldría a una mutua delación, situación en la que ambos prisioneros recibirían una pena cercana a la máxima. Para el caso en ambos  decidan no delatarse el Fiscal quedará sin elementos suficientes y sólo podrá aplicar a ambos un mínimo de pena (Barragán, 1989: 48).

 

Sobre la base de este planteamiento, distintos investigadores se han esforzado por establecer de manera sistematizada lo que este juego propone. En este sentido, si se pudiera representar el modelo en una matriz, se encontraría estructurado de la siguiente manera:

 

De acuerdo con Axelrod (s/f) en la dinámica del juego ocurre que un actor que se desempeña como jugador selecciona una hilera (ver la figura 1), bien sea prefiriendo cooperar o decidiendo abandonar. Mientras que de manera simultánea otro actor del juego elige cooperar o abandonar. Y precisamente vistas las opciones en conjunto en una matriz se puede vislumbrar que habría un total de cuatro resultados probables.

 

Siguiendo esta lógica de acción, en el caso de que los dos actores participantes decidieran cooperar, a ambos obtendrían un resultado favorable, en razón por lo cual lograrían una “Recompensa por cooperación mutua” y que en el ejemplo presentado por Axelrod se podría decir que esta recompensa tiene un pago de tres (3) puntos.

 

Ahora bien, cuando se da el caso en que un actor que juega decide cooperar y el otro elige abandonar, se tiene que subrayar que el segundo tiene la “tentación de abandonar”, a diferencia del actor que cooperó quien recibe la “recompensa del incauto”. En esta línea, quien abandonó obtiene 5 puntos, mientras que quien cooperó  cero (0) puntos. No obstante, si los dos jugadores eligen abandonar mutuamente, entonces ambos reciben un (1) punto en el marcador (Axelrod, s/f).






Precisamente, esta matriz facilita la comprensión de la lógica del problema. Pero conviene establecer unos escenarios de acción que permitan ilustrar mejor las ideas en las que se sustenta el juego, para identificar el dilema que le subyace, los cuales se pasarán a desarrollar como siguen.


Se parte de un escenario hipotético donde el jugador de las hileras cree que el actor que está jugando del lado de las columnas decidirá cooperar. En esta línea, el primer jugador se encontrará en la disyuntiva de querer cooperar también, a partir de lo cual podrá obtener un total de 3 puntos debido a la cooperación mutua; o también podrá optar por decidir abandonar, recibiendo con ello un total de 5 puntos con lo que logra la recompensa por la tentación. A partir de lo cual se podría llegar a inferir que para los jugadores pareciera que resultaría mejor abandonar cuando se tenga el presentimiento en que el contrincante decida cooperar en el juego.

Por su parte, encontrándose el jugador en la segunda columna y disponiendo de la posibilidad de cooperar, el actor estaría en el conocimiento en que ello lo convertiría en un “incauto” y le colocaría sin ningún punto; mientras que abandonar generaría como resultado un castigo mutuo que le otorgaría sólo un punto en la situación. En este orden, otro principio o lógica que subyace de ese proceso es que resulta más conveniente abandonar la partida, si se piensa que el otro actor involucrado en la situación va a abandonar. Con lo cual se puede inferir que resulta más favorable abandonar si el jugador intuye que el otro jugador cooperará, y será beneficioso del mismo modo abandonar cuando se intuya que el otro actor abandonará. De esta forma, sin importar la actuación que decida ejecutar el otro jugador, siempre será más beneficioso abandonar en la situación que se presente (Axelrod, s/f).

 

Ahora bien, es importante subrayar que las anteriores consideraciones de actuación son las que pudiera hacer el jugador que está en una de las hileras. Sin embargo, la misma forma de acción también la trataría de desarrollar el otro jugador (el de las columnas). En este sentido, este actor buscará abandonar sin tomar en cuenta lo que el otro jugador vaya a hacer. A partir de lo cual se puede interpretar que ambos jugadores van a abandonar, obteniendo un punto de manera mutua, y que al final se transforma en una situación menos favorable cuando podían haber cooperado y obtenido una puntuación de tres puntos respectivamente (Axelrod, s/f).

 

Vistos los elementos previamente dispuestos, entonces, se puede decir que el núcleo fundamental del dilema del prisionero es que muestra que la racionalidad individual conduce a ambos jugadores a un resultado menos favorable frente a otro resultado posible. Se trata de un modelo ideal donde se pueden ver reflejadas determinadas situaciones de la vida cotidiana en donde se logra demostrar que muchas veces la búsqueda de los intereses propios provoca pérdidas, cuando el haber podido establecer un lazo de cooperación mutua concedía mayores ganancias (Axelrod, s/f).

 

2.2. El dilema del prisionero como modelo normativo.

            Los anteriores elementos conceptuales eran necesarios tenerlos presentes a fin de colocar a disposición del lector el conjunto de aspectos generales de la teoría de los juegos, particularmente haciendo énfasis en el dilema del prisionero como aspecto referencial. Pero a esta altura de la investigación resulta trascendental poder establecer una distinción que podrá ayudar a comprender las características de la teoría que subyace al problema de estudio, la cual conviene considerar de una vez.

 

Al respecto, siguiendo las valiosas apreciaciones que hace Julia Barragán (1989) se tiene que decir que el dilema del prisionero como modelo conceptual puede ser interpretado de dos formas completamente diferentes, y que a su vez hace que pueda recibir dos usos distintos en las  reflexiones que a partir de él se generan. De esta manera se debe precisar, entonces, que el dilema del prisionero puede ser interpretado como un modelo descriptivo y como un modelo normativo.

 

            En este orden, cuando se haga mención al dilema del prisionero como modelo descriptivo, se tiene que decir que se trata de una herramienta que permite comprender y descifrar las estructuras que subyacen a determinados modelos de relaciones y que permiten la elaboración de categorías y prever comportamientos en el futuro. A partir de lo cual se puede decir que el dilema del prisionero como modelo descriptivo hace referencia a la comprensión del comportamiento de los jugadores como sujetos racionales, pero desde una metodología de análisis que concede un peso trascendental a los conceptos y métodos de tipo lógicos y matemáticos (Barragan,1989).

 

Por su parte, cuando se haga mención a la comprensión del dilema del prisionero como modelo normativo, se debe señalar que se trata de la utilización de una herramienta conceptual, pero desde otro ángulo, y con especial valor para las ciencias sociales. Así, para el modelo normativo el dilema del prisionero permite contribuir a la comprensión de las formas como se pueden configurar conductas socialmente deseables, a partir de la asimilación de determinadas reglas. Pero a diferencia del primer modelo, que se inclina por la utilización de métodos lógico-matemáticos, la interpretación normativa del dilema del prisionero se inclina a favor de la utilización de los métodos de la crítica filosófica, a partir del cual es posible la aproximación a un conjunto de valores que determinan comportamientos que generan una utilidad social (Barragán, 1989).

           

            Sobre la base de estos supuestos, se puede llegar a comparar las diversas formas de aproximación metodológica para la resolución de determinadas problemáticas, donde en el caso del modelo analítico las soluciones apunten a la búsqueda del equilibrio a través de la no-cooperación; aspecto que no puede ser juzgado desde una perspectiva moral al sustentar su actuación desde un razonamiento lógico-matemático. Además, se trata de un modelo que contribuye a enriquecer la perspectiva normativa cuando analiza los efectos perversos que genera la asimilación de ciertos principios (Barragán. 1989). Sin embargo, la distinción resulta fundamental para poder delimitar la consideración de determinados problemas y que en el caso de la comprensión de la política práctica es importante tener en cuenta.

 

En este orden de ideas, el dilema del prisionero como modelo normativo adquiere un papel relevante en la Ciencia Política, para comprender los procesos de toma de decisiones en el ámbito público. Básicamente se trata de una herramienta conceptual que sitúa el análisis en la dimensión de los valores (Barragán, 1989), lo que hace que se privilegien los comportamientos cooperativos en tanto se concede relevancia a una nueva concepción de la racionalidad, como impulso que mueve a la búsqueda, no de beneficios individuales, sino en la perspectiva de una utilidad social.

Precisamente, las últimas apreciaciones realizadas en el acápite anterior son las que hace Barragán (1989) cuando advierte la esencialidad del uso del modelo normativo del dilema del prisionero, como puede ser leído a continuación:

 

En el caso del Dilema en su uso normativo, cuando se destaca la superioridad de la salida cooperativa porque hace máxima la ganancia conjunta, hay una adhesión a una racionalidad de segundo orden, es decir una racionalidad que no es maximizadora de las ganancias esperadas para cada jugador, sino que busca la maximización de las ganancias sociales, aunque eso signifique sacrificar la expectativa de una mejor ganancia individual. (Barragán, 1989: 71).

 

Entonces, en función de estas apreciaciones  se trata de un modelo que se estructura sobre la base de una lógica interpretativa propia, y que se apoya bajo la noción de la “cooperación” , como patrón de comportamiento que trata de ser inducido a través de las distintas situaciones que pueden ser explicadas por medio del dilema del prisionero y que son concebidas como conductas socialmente deseables, justamente cuando deja en evidencia que las estrategias de tipo individual generan una menor utilidad que las cooperativas.

 

Sin embargo, Barragán (1989) hace la precisión en que las conductas cooperativas impulsadas por un jugador no significa que pueda haber una respuesta proporcional; lo que puede suponer que haya “traición” o “explotación”; a partir de lo cual se puede llegar a inferir también que algunos actores mostraran sus preferencias por comportamientos no-cooperativos con la intención de evitar ser explotados.

 

Ciertamente la prevalencia en las reflexiones científicas que analizan el dilema del prisionero, recalcan que se trata de encuadrar en el tipo de juegos no-estrictamente competitivos no-cooperativos. Sin embargo, conviene recordar que el uso normativo de este modelo hace que se tome en cuenta otra perspectiva, que tiene la pretensión de hacer modificaciones a esta idea y plantear un uso cooperativo de los comportamientos que de su lógica se derivan.

 

Justo este viraje en el modelo hace que se deban tomar en consideración la modificación de algunas de las condiciones del juego. En este orden, siguiendo a Barragán (1989) se propone un relajamiento del principio que impide la comunicación entre los actores. Proceso que tal vez no será evidente de manera directa, pero que se desarrollará de manera implícita en la medida en que se repita en más de una ocasión el juego y se puedan deducir por parte de cada uno de los jugadores patrones de comportamiento. En esta línea se llegará a un punto en donde la comunicación no será manifiesta pero será deducida por medio del juego mismo.

 

            Quizá uno de los elementos fundamentales a destacar bajo la perspectiva normativa del juego sea la re-conceptualización de conceptos como los de la utilidad. En este orden, bajo el modelo de estudio “no se trata de maximizar la utilidad esperada bajo las condiciones del juego, sino de maximizarla bajo la condición del empleo de una estrategia conjunta” (Barragán, 1989: 76).

 

            De este modo, la cooperación se posiciona como uno de los temas fundamentales, y que resulta útil para la compresión de la dinámica socio-política de las distintas sociedades. No obstante, ello no excluye que se deban considerar los modelos descriptivos y normativos por separado, ya que resultan ser esquemas complementarios, en tanto abandonar el primero supone abandonar aspectos técnicos necesarios, y dejar el segundo plantea renunciar a la dimensión de los valores y los juicios morales para la definición de los comportamientos socialmente aceptables.

 

            Una de las principales conclusiones a las cuales Barragán (1989) arribará será que los comportamientos cooperativos no pueden materializarse si no forman parte de un marco de significados dispuestos en el entorno.  Pero quizá el mayor valor para la teoría política del dilema del prisionero sea en que se convierte en un instrumento analítico y con peso normativo para comunicar los obstáculos que supone poder asegurar la cooperación social, particularmente en un entorno donde los jugadores no tienen comunicación entre sí y cada uno se encuentra sumergido en una lógica que promueve la búsqueda de preferencias exclusivamente individuales. En este sentido, el dilema permite hacer verificable que sobre la base de algunos condicionantes las conductas cooperativas, además de ser beneficiosas para la vida en sociedad, contribuyen a generar mayores beneficios a quienes los promueven y los comparten.

 

Sin dejar de lado los retos y desafíos teóricos que supone una comprensión de las relaciones humanas desde esta óptica, la necesidad de promover procesos que estimulen la cooperación en los procesos de toma de decisiones de naturaleza política muestra que los obstáculos de los enfoques analíticos para optar por soluciones cooperativas no pueden seguir siendo  problemas que deban  ser desechados. En este orden, como refiere Barragán, se trata de una perspectiva de aproximación a los hechos de la realidad que se suele enfrentar a otros modelos ya arraigados en la ciencia y que se tratan de imponer como dogmas en la investigación.


Justo estos elementos nos permiten, entonces, colocar el piso para adentrarnos en el grueso de la investigación, fundamentalmente porque el propósito esencial es demostrar el modelo de comportamiento que desarrolló el Estado venezolano durante el gobierno del ex presidente Chávez durante los años 2000 y 2006, a partir del uso que se le dio al petróleo en la formación de la política exterior, sobre la base del esquema de cooperación “Petrocaribe” y que nos sirve para aplicar la lógica del dilema del prisionero en la definición de las nuevas reglas que se establecieron en la región caribeña, y que claramente manifiestan los elementos que subyacen a la comprensión del dilema del prisionero, pero desde una perspectiva normativa.

 

En este orden, se hará un recuento del valor geopolítico que tiene el petróleo en las Relaciones Internacionales, y cómo algunos enfoques teóricos han tratado de abordar el tema, para finalmente aterrizar en el caso venezolano y la lógica que siguió el Gobierno durante la época que nos ha tocado estudiar. Aspectos que serán profundizados cada uno en las secciones próximas.

 

3.-EL PETRÓLEO Y LA GEOPOLÍTICA ENERGÉTICA

 

En consulta a la tesis doctoral de Hernán Cortés Saez (2015) titulada “el petróleo como recurso de poder e instrumento de política exterior a partir de la noción del poder estructural de Susan Strange” el objetivo general del autor se conecta con el tema que impulsa la investigación, en el marco en que se intenta comprobar “Cómo el petróleo ha sido y es un recurso de poder que permite proyectar la influencia de un estado dentro del sistema internacional”.


 

En esta línea, se debe advertir que para Cortés (2015) el petróleo confiere un poder estructural a los Estados poseedores en el marco del sistema internacional, haciéndose del concepto de poder estructural propuesto por Susan Strange, quien lo concibe en los siguientes términos:

 

[Poder estructural es] el poder de moldear y determinar las estructuras de la política económica global, dentro de la cual otros estados, sus instituciones políticas, sus empresas y sus científicos y otros profesionales tienen que actuar (…) [el poder estructural] confiere el poder de decidir cómo se deberían hacer las cosas, el poder de moldear los marcos dentro de los cuales los estados, las personas y las empresas se relacionan(Satrange, 1988, citado por Cortés, 2015:21).

 

Para comprender el papel que desempeña Venezuela en esta época no sólo implica emprender un estudio del poder en términos geopolíticos, sino que el rol del petróleo obliga a sostener un análisis desde una perspectiva “geoeconómica” para incrementar los niveles de comprensión.

En este orden, con relación a este último concepto se deben establecer las distinciones de las cuales parte Cortés (2015), como categoría de análisis que ha servido en el campo de la Economía Política y las Relaciones Internacionales, para una comprensión del poder.

Sobre la base de estas consideraciones, es necesario partir de la distinción entre la geoeconomía, y la geopolítica. Al respecto, la primera se puede definir como “el estudio de los impactos varios de las políticas económicas de los estados así como el impacto de los factores estructurales, cíclicos y situacionales tanto a nivel internacional como regional”(Gagné,2007 citado por Cortés, 2015:27). Mientras que la segunda comprende “el estudio de la relación interactiva entre las políticas de los estados, su relación con otros estados y el contexto geográfico”(Gagné,2007, citado por Cortés,2015:27), elemento que en palabras de Eckert (2008) significa la “espacialización de la política”.

 

En este marco, el autor siguiendo las consideraciones que hace Gagné (2007) sostiene en términos geoeconómicos que el poder:

 

No es sólo determinado por el área de superficie del territorio, tamaño de la población o capacidades militares, sino también por las capacidades industriales, el acceso y control de los recursos naturales, las finanzas, control de la tecnología y la estabilidad de las instituciones políticas (Gagné, 2007 citado por Cortés, 2015:24)


El discurso geopolítico del petróleo es un aspecto relevante que es conveniente mencionar. Justo ese tema constituyó el título de un artículo escrito por Pablo Uc (2008), y refiere a las distintas formas como se utiliza el petróleo en la arena internacional para configurar las reglas del juego. De este modo, se trata de una dinámica que promueve el conflicto, pero también la cooperación.

 

No obstante, dentro de esta línea de argumentación para, es necesario destacar que para comprender el uso que se le ha otorgado al petróleo en las relaciones internacionales de los Estados y su relación con la teoría de los juegos, conviene establecer una diferenciación de dos niveles de análisis de comprensión, entre lo económico y político, respectivamente.

En este caso, desde un punto de vista económico, al hablar de la utilidad de la teoría de los juegos para comprender el uso del petróleo por los Estados habrá que hacer referencia obligada a aspectos como a los de la producción, y el establecimiento de las reglas del juego que determinan la dinámica del mercado y de los precios.

 Al respecto, la aplicación de esta teoría se verá reflejada en una vasta bibliografía con indagaciones de expertos que tratan de explicar las conductas de los actores principales que intervienen en el comercio internacional petrolero que elaboran estrategias en función a maximizar beneficios y reducir riesgos financieros, sobre la base del resguardo de un interés particular. En este orden, la lógica de la acción de los Estados y organizaciones se explicará en función a una lógica económica. Pero el enfoque que realmente impulsa la investigación se enfoca en la comprensión política del fenómeno en términos de poder descifrar el papel que desempeñó el petróleo para la formulación de la política exterior venezolana durante esta época. Aspecto que se desarrollará  a mayor profundidad en la siguiente sección.

 

3.1. El papel del petróleo en el sistema político venezolano: Del uso geopolítico a la definición de una diplomacia petrolera

 

Con relación al período de estudio que se ha determinado analizar, a partir del Gobierno del ex presidente Chávez en los años comprendidos entre 2004 y 2008, se deben hacer algunas consideraciones que justifican el interés por comprender los hechos y eventos que tuvieron lugar durante el momento y que permiten demostrar la utilidad de la teoría de los juegos para dar cuenta de la conducta del Estado venezolano y sus efectos en los demás actores que compartieron el mismo entorno.

 

Tomando en cuenta el período que va desde 1958 en adelante, en la historia del sistema político venezolano se puede argumentar que las relaciones exteriores del país se han encontrado condicionadas por lo que algunos investigadores han convenido en denominar como “la diplomacia petrolera”, cuyo eje de operaciones se ha situado en el Caribe y cuya presencia pudo destacarse en los albores del Gobierno del presidente Hugo Rafael Chávez Frías.

 

En este sentido, el petróleo le serviría a Venezuela para enrumbarse hacia formas de cooperación, que le permitirían la definición de consensos apoyados sobre la bases del interés común, para construir una identidad regional y proteger su interés nacional, apoyándose en la imagen de la “espada de bolívar ”(Serbin, s/f).

 

El uso del petróleo como instrumento privilegiado de la política exterior ha sido una tendencia recurrente en los Gobiernos del Estado venezolano. A pesar de que el incremento de los precios representa una variable destacada, en el sentido en que determina su grado de influencia, el aspecto relevante que hay que considerar tiene que ver con analizar el tipo de juegos políticos que se desarrollan en ese contexto y que permitieron a la República construir una identidad en la arena internacional.

 

Según Benzi y Zapata (2013) es importante destacar que la nueva política y diplomacia chavista representó una contundente reversión al modelo de “apertura petrolera” que prevaleció en los años noventa, principalmente al haberse enfocado en deshacer los grandes monopolios que ejercían las transnacionales en la cadena de petróleo y al haber promovido nuevos procesos de negociación de algunos de los términos para que el Estado venezolano pudiera relacionarse con algunas de ellas.

 

Desde los comienzos del Gobierno de Chávez se generó un vuelco en la política exterior y su dimensión estratégica, en aras de desmontar el posicionamiento hegemónico de EE.UU. No obstante, en las consideraciones de Serbin (s/f) fue después de abril de 2002 y del aumento contundente de los precios del petróleo en 2004 cuando la nueva perspectiva se difunde y es acogida en el escenario internacional. A partir de ese momento, entonces, la percepción sobre Venezuela desde el Caribe sufre una modificación, particularmente tomando en cuenta la figura de Chávez, que es visto como un individuo procedente de los estratos étnicamente más afines a la región (Serbin,s/f).

           

            De acuerdo con González (2008)  la política exterior durante la era Chávez se puede destacar por haber seguido una estrategia internacional con un demarcado perfil ideológico, enfocada a la definición de una nueva geopolítica con proyecciones mundiales, con la pretensión de mayor liderazgo regional. Esta política exterior se formuló sobre la base del denominado “socialismo del siglo XXI” y permitió el desarrollo y afianzamiento del proceso “Bolivariano”.

 

            En este marco, para intentar comprender con exactitud la relevancia que desempeñó Hugo Chávez en la definición de la política exterior del país y las particularidades que la caracterizaron para esa época, no hay resumen sobre el período que se considere más sustancioso que el que se presenta a continuación:

 

El Presidente Hugo Chávez ha diseñado y ejecutado un proyecto geopolítico internacional que persigue servir de expresión de un movimiento continental para aglutinar a las fuerzas de izquierda radical que se mueven en el hemisferio y que están enfrentadas ideológicamente a los Estados Unidos. Este proyecto apunta a la creación de “nuevos polos de poder” en un intento por provocar el debilitamiento de la hegemonía del “imperialismo norteamericano” y en el que la variable energética desempeña un papel fundamental (González, 2008: 3).


Dicho con otras palabras, la visión de Chávez impregnó la forma cómo para el período de estudio se enrumbó la política internacional, como espacio que al final hacía propicio la emergencia de condiciones para la formación de la política exterior venezolana, que se afianzó progresivamente, pero tomando un salto abrupto luego de 2004.

 

Sobre la fecha mencionada en el último acápite del párrafo anterior, se puede decir lo siguiente:

 

La consolidación política del Presidente Chávez tras el referéndum revocatorio del 2004 marcó un punto de inflexión para la radicalización de la política exterior en términos de la sustitución del esquema de inserción de Venezuela, la conformación de alianzas geopolíticas y estratégicas  intra y extra regionales, la aceleración de la ruptura institucional del Ministerio de Relaciones Exteriores, el impulso a nuevas modalidades de integración regional, la profundización de la confrontación en las relaciones internacionales (…), la utilización del petróleo como arma política, la proliferación de acuerdos de cooperación, etc., todo ello en la “búsqueda de un nuevo sistema multipolar internacional”. (González, 2008: 4)

 

            En efecto, el proyecto de Chávez para este momento estuvo concentrado en el diseño de un modelo de plataforma en bloque que pudiera aglomerar en Latinoamérica el poder y que permitiera la orientación de todas estas fuerzas hacia una nueva institucionalidad, cuya esencialidad política se expresaba en la noción de la democracia de tipo participativa, que procuraba la inclusión de los ciudadanos en el proceso de definición del rumbo de los Estados y la promoción de una posición más activa en la arena internacional. Esta era la línea que también se vinculaba a la estimulación de plataformas que estructuralmente contribuyeran con la neutralización de las fuerzas hegemónicas de pretensiones universales, así como también se buscaba el afianzamiento de vínculos con diferentes movimientos sociales, comunidades campesinas e indígenas y demás asociaciones.

 

En este marco, con respecto a las dinámicas de integración que tienen lugar en la región, se debe hacer una consideración especial. Así, con relación a estos procesos se tiene que decir que se plantearon esquemas de cooperación que intentaban ser una respuesta a las demandas propinadas por esa realidad que se desarrollaba y que no eran satisfechas, puesto que se fundamentaban en los esquemas del libre comercio que, en la perspectiva del proceso Bolivariano, no cumplía con las verdaderas necesidades de las sociedades de la región. En este marco, ocurren algunos hechos determinantes:

 

La consolidación del eje Bolivia-Cuba-Nicaragua y Venezuela, a través de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), en contraposición al Área de Libre Comercio (ALCA) y a los Tratados de Libre Comercio (TLC); nuevas propuestas como las recién creadas Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), Petrosur, Petrocaribe, Petroandina, Banco del Sur, Telesur, iniciativas que están apuntaladas por la bonanza petrolera y que persiguen elevar el protagonismo de la “revolución bolivariana”.(González, 2008:3)

 

En este sentido, la línea del Gobierno del presidente Chávez fue definida como un proceso de actuación que se enfocó en la generación de un esquema de interacción sistémico multipolar, en función a la búsqueda de vinculación entre los diferentes polos y el planteamiento de nuevas formas de integración, apuntalándose sobre la base de grandes intereses comunes y el incentivo agudo a la “internalización de la variable energética”, que permitiría la promoción de formas de cooperación económica, pero también introducirían en la agenda política regional temas de naturaleza social y cultural, de grande relevancia para la difusión de la idea de bolivarianismo en la política exterior venezolana (González, 2008).

 

Al respecto, hay que subrayar que durante el período que va de 2004 en adelante Venezuela posicionó la categoría “diplomacia petrolera” como elemento distintivo en la dinámica política internacional. En esta línea, la idea bolivariana que impregnó la visión de Chávez, sirvió como aliciente para asignar “un rol relevante y de liderazgo a Venezuela y a su (…) presidente en el sistema hemisférico y en el proceso de integración regional. Aunque se vislumbraran desde la asunción de Chávez, todos estos elementos se acentuaron marcadamente a partir de 2004.”(Serbin, s/f: 83).

 

Para este entonces, el país ajustó su producción con base en el incremento abrupto de los precios del petróleo, que generó un aumento acelerado de los ingresos, en parte como resultado de una política de defensa de los precios en acompañamiento de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), en la que el liderazgo de Venezuela fue determinante.

 

Un aspecto relevante de la investigación del momento que ha tocado analizar refiere que se trata de un período en el cual el Gobierno de Chávez se destacó predominantemente en la arena internacional por haber hecho un uso geopolítico del petróleo. Básicamente, el énfasis de los análisis encargados de describir esta época hacen atención en referir en la utilidad que desempeñó el vital recurso, para promover la integración latinoamericana, con base en un modelo de política exterior que se concentró en la promoción del financiamiento del petróleo en la región centroamericana, mediante el otorgamiento de medidas preferenciales hacia determinados países; visto desde una óptica como una acción estratégica que se planteaba la obtención de apoyos y fortalecer el liderazgo político a nivel regional, pero que también refirió la consolidación de un planteamiento ideológico que introdujo la noción de cooperación y de solidaridad en la formación de la política exterior del Estado venezolano.

 

Con relación a la primera línea de interpretación de la actuación del Estado venezolano en el escenario internacional en la época, algunas vertientes dominantes refieren que se trató de un modelo de actuación en la que se hizo uso del petróleo como un instrumento para asegurar el apoyo a la revolución bolivariana, así como mecanismo que procuraba garantizar la neutralidad de los Estados beneficiados

 

Entonces, al hacer una aproximación al problema de estudio desde una perspectiva del tablero geopolítico internacional se trata de argumentar que Venezuela siempre intentó crear una red de aliados para proteger sus intereses en los espacios multilaterales. En este orden, otra línea de pensamiento sugerirá que la lógica de la cooperación también incorporaba la necesidad de premiar o castigar en la dinámica desarrollada, sabiendo que la ausencia del castigo a la larga conduciría a la explotación. Porque un enfoque teórico sugiere que si no se castiga al trasgresor este se habrá salido con la suya y puede repetir ese mismo comportamiento sin consecuencias. Justo es esa tendencia la que llegó a ser adjudicada como crítica a Venezuela, por la ausencia de penalizaciones a sus aliados cuando se medía el apoyo en organismos regionales.

 

Vistos estos elementos, se trata de estudiar el rol de Venezuela en un momento en el que el uso del petróleo adquiere proporciones sin precedentes, en razón de su innegable valor político, geopolítico y energético. Básicamente, cuando la percepción dominante que se tenía era la de la irrupción de un Estado que buscaba generar una coalición “antiimperialista” con pretensión regional.

 

Según Serbin (s/f) intentar comprender la política exterior en la época de Chávez supone tomar en consideración las distintas visiones geopolíticas subyacentes a la formación militar del ex presidente, lo que forzó una interpretación de la dinámica internacional profundamente caracterizada por una perspectiva estratégica-militar de las relaciones de poder entre los actores internacionales, en los que la soberanía nacional y los diversos componentes territoriales representaban unas variables trascendentales. A juicio del autor que se sigue, esta perspectiva fue la responsable de haber desplazado otra visión imperante entre los años 80 y 90, “centradas en la cooperación internacional, el intercambio comercial y la promoción de acuerdos y esquemas de integración basados en el libre comercio” (Serbin,s/f:83).

 

En este marco, en la perspectiva de algunos investigadores en esta época la política exterior de Venezuela se haya impregnada del bolivarianismo, como una concepción conforme a la cual el papel que debe asumir el Estado para la promoción de la unificación e integración latinoamericana se apoya, más que en aspectos de naturaleza comercial, productiva y económica, en una visión política, militar e ideológica (Serbin, s/f).

 

3.2 PETROAMERICA, PETROANDINA y PETROCARIBE

Una consideración relevante que hay que destacar con respecto a la política venezolana durante el Gobierno del ex presidente Chávez de estos años fue su línea contraria de acción hacia el modelo surgido en el ALCA con la propuesta de Integración Energética Hemisférica, a la cual contrapuso un proyecto político de pretensiones titánicas, como lo fue la idea de PETROAMÉRICA, que básicamente se trataría de una alternativa de empresa multinacional integrada por otras empresas estatales de la región, cuyo propósito estaría enmarcado en ofrecer atención a proyectos de integración en asuntos de energía, para incentivar el desarrollo verdaderamente sostenible (Mayorbe, 2006, citado por Benzi y Zapata, 2013).

 

En términos generales, siguiendo las apreciaciones elaboradas por Benzi y Zapata (2013) PETROAMÉRICA se trató del diseño de un proyecto cuyos ejes de acción fundamentales podían ser canalizados en función a otros tres esquemas o mecanismos de integración, a saber: PETROSUR, PETROANDINA y PETROCARIBE; entre los cuales la República Bolivariana de Venezuela pasaba a destacar un rol estratégico y de liderazgo prominente (Benzi y Zapata, 2013). 


Con relación a la funcionalidad de cada uno de estos esquemas de integración, es necesario destacar que la idea de PETROSUR, se hizo con el propósito de que se pudiera disponer de una plataforma que permitiera establecer un puente de cooperación entre las industrias petroleras de los Estados de la región que formaran parte del Mercado Común del Sur. Mientras que, por otro lado, en el caso de PETROANDINA, se buscaba promover un enlace estratégico de entes dedicados a la actividad petrolera y a la energía que integraran la Comunidad Andina, en aras de incentivar esquemas de mayor cercanía e integración para la provisión de recursos en materia energética. Finalmente, en el caso de PETROCARIBE, se trató de una propuesta pensada para la integración regional cuyo eje de operaciones se enfocaba en tratar de incidir positivamente en la reducción de la brecha asimétrica en cuanto a la capacidad de acceso de los Estados de la región del Caribe, a partir de lo cual se proponían esquemas de financiamientos, que permitieran un trato más equitativo y justo entre ellos (Benzi y Zapata, 2013).

 

Ahora bien, siguiendo las consideraciones hechas por Benzi y Zapata (2013) se debe señalar que, a pesar de que el planteamiento de PETROAMÉRICA tuvo su presentación como propuesta formal en 2005; no obstante, de los tres mecanismos de integración de los cuales se componía, PETROCARIBE fue la propuesta que pudo realmente materializarse con resultados tangibles, y a la presente investigación este modelo sirve en el sentido en que permite justificar un tipo de comportamiento que caracterizó al Estado venezolano durante la época de mayor bonanza petrolera y que le sirvió para configurar un tipo de rol en la arena internacional, e introducir conceptos como los de integración, cooperación y solidaridad internacional en la formación de su política exterior, siendo esta una política pública más, con matices realmente particulares que merecen una especial consideración.

 

En el caso de PETROCARIBE, se debe señalar que se trata de una política implementada por el Gobierno de Chávez que formalmente nace en el año 2005, y que en palabras de Benzi y Zapata (2013) busca darle continuidad al Acuerdo de San José  cuya fecha originaria data del año 1980, donde el Estado venezolano y la república de México buscaron asegurar a los países de Centroamérica y el Caribe que suscribieran el acuerdo una cuota de suministro de recursos energéticos de manera continua y bajo un entorno de condiciones realmente solidarias.

 

Asimismo, PETROCARIBE pretendía ofrecer una articulación con lo que en su momento se denominó como el Acuerdo Energético de Caracas, suscrito en el año 2000, en donde destacó Venezuela junto con un grupo de países del Gran Caribe, en dónde además logró incorporarse Cuba, principalmente debido a que se trató de un esquema de integración que perfeccionaba los modelos de financiamiento y venta del petróleo (Benzi, 2013).

 

            Si bien es cierto que PETROCARIBE y el ALBA suponen dos formas de integración en el momento histórico y en el escenario internacional, se tratan de los principales bastiones de Venezuela en ese período, cuyos parámetros axiológicos centrales tienen su fundamento en las nociones de la cooperación y el principio de la solidaridad internacional, el primero de estos esquemas  tiene su principal expresión en el dispositivo institucional que preveía un tipo de “Tratamiento Especial y Diferenciado”, del mismo modo en que se planteaba generar las condiciones para promover la complementariedad desde una perspectiva económica, sustentándose en un modelo de desarrollo más justo y acorde a la realidad, para poder asegurar la integración en la región mediante el afianzamiento de nuevos bloques de poder.

 

            Según Benzi y Zapata (2013) en términos puntuales, PETROCARIBE se propuso garantizar la articulación y el vínculo entre las políticas en materia energética, incorporando el petróleo y demás recursos a el asociado, en aras de promocionar un uso eficiente de ellos, sobre la base de instrumentos para el desarrollo tecnológico, la formación del personal y el establecimiento de una infraestructura energética robusta.

 

            En este orden de ideas, el esquema de integración que se estudia disponía de algunos mecanismos que manifestaban su funcionalidad en el escenario regional. Se trata de cuatro elementos esenciales que lo componen y aseguraban el propósito para el cual había sido diseñado:

 

1)Un esquema de financiamiento con base en el precedente Acuerdo Energético de Caracas, con modificaciones relativas a los porcentajes de financiamiento a corto y mediano plazo, el pago diferido y la previsión de mecanismos de compensación; 2) Una serie de medidas para disminuir los costos de intermediación y transporte; 3) Un foco social de desarrollo; 4) La previsión de programas de eficiencia energética (Benzi y Zapata, 2013: 76).

 

            De esta forma, con relación al primer aspecto se trataba de la formulación de una política pública cuyo terreno de despliegue se ubicaba en la arena internacional, en donde el aspecto realmente distintivo se manifestaba con la actuación del Estado venezolano, que otorgaba facilidades de financiamiento y acceso a la importación de recursos a todos aquellos Estados caribeños con menos posibilidades, estableciendo algunas cuotas para los pagos previamente acordadas en la búsqueda de asegurar el mayor bienestar (Benzi y Zapata, 2013).

 

            En cuanto al financiamiento que era otorgado en un plazo corto, se disponían de un lapso que oscilaba entre la cantidad de 30 y 90 días, mientras que en el período dispuesto para un lapso largo se concedía un tiempo de gracia de un total de dos años, pero en los términos de las formas de pago se conservaban los parámetros ya dispuestos en el Acuerdo de Caracas, que otorgaba unos 17 años, con los dos años de gracia mencionados, siempre que el costo del petróleo estuviera por los 40 dólares; mientras que si ese precio se incrementaba, entonces el tiempo para cancelar la deuda se ampliaba a un total de 25 años, en el marco de una tasa de interés del 1%.(Benzi y Zapata, 2013).

 

Ahora bien, en el año 2008 se hicieron importantes ajustes en cuanto a las formas de pago, particularmente cuando el precio del barril se cotizó en los 122,40 dólares, momento en el cual el Estado venezolano ofrece un financiamiento de un total de 60% en cuanto a la adquisición del crudo, diésel y gasolina, por un lapso de 90 días, no cobrando algún interés; mientras que, el 40% restante se concedía un total de 15, de 20 y hasta un tiempo de 25 años, en la que se concedería una tasa de interés que podría rondar entre el 1 y el 2%, aunque se contemplaba la posibilidad de que en caso de que el precio tan sólo fuera superior al valor de 100 dólares, los porcentajes se invertirían, donde el 40% se contemplaría a un lapso de 90 días, otorgando el porcentaje restante a un total de 25 años. Pero el aspecto realmente relevante es que el mecanismo sostiene que, según se puedan establecer en los acuerdos, hasta el 40% y algunos de los intereses congregados, se puedan cancelar de manera total o parcial sobre la base de otras compensaciones   (Benzi y Zapata, 2013).

 

            Ahora bien, sobre las acciones que se enfocan en reducir los costos de intermediación, se debe destacar que entre las estructuras de PETROCARIBE buscó contribuir con el mejoramiento de la infraestructura sobre la base de la fundación de nuevos espacios dedicados al procesamiento para la refinación del crudo. Al tiempo en que también el esquema de integración contemplaba la reducción de los costos por transporte, a partir de lo cual se colocaba a disposición de una flota de embarcaciones, con el propósito de asegurar la independencia de los medios para el traslado de los recursos (Benzi y Zapata, 2013)

 

.           En esta línea de acción, también es fundamental resaltar que el esquema de integración que se analiza contemplaba la creación de un fondo de financiamiento para el desarrollo de programas económicos y sociales, que podía ser considerado originario de diversas aportaciones y contribuciones provenientes de las actividades comerciales de la política energética. Básicamente, se trataba del financiamiento de proyectos con un impacto trascendental en los grandes asuntos referidos a la vivienda, educación y salud, que pudieron ser cuantificados en su momento en los siguientes guarismos:

 

            De acuerdo con algunas investigaciones que registran los alcances de PETROCARIBE en términos de asistencia social y humanitaria, se trata de subrayar en un informe del año 2012 citado por Benzi y Zapata (2013) que se logró efectuar una inversión de 178,8 millones de dólares que fueron destinados para el desarrollo de un total de 88 proyectos. Siendo una acción destacada las medidas que fueron destinadas a asuntos referidos a la alimentación, que sirvió en su momento para el financiamiento en nueve Estados de un total de  12 proyectos valorados en 24 millones de dólares. Sin embargo, tampoco se puede dejar de lado la transformación del entorno financiero que tuvo lugar en 2008, cuando el precio del crudo sufrió una caída destacada, en un precio que rondó los 31,55 en diciembre de ese año, y que inmediatamente supuso un severo cuestionamiento a los mecanismos de acción del esquema de integración en cuanto a la sustentabilidad; elementos que al final plantearían la necesidad de ajustar gastos destinados a la cooperación.

 

No obstante, Benzi y Zapata (2013) hizo la salvedad en que una vez fueron superados los embates de la caída de los precios del petróleo, el esquema propuesto por PETROCARIBE se transformó en uno de los cauces de financiamiento en el Caribe y Centroamérica más relevantes. Al respecto, Girvan (2008) llegó a destacar que entre el lapso comprendido entre el 2005 y 2007, el crédito otorgado a los Estados que se dedicaban a la importación se elevó a una cifra superior a la imaginada. Un aspecto que, según Altmann (2009) citado por Benzi (2013) también sería confirmado por las propias declaraciones del ex presidente de la República de Costa Rica, óscar Arias, quien durante una visita concedida a la Unión Europea aseguraría en el año 2008 que los mecanismos de cooperación promovidos por la política exterior venezolana en la región fue el “cuádruple o incluso el quíntuple que la estadounidense; o que el Fondo Monetario Internacional haya calculado que en países como la Guyana, Jamaica o Nicaragua, el financiamiento obtenido a través de PETROCARIBE equivaldría al 5% o el 6% del PIB”(p.79).

 

            Entre otros de los datos claves que conviene traer a estas páginas están algunos guarismos suministrados por PDVSA, conforme a los cuales, se calculaba que para el primer trimestre del año 2008 la provisión del oro negro y demás materiales derivados llegó a lograr una valoración de un total de 59 millones de barriles representados en la cuota, donde se estimaba que un poco más de dos billones fue objeto de financiamiento, lo que supuso un total en ahorro de 921 millones de dólares para los Estados importadores de los recursos.[1]

 

Se calcula que entre los años 2005 y 2008 Venezuela llegó a suministrar del recurso petrolero a un total de 17 países, pasando de un consumo de 56 mil a 121 mil barriles importados diariamente por estos países; un elemento que supuso un ahorro de 1.400 millones de dólares, en el marco de un financiamiento que representó unos 3.000 millones de dólares a largo plazo (Benzi y Zapata,2013).

 

De este modo, se puede decir que el esquema de financiamiento fue uno de los aspectos que ejerció mayor impacto en la región, pero que estuvo acompañado de una política de inversión en materia de infraestructura, para asegurar los procesos medulares de almacenamiento, refinamiento y distribución de los hidrocarburos, así como también se procedió a la conformación de empresas mixtas en las que se buscaba establecer enlaces con las principales industrias estatales de los actores miembros del esquema de integración.

 

Si bien es cierto que, en principio, la propuesta de PETROCARIBE a un corto periodo supuso a los Estados de la región un modelo que aseguraba su provisión de una manera garantizada y a un precio destacado, se trata de un esquema que con el paso de los años pensaría en el diseño de una plataforma que permitiera incorporar y posicionar sus propias reglas del juego, afianzados en unos principios de actuación comunes y superando viejos esquemas de dependencia, apoyados en nociones de cooperación con proyecciones de naturaleza política, a partir de lo cual se hace más factible de poder explicar y justificar (Benzi, 2013)


3.3. Los conceptos de cooperación y solidaridad en la política exterior venezolana: ¿Egoísmo o cooperación?

 

En el marco de la importancia que ha tenido el Caribe para Venezuela, como espacio con características geopolíticas esenciales, durante el Gobierno de Chávez en razón de las diferencias y enfrentamientos discursivos con EE.UU en el plano agonal, siguiendo las consideraciones de Serbin (s/f) se puede decir que Caracas asumió un “rol de contrapeso regional” en la búsqueda de asegurar un auténtico protagonismo, para transformar los esquemas de pretensiones hegemónicos tradicionales. A partir de lo cual, Venezuela incorpora un discurso ideológico, por medio del cual comienza a configurar la realidad, donde los conceptos de “cooperación internacional” son sustituidos por los de “solidaridad internacional”, pero también en dónde la negociación es antecedida por situaciones de abierta “confrontación” y donde la interpretación de la historia es realizada desde la perspectiva de las luchas impulsadas por “los grandes héroes.”

 

El petróleo le sirvió a Venezuela para enrumbarse hacia formas de cooperación, que le permitirían la definición de consensos apoyados sobre la bases del interés común, para construir una identidad regional y proteger su interés nacional(Serbin, s/f) Sobre el rol que ha jugado Venezuela en la región y sus estrategias de actuación, una parte muy relevante de la reflexión sobre esta época sostiene que el país se movió en un tablero en el cuál su foco era incrementar su proyección económica, en razón de su poder de influencia en la región caribeña, que supo canalizar a través de un método de acción que le permitió establecer una combinación entre la seguridad energética y cooperación en asuntos de naturaleza social, con una propuesta diferente a las habitualmente observadas. En este orden de ideas, sobre la base del diseño de plataformas y vínculos energéticos estratégicos, el Estado venezolano buscó materializar una plataforma económica que le permitiera financiar un conjunto de proyectos de naturaleza social y productivo (Serbin, s7f).

En este orden, siguiendo los razonamientos de Arellano (2008) citado por Benzi y Zapata (2013) se pudiera decir que durante el Gobierno del ex presidente Chávez que se analiza, desde una perspectiva geopolítica, la estrategia se encontraba enmarcada en desplegarse en tres focos que se integraban simultáneamente; en principio concentrados en el fortalecimiento del ALBA, la generación de alianzas y ejes nuevos sobre la base de pactos bilaterales y multilaterales de cooperación, específicamente en los asuntos referidos a la energía. De este modo, se trata de un momento histórico en el cual se plantea en la arena internacional una reestructuración institucional de las formas de integración disponibles y se promueve la participación en las nuevas plataformas para generar la cooperación (Arellano, 2008).

 

Haciendo una apreciación conjunta se trata de tener en cuenta un marco de elementos que facilitan la comprensión del proceso histórico de la formación de la política exterior venezolana, desde una perspectiva geopolítica que tome en consideración la forma cómo se trata de interpretar y promover una perspectiva del orden internacional y su equilibrio.

 

En este orden, si bien es cierto que a partir de 1958 el Estado venezolano se intentó amoldar al modelo occidental y configuró su identidad sobre la base de estos parámetros ante el hemisferio, el caribe, los Andes y la amazonía, y que además formó parte de los Estados fundadores de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, durante la era Chávez asume y participa activamente un nuevo rol como Estado que promueve la integración pero desde una perspectiva “antineoliberal” y “multipolar”. Ejes de acción que se manifiestan con las alianzas con Cuba y en la medida en que se establecen vínculos con movimientos sociales y los Estados en vía al desarrollo y con dramas relevantes en cuanto a asuntos de pobreza y sustentabilidad (Benzi, 2013).

 

A partir de los elementos analizados, se puede concluir entonces que el Gobierno de Chávez se caracterizó por desplegar un tipo de política exterior cuyos propósitos podían asumir dos rostros: uno crematístico y otro más humanitario y social. En atención al primero de ellos, se debe decir que una vertiente importante de las reflexiones acerca del período de estudio advierten en señalar que el Estado venezolano tuvo la pretensión de incentivar la diversificación del sistema económico y consolidar la infraestructura de la industria petrolera en la región. No obstante, cuando se analiza el otro rostro de naturaleza social y humanitario, se debe hacer hincapié que otra parte relevante de la reflexión acerca de la época manifiesta que el Gobierno del ex presidente Chávez se encargó de justificar las alianzas y los esquemas de cooperación con Estados de la región apoyado en axiomas que perseguían desarrollar un nuevo concepto de solidaridad internacional. Básicamente, las formas de actuación del Estado venezolano se podrán caracterizar por incentivar la cooperación e integración con otros actores en la arena internacional para la defensa de la idea bolivariana, desde lo económico, pero con una clara motivación de tipo ideológica con la noción de solidaridad y en defensa de los procesos de autodeterminación de los Estados de la región (Ellner, citado por Benzi, y Zapata 2013).

 

CONCLUSIONES:

 En cada uno de los párrafos y secciones precedentes se ha podido desarrollar un hilo argumental que ha girado en torno a presentar y explicar, de manera sistematizada, la hipótesis que refiere la aplicación de la teoría de los juegos en la definición de la política exterior de Venezuela, para la comprensión del uso geopolítico que se hizo del petróleo, durante el gobierno del ex presidente Hugo Chávez entre los años 2000-2006.

 

            Justamente ese hilo argumental hizo que se tuvieran que dedicar unas cuantas secciones de la investigación a comprender a profundidad los principales enfoques teóricos que dominan la reflexión en la Ciencia Política, para explicar la formación de la política exterior de los Estados; pasando por los postulados hegemónicos impuestos por el realismo político y Hans Morguenthau, que destaca el comportamiento de los Estados como actores racionales, en su afán de preservar el interés nacional, siempre pensado en términos de poder; hasta aterrizar en enfoques más optimistas como los propuestos por Axelrod que destacan la necesidad de cooperar para poder asegurar la estabilidad y el equilibrio internacional; aspectos que, al menos, se manejan como impulsos que son requeridos, particularmente en entornos en donde parece prevalecer un estado anárquico (Wendt). 

 

Sin embargo, realmente el grueso de la investigación descansó en demostrar cómo a través de la teoría de los juegos, y particularmente mediante el valor explicativo del dilema del prisionero, la formación de la política exterior del Gobierno venezolano del expresidente Chávez tendió a cambiar la dinámica habitual de las relaciones internacionales, apoyándose en el uso geopolítico del petróleo, con una clara tendencia a la cooperación, que pudo ser confirmada con la materialización de lo que significó Petrocaribe para la región y que también pudo ser interpretado por algunos analistas como el momento de máxima expresión de lo que se conoció en el momento como la diplomacia petrolera.

 

Como se afirmó en su momento, el modelo del dilema del prisionero es una construcción teórica de las ciencias sociales que permite explicar determinadas situaciones en las que se despliega un juego o interacción entre actores y que plantea la necesidad de aplicación de estrategias para la resolución de conflictos que genera su propia dinámica. Pero en el caso de la reflexión que nos ocupa se trata de una herramienta con un destacado valor teórico normativo, que permite demostrar cómo los actores de un juego ganan más cuando cooperan que cuando actúan buscando sus intereses particulares.

 

Justo fue esa lógica la que aplicó el Gobierno de Hugo Chávez en la región y que influenció la formulación de la política exterior durante el periodo de estudio, que se enfocó en introducir como tema de agenda internacional en la región la cooperación, cuya máxima expresión se pudo ver reflejada con la implementación del proyecto Petrocaribe y los efectos que una medida de esta naturaleza supuso para los esquemas tradicionales dominantes en la época. 

 

            Como se demostró en secciones precedentes, Petrocaribe redimensionó las relaciones en materia energética entre los Estados en la región caribeña, desafiando una lógica impuesta por distintos factores de poder que guiaban sus acciones apoyados en un enfoque propio del realismo político que básicamente declara a los Estados como actores internacionales que sólo buscan resguardar su interés nacional (Morguenthau,1990).

 

Precisamente, esta caracterización del comportamiento del Estado venezolano se trató de explicar a la luz del dilema del prisionero, pero desde un punto de vista normativo, y no descriptivo. Lo que significaba que para efectos de la investigación el tema de análisis se ubicó en el terreno de los valores, para la comprensión de un juego que explicaba la formación de la política exterior, como otra política pública más, pero en materia energética en donde la premisa que orientó las acciones de los decisores fue que los actores involucrados obtenían una mayor utilidad social cuando cooperaban, que cuando asumían posiciones unilaterales de actuación en pro de su beneficio particular.

 

En este marco, se puede decir que el dilema del prisionero proyectado como metáfora se ve reflejado en un fiscal que representa al orden y la lógica económica tradicional, expresada en las estructuras dispuestas en el sistema económico planteado por el Consenso de Washington, y las estrategias de EE.UU. en la zona, sobre la base del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas, en su afán de determinar un orden internacional en asuntos de energía e intercambio comercial para la época que podían dominar. En este caso, se trataba del enfoque dominante que a nivel internacional podía estar ejerciendo mayor presión para interpelar a los actores en aras de procurar sus beneficios particulares, asegurando así un equilibrio sobre el cual se podía ejercer influencia y poder.

 

Visto así, Venezuela en la región caribeña se encontraba envuelta en un verdadero dilema, que se manifestaba en la configuración de una política energética internacional y en el uso o desuso que esta podía hacer del petróleo, desde una perspectiva geopolítica que debía insertarse en la nueva dinámica de un mundo multipolar, pero que generaría sus reacciones enemigas.

 

Desde el caso que nos ocupa, Petrocaribe se convirtió en una plataforma económica que permitió generar en la región un bloque de contrapoder, para instaurar un modelo de mayor autonomía e independencia. La política de cooperación energética del Gobierno de Chávez, entonces, hizo un uso generoso de las reservas de petróleo como un medio de intercambio con los países de la región con el propósito de establecer esquemas que facilitaran la integración de los pueblos del caribe. En este sentido, lo que se buscaba era hacer un uso soberano de los recursos energéticos con la pretensión de garantizar el bienestar de los pueblos que se hallaban en condiciones desiguales.

 

Se trata de una política que intentó romper con un enfoque impuesto por potencias que hacía que la proyección de la zona fuera más de vulnerabilidad y de economías periféricas desplazadas, con pocos recursos, sin ofrecer un esquema claro de desarrollo, equidad, ni mucho menos justicia, sobre la base de un modelo apoyado en una visión parroquial y reducido, dejando de lado la tendencia emergente que cada vez mostraba la necesidad de impulsar esquemas de cooperación e integración sur-sur, para asegurar el equilibrio y la estabilidad de los pueblos para lograr un cambio global y la democratización de la sociedad internacional en un entorno de una pujante globalización.

 

Sobre la base de estos razonamientos, entonces, en el contexto de estudio que se analiza nos encontramos con que hay dos actores fundamentales que deben tomar una postura en el juego del comercio petrolero internacional: así, de un lado se encuentra el Estado venezolano y la industria petrolera, y del otro, algunos de los países más representativos del Caribe, que deben decidir entre optar por hacer un uso unilateral, o bilateral de los principales recursos de los cuales disponen, cuyos costos de decisión son juzgados por un modelo de relación energética impuesto por factores de poder que considera primordial colocar la maximización de la utilidad económica y condicionantes, por encima de cualquier otra cosa, en tanto se parte de un enfoque que concibe a los Estados como actores que, ante cualquier otra cosa, deben velar por su interés nacional y reducir cualquier tipo de sacrificios.

 

En esta línea de argumentación, la investigación demostró que hubo unos sacrificios de beneficios que el Gobierno venezolano tuvo que asumir para poder lograr alcanzar la cooperación, y por supuesto, un elemento de interés superior con el respaldo de los países en los espacios multilaterales. Sacrificios que se vieron reflejados en la venta del petróleo bajo unas condiciones y un precio preferencial, como una política energética de intercambio comercial bajo condiciones financieras verdaderamente generosas, sobre la base del otorgamiento de períodos de gracia, hasta esquemas de financiamiento a largo plazo, que se manejaban entre mitigar el impacto de la economía tanto de la industria como del país receptor. Pero se trataba de una lógica que planteaba como necesidad  que cada país otorgara o aportara aquello en lo que poseía mayores ventajas comparativas, en la búsqueda de la complementariedad económica.

 

De ahí entonces que se tratara de un modelo de utilización del petróleo como un arma geopolítica, que al final trajo beneficios que podrían ser codificados en el lenguaje del dilema del prisionero en las siguientes máximas: se trataba de un juego entre actores en el sistema internacional en el que  los prisioneros se ven representados en A) el Estado venezolano y B) alguno de los países  perteneciente a la región caribeña y a Petrocaribe, donde el uso del petróleo (o de cualquier otro recurso que otorgue a determinado Estado una ventaja para el intercambio de forma comparativa) de manera unilateral  tenía un beneficio económico, pero  perdía el beneficio político. Mientras que, si se emprendía una estrategia bilateral en donde se podía cooperar en el uso de los recursos energéticos, había un sacrificio económico que podría ser un tiempo de libertad, para el aseguramiento de un beneficio superior que podía ser conceptualizado en el lenguaje del modelo que se aplica como una acción que suponía no delatar al otro país ante el fiscal (o un modelo tradicional de cooperación) no dispuesto a ceder en sus preceptos hegemónicos de racionalidad.

 

De esta forma, Chávez fue configurando una plataforma de vínculos y de alianzas a nivel regional, que representó un desafío al orden impuesto. Pero justo sobre la base de estos supuestos salen a relucir otros planteamientos, que resulta imposible esquivar. Pues, en la perspectiva normativa del dilema del prisionero ¿a la diplomacia petrolera del Gobierno venezolano le movía exclusivamente un propósito de introducir nociones de cooperación y de solidaridad entre los Estados de la región caribeña, o también se encontraba encubierto un interés particular?  No se puede negar que Petrocaribe sirvió al Estado venezolano a hacer una proyección en la región, afianzando su liderazgo, además de incorporar en la agenda internacional temas sociales y de justicia distributiva; pero también fue interpretado como una estrategia que tenía la pretensión de revalorar la imagen del Caribe como un terreno de importancia geopolítica, ante la constante amenaza de agresión norteamericana.

 

De esta manera, la acción política se encontró dirigida a lograr posicionar la imagen de la República, pero con un objetivo de construir un muro de contención ante cualquier fuerza con pretensión hegemónica en la zona, que pudiera suponer una amenaza real. Pero en algunos momentos la estrategia del Gobierno venezolano, que incluso se llegó a definir sobre la base de querer impulsar al ALBA desde Petrocaribe, no logró los resultados esperados en términos de influencia, particularmente cuando algunos gobiernos de la zona del Caribe no se mostraban del todo dispuestos a comprometerse con una posición que abiertamente se enfrentaba al ALCA y al Consenso de Washington, con lo cual compartían determinados vínculos; a partir de donde  se llegaban a dilucidar algunas de las limitaciones más contundentes de la diplomacia petrolera venezolana a considerar.

 

Ciertamente, un abordaje acucioso del período de estudio revela cómo pudo detectarse que para ese entonces la agenda de la integración regional sufrió un conjunto de transformaciones, pasando de un foco de interés exclusivo en los acuerdos de libre comercio hacia un enfoque más social y cooperativo, con un énfasis especial en asuntos sociales y políticos, en una batalla por superar la exclusión social, la pobreza y asegurar una distribución más justa de la riqueza, como si se tratara de una lectura  política de lo que llegó a ser concebido históricamente como el sistema de “vivir y dejar vivir”(Axelrod), con todo el peso simbólico que le acompañó y que todavía conserva; ahora visto desde un punto de vista energético.

 

 En este orden, se trató de un momento en donde la formulación de la política exterior del Gobierno de Chávez, como un proceso más de formación de políticas públicas, pese a sus costos y cuestionada sostenibilidad en el tiempo, generó unos resultados de otra naturaleza, con el posicionamiento de nuevas ideas en el espacio deliberativo internacional (Serbin, s/f).

 

Sobre la base de esta lógica de acción, aquella postura reivindicada por los esquemas de cooperación tradicionales Norte-Sur resultaron desafiados, justo porque la actuación del Estado venezolano manifestó una tendencia expresa a la cooperación, pero desde una perspectiva Sur-Sur, apoyada en las nociones de democratización, equidad, horizontalidad y solidaridad; o al menos, esa era la interpretación que la conducta de este actor reflejó en el marco de una línea de acción en dónde cooperar bajo condicionantes que no tomaban en cuenta las desigualdades de los jugadores se asumía como máxima en las reglas del juego en la dinámica energética tradicional, determinada bajo la imposición de grandes factores de poder, pero que ahora resultaban ser reconfiguradas y adquirían un nuevo matiz.

 

Sobre la base de esta estructura poliargumental se puede decir que el comportamiento del Estado venezolano a través de la plataforma Petrocaribe le permitió proyectar en la región la superioridad que representaba para los demás actores un camino cooperativo, que hacía una ganancia máxima conjunta. En esta línea se trataba de la aplicación de un concepto de racionalidad razonable, que no buscaba maximizar las ganancias para cada actor en función a sus pretensiones, sino con la aspiración a un tipo de ganancia social, aunque tal empresa llegara a significar el sacrificio de un redito individual.

 

No obstante, también es importante decir que el hecho de que Venezuela en ese momento se movió sobre la base de un comportamiento de naturaleza cooperativo, ello no significó recibir una respuesta proporcional; un aspecto que también reveló situaciones de traición o explotación; lo que hace deducir también un principio que subyace a esta dinámica, cuando algunos actores manifiestan sus afinidades por los comportamientos no cooperativos con el propósito de evitar ser explotados.

 

Visto los elementos en conjunto, no se puede negar que la idea de la cooperación y el uso geopolítico del petróleo por parte de Venezuela en el juego entre actores internacionales para la definición de la política exterior, se encontró sujeto al contexto y a determinadas condiciones objetivas; pues, en todo caso, el entorno es una variable exclusiva que influenciará la suscripción a un enfoque y la necesidad de implementarlo. Sin embargo, el interés era acudir a un ejercicio de teoría política para comprender la dinámica de ciertos actores y la aplicación de ciertos conceptos de valor explicativo que plantearon un verdadero cambio de paradigma en las reglas del juego político energético de una época.

 

Para finalizar, una mirada a la realidad circundante revela un enfoque prevaleciente en nuestros días, que manifiesta su agudo cuestionamiento a la relevancia geoestratégica del petróleo para la Venezuela de los últimos años. Ciertos analistas refieren principalmente tres razones como factores originadores de esta situación; siendo la primera, el nuevo rol que les ha tocado desempeñar a los Estados pertenecientes al Golfo Pérsico en el sistema de abastecimiento a nivel planetario; además de las acciones que llegaría emprender el propio EE.UU. en función de asegurar su interés nacional y autosuficiencia en el campo de los hidrocarburos, en el marco del desarrollo del fracking y el shale oil, o petróleo de esquisto, que al final se pudo traducir en una reducción de aproximadamente un 30% de la cantidad de importaciones del recurso (Malamud y Núñez, 2019).

 

 Sin embargo, el factor que mayor influencia ejerce en los planteamientos que colocan en entre dicho el papel geoestratégico del petróleo para el país tiene que ver con las dificultades que en los últimos tiempos ha venido padeciendo la industria petrolera. La falta de inversión y la ausencia de recursos representan elementos de peso en el actual panorama económico en el país, con implicaciones verdaderamente importantes para las nociones que fundamentan el fortalecimiento político del Estado venezolano en función al uso del recurso. Si bien es cierto, los esfuerzos que se han venido ejecutando desde el Gobierno nacional en los últimos años han sido determinantes, particularmente en el nuevo escenario global, pero se trata de aspectos que deberán ser incorporados en el análisis, a fin de poder enriquecer la aproximación al fenómeno y disponer de una mirada más crítica para el máximo aprovechamiento del recurso en el porvenir.

 

BIBLIOGRAFÍA:

            Aristóteles. La Política. (1983). Libro VII. Editorial. Centro de Estudios Constitucionales, colección. Clásicos Políticos. Madrid.

Arendt, Hanna (1945) Los orígenes del totalitarismo. Nueva York, Harcourt Brace.

Axelrod, R. (2012). Lauching "The Evolution Of Cooperation". Journal of Theoretical Biology Vol.299, 21-24.

            Barbé, Esther (2003) Relaciones Internacionales. Editorial Tecnos:Madrid.       

Benzi, Daniel y Zapata, Ximena (2013)Geopolitica, economía y solidaridad internacional en la nueva cooperación Sur-Sur: El caos de la Venezuela Bolivariana y Petrocaribe. América Latina Hoy, 63, pp.65-89. [en línea] Disponible en:

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 Easton, David. (1969) Esquema para el análisis político. Amorrortu Editores.

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Malamud, Carlos y Núñez, Rogelio (2019) La crisis de Venezuela y el tablero geopolítico internacional. Real Instituto Elcano. Royal Institute. [en línea] Disponible en:

 Morguenthau, Hans (1990) Otro gran debate: El interés nacional de los Estados Unidos” Escritos sobre política internacional. Madrid: Tecnos.

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Serbin, Andrés (s/f) Cuando la limosna es grande. Revista Nueva Sociedad. 205.

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[1] Garcia-Pelayo, Manuel (2014) La Idea de la Política. Fundación Manuel García-Pelayo.

[2] Guevara, Pedro (1997) Estado vs. Democracia. Intertextos Consultores: Universidad Central de Venezuela.

[3] Hobbes, Thomas. (1651) El leviatán.

[4] Rousseau, Jean-Jacques (1755) Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres.

[5] Sobre la relevancia de este autor para la Ciencia Política, se deben traer algunas consideraciones puntuales: “A pesar de que el pensamiento de Morgenthau carezca de originalidad, dado su sustrato filosófico (razón de estado de Maquiavelo, estado de naturaleza de Hobbes) e histórico (diplomacia de equilibrio del poder a la Metternich), él fue el primero en aplicarlo de manera sistemática al mundo de la Guerra fría. De ahí que todos los autores, sin entrar en detalles, le reconozcan (como mérito y como crítica) el papel del citado fundador”(Barbé, 2003: 56).

[6] Esther Barbé (2003) refiere que esta metáfora que hace alusión a un juego procede de la literatura clásica de algunas reflexiones en torno a las Relaciones Internacionales, que se le suelen adjudicar al autor A. Wolfers (1962), en su reflexión titulada “Discord and Collaboration. Essays on International Relations”. The Jhons Hopkins, UP Baltimore.

[7] Al respecto, se puede consultar la referencia en Barragán, Julia (1989) “Las reglas de la cooperación. Modelos de decisión en el ámbito público”. En Griffin, Barragán, Harsanyi y Barcon (1989) Ética y polítca en la decisión pública. Separatas.


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