Aplicación de la teoría de los juegos para la comprensión del uso geopolítico del petróleo, en la definición de la política exterior de Venezuela durante el gobierno de Hugo Chávez de 2000-2006; Por Guillermo Martínez Vílchez
INTRODUCCIÓN:
En el marco de la evolución histórica del sistema político venezolano, el petróleo se ha convertido en un variable fundamental, al punto de que no es posible comprender el desarrollo social, político y cultural de la sociedad venezolana sin considerar el papel que ha desempeñado este vital recurso en la evolución económica del país y su influencia en configuración de las relaciones políticas dentro y fuera del sistema.
En este marco, el
petróleo se ha considerado una pieza clave bajo el enfoque geopolítico, como
campo del saber que se enfoca en la construcción de análisis que toman en
cuenta la vida e historia de los Estados, considerando su posición geográfica y
la disponibilidad de recursos estratégicos con los que cuentan; y que al final
termina determinando el potencial de poder que puede ejercer el Estado
venezolano en la configuración de la política internacional.
En
este sentido, con base en el petróleo las relaciones que Venezuela ha podido
construir en la arena internacional, se pudiera demostrar la configuración de
determinados comportamientos que plantearon esquemas de cooperación con algunos
actores, particularmente en la zona del Caribe durante el Gobierno del ex
presidente Hugo Chávez comprendido entre los años 2000 y 2006; actuación que
supuso una poderosa proyección para Venezuela y que posicionó nuevos temas en
la agenda deliberativa internacional.
Justamente, sobre la
base de estos supuestos es que sale a relucir la teoría de los juegos, como
constructo teórico que ha adquirido un valor explicativo en los procesos de
toma de decisiones en la gestión pública (Barrgán, 1989) para dar razón de
determinados fenómenos que ocurren en la realidad y que permiten dar cuenta de
determinados comportamientos sociales, y que ahora nos sirve para comprender
determinadas actuaciones que fueron llevadas a cabo por el Estado venezolano
como actor internacional, particularmente en razón del rol protagónico que
asumió en la época y que a través de la formación de la política exterior mostró
una conducta que rompió esquemas y transformó algunos paradigmas que se
disponían apoyándose en la cooperación y la solidaridad internacional.
Es por ello que en la línea de la reflexión
argumentativa, la aplicación de la teoría de los juegos para comprender estas actuaciones
se hará a través del uso pedagógico del dilema del prisionero, tradicionalmente
considerado como un juego no competitivo, no-cooperativo, para dar cuenta que
la lógica del Estado venezolano durante la época. El núcleo fundamental del dilema del
prisionero es que muestra que la racionalidad individual conduce a los
jugadores en una determinada situación social a un resultado menos favorable
frente a otro resultado posible. Se trata de un modelo ideal donde se pueden
ver reflejadas determinadas situaciones de la vida cotidiana en donde se logra
demostrar que muchas veces la búsqueda de los intereses propios provoca
pérdidas, cuando el haber podido establecer un lazo de cooperación mutua
concede mayores ganancias (Axelrod, s/f).
En esta línea, se trata
de hacer uso de un modelo conceptual que goza de un extraordinario valor
descriptivo y normativo (Barragán,1989); una distinción clave para la
investigación y que resulta trascendental mencionar. Cuando se haga mención al
dilema del prisionero como modelo descriptivo, se tiene que decir que se trata
de una herramienta que permite comprender y descifrar las estructuras que
subyacen a determinados modelos de relaciones y que permiten la elaboración de
categorías y prever comportamientos en el futuro. A partir de lo cual se puede
decir que el dilema del prisionero como modelo descriptivo hace referencia a la
comprensión del comportamiento de los jugadores como sujetos racionales, pero
desde una metodología de análisis que concede un peso trascendental a los
conceptos y métodos de tipo lógicos y matemáticos (Barragan,1989).
No obstante, cuando se
hace uso del dilema del prisionero como modelo normativo adquiere un papel
relevante en la Ciencia Política, para comprender los procesos de toma de
decisiones en el ámbito público. Básicamente se trata de una herramienta
conceptual que sitúa el análisis no en el ámbito lógico- matemático sino en la
dimensión de los valores. Entonces, la interpretación normativa del dilema del
prisionero se inclina a favor de la utilización de los métodos de la crítica
filosófica, lo que hace que se privilegien los comportamientos cooperativos en
tanto se concede relevancia a una nueva concepción de la racionalidad, como
impulso que mueve a la búsqueda, no de beneficios individuales, sino en la
perspectiva de una utilidad social.
Sobre la base de la
anterior consideración, tomando en cuenta que el planteamiento medular reposa
sobre la comprensión del papel del petróleo para Venezuela en la definición de
su política exterior durante los años 2000 y 2006 en el Gobierno de Hugo
Chávez, es necesario señalar que se hará uso del modelo normativo del dilema
del prisionero, donde los actores centrales del análisis serán los Estados que
integran la región caribeña, y que gozan de protagonismo en el sistema político
internacional en el periodo temporal delimitado.
Por su parte, el
propósito de la investigación es determinar el objetivo que movía el Gobierno
venezolano de hacer un uso de este recurso en la arena internacional,
considerando las diversas hipótesis desglosadas por diversas investigaciones
que refieren que los objetivos fueron encausados en función de lograr un mayor
posicionamiento, ganar influencia desde una perspectiva geopolítica; hasta
geoeconómica, sobre una plataforma cimentada en esquemas de cooperación.
En efecto, desde el
punto de vista del realismo político como modelo de análisis para la
comprensión de los comportamientos de los Estados, en tanto actores en la arena
internacional, el elemento relevante en la definición de la política exterior
es siempre la preservación del interés nacional, sobre cualquier otra cosa en
el sentido en que se parte de una noción egoísta y conflictiva que subyace a
todas las relaciones sociales y que ve con dificultad poder velar por el
bienestar colectivo sin hacer sacrificios. Al menos, son esas ideas las que resaltan
autores como Hans Morgenthau, y que han sido vistos con suma complacencia por
pensadores e investigadores de las Relaciones Internacionales.
Sin embargo, esta
lógica de acción no debería ser asumida como determinante o una verdad absoluta,
en el sentido en que también se piensa que son otros los motores que también pueden
orientar la formación de las políticas de los Estados y que le pueden otorgar
mayores réditos en la arena internacional. En este sentido, resultan
convenientes las reflexiones introducidas por Robert Axelrod, quien se ha
destacado en el campo de la formulación de políticas públicas por pensar la
idea de la cooperación y las dificultades que un modelo de interacción de esta
naturaleza plantea, en el marco de un mundo que parecer sobrepone el egoísmo
sobre otros valores.
Justo estas
¿En
qué condiciones surgirá la cooperación en un mundo de egoístas sin autoridad
central? Esta pregunta ha intrigado a la gente durante largo tiempo y por una
buena razón. Todos sabemos que los humanos no somos ángeles y que solemos ver
primero por nosotros y por lo nuestro. Sin embargo, también sabemos que la
cooperación existe y que nuestra civilización se basa en ella. No obstante, en
las situaciones donde cada individuo tiene un incentivo egoísta, ¿cómo puede
llegar a desarrollarse la cooperación? (Axelrod,2012:1)
Justo, parte de estos
planteamientos tratarán de ser profundizados y respondidos en las próximas
secciones. No obstante, entre los elementos argumentales que se deberán tener
presente de entrada tienen que ver con que una prominente teoría de la cooperación
refiere que este modelo de interacciones basado en el interés individual surge
naturalmente entre jugadores.
No obstante, el
análisis requiere una indagación más profunda para dar con la explicación que
facilite un esquema de entendimiento que pueda dar razones del por qué el
Gobierno venezolano deseaba consolidar una estrategia de cooperación; que se
pudo ver reflejada en proyectos como el encarnado por PETROCARIBE, que
revolucionó los esquemas de integración en materia energética, social y humanitario
para la época y la configuración de las reglas en el escenario regional, que se
pudo traducir en desarrollo y una nueva configuración de la distribución de las
riquezas.
Aunque la evidencia sugerirá que el modelo de
interacciones entre los distintos actores (Estados) en la arena internacional
se caracterizará por establecer patrones de acción sustentados en esquemas que
consideren tanto la cooperación, como el conflicto, una dinámica común de naturaleza mixta, en
donde no siempre la prevalencia de alguno de ellos realmente suponga la
exclusión definitiva del otro; pero donde también la definición de las reglas
del juego en la dinámica petrolera pasarán a convertirse en igual modo en un
aspecto relevante, que es necesario
problematizar.
Esto es: apoyándose en
las consideraciones desarrolladas en los acápites previos, y las reflexiones
desarrolladas a lo largo de las lecciones desarrolladas en el seminario sobre
Intereses y Juegos en la Formación de las Políticas Públicas resulta de interés
saber entonces ¿cuáles fueron las principales motivaciones que movieron al
Estado venezolano para la formulación de reglas que definieron la dinámica
petrolera venezolana para la época? ¿acaso la dinámica petrolera pretendía
transformar esas reglas y con ello la lógica de las características de los
modelos de los juegos tradicionales, generando determinados elementos de
naturaleza política en la configuración de una estrategia estrictamente
cooperativa o que apuntaba a unos intereses específicos? ¿Cuál podría haber
sido la reacción esperada de los actores involucrados en la dinámica ante esta
tendencia? A partir de lo cual habría que analizar si existía una línea de
acción que consideraba como necesidad el planteamiento de nuevos acuerdos
tácitos por parte de tales actores, o por un motivo de supervivencia se tenían
que plegar a las reglas existentes.
El propósito de la investigación es demostrar la aplicabilidad de la teoría de los juegos en la definición de las relaciones entre algunos Estados y Venezuela y su influencia en la construcción de esquemas de cooperación. En este orden, más que poder desarrollar un análisis económico, el objetivo es poder indagar acerca del uso político que se que se hizo del petróleo en el sistema político venezolano, para la configuración de relaciones estratégicas, apoyadas en la cooperación y la negociación; elementos que se pasarán a desarrollar de seguida.
1. LA CONFIGURACIÓN DE LA
POLÍTICA EXTERIOR DE LOS ESTADOS EN LA ARENA POLÍTICA INTERNACIONAL ¿UN IMPULSO
EGOÍSTA O COOPERATIVO?
El fundamento de las
reflexiones en torno al Estado en las relaciones internacionales parte por
considerar el egoísmo como el principal motor en la definición de la política
exterior, conclusión proveniente de una vasta reflexión que tiene su historia.
En un primer momento se debe señalar que la visión
antropológica del hombre por mucho tiempo llegó a configurar la visión de la
política en la historia de la humanidad. Al respecto, nos comenta Harto de Vera
(2005) en su texto “Ciencia Política y Teoría Política Contemporáneas: Una
relación problemática” que, desde un principio, cuando la reflexión sobre la
Política se hacía desde la artesanía intelectual las teorías eran proclives a
extraer enunciados normativos de la naturaleza humana, a partir de su propia
concepción antropológica.
En esta línea, el profesor Manuel García-Pelayo (2014)[1]
nos refiere cómo las dos imágenes de la política más destacadas por el
pensamiento filosófico, que han oscilado entre la idea de la tensión, la lucha
y el conflicto, que constituye el momento polémico, y la noción de orden o paz
(el momento estático) lo que han expresado de fondo es el conflicto histórico
entre la visión contrapuesta de la naturaleza humana: (A)La primera, que
considera que “el hombre es radicalmente malo, torpe e insociable, cuyo caso la
existencia transcurre en la rebeldía contra todo orden, sólo limitada por un
poder más fuerte”(p.6); frente a (B) otra visión que considera que “el hombre
es esencialmente bueno, inteligente y sociable, aunque las circunstancias
históricas lo hayan hecho transitoriamente malo y, entonces, una vez superadas
estas circunstancias, su existencia transcurrirá naturalmente por las vías
pacíficas”(p.6).
Justamente esta
visión antropológica es la que ha condicionado la Teoría del Estado en la
concepción de sus planteamientos acerca de la necesidad de asegurar su
justificación como máxima entidad garante del orden en la sociedad. Al
respecto, resulta conveniente presentar parte de la reflexión que expone Pedro Guevara (1997) en su texto “el Estado
vs. Democracia”[2],
en el apartado en donde contrapone “la concepción antropológica y sociológica
pesimista vs. La concepción antropológica y sociológica optimista”.
Así, de acuerdo con Guevara la concepción del Estado
relativa a la naturaleza humana es pesimista en cuanto asume que sus rasgos
inherentes, tales como el egoísmo, la insaciable ambición de poder y la maldad
en general, nunca dejarán de estar presentes. En este marco, el autor
establecerá una distinción esencial entre lo que considera “pesimismo radical” vs. “pesimismo racional o prudencial”.
Con
relación al primero de ellos, (el pesimismo radical) se debe tener presente que
este planteamiento sostiene que “el hombre es esencialmente un ser perverso, y
su tendencia al mal se manifestará cada vez que tenga oportunidad, ya que, como
diría Maquiavelo ´Los hombres son ingratos, volubles, disimulados (…) temen
menos el ofender al que se hace amar que el que se hace temer, porque el amor
no se tiene por el sólo vínculo de gratitud, que en atención a la perversidad humana toda ocasión de interés personal
llega a romper; en tanto que el temor del príncipe se mantiene siempre con
el del castigo, que nunca abandona a los hombres”(Maquiavelo, 1970:82-83)
Particularmente,
se pudiera decir que se trata de la visión filosófica posicionada por Thomas
Hobbes en la teoría política, máximamente presentada en su obra Opus Magnum El Leviatán según la cual el hombre es
el lobo del hombre, y la tendencia previa a la conformación del Estado era la
prevalencia del estado de naturaleza, en una lucha “de todos contra todos””. En
este marco, prevalece una visión estatista, conforme a la cual, la sociedad
dejada a su libre albedrío, tiende inevitablemente al desorden y al conflicto,
pues ella es ámbito de los intereses privados que cada quien trata de
satisfacer en desmedro de los demás.[3]
Ahora bien, con relación al “pesimismo racional o prudencial” Guevara refiere que esta postura
sostiene que “el hombre es capaz de acciones buenas y solidarias”, pero en la
medida en que estas no son permanentes, se hace necesario regularlas como algo
tendiente a lo malo, particularmente cuando se encuentra en juego la seguridad
del Estado. En razón de lo cual, se puede decir que el efecto lógico de ese
“pesimismo antropológico” es la consideración que refiere que las tendencias
inherentes a la naturaleza humana sólo pueden controlarse mediante la
“coerción”.
Es decir, como una consecuencia de la visión pesimista
de la naturaleza humana, la sociedad es concebida como un producto de la
necesaria intervención de un ente con poder coercitivo de tal magnitud que sea
capaz de reprimir los intereses particulares desbordados, e imponer un orden de
convivencia beneficioso para todos. De esta manera, señala Guevara (1997) la
sociedad nace sólo cuando es posible el sometimiento de las tendencias egoístas
y disgregadoras de la naturaleza humana.
Ahora bien, resulta conveniente advertir que
también otra tendencia en el campo de la teoría política ha convenido en
considerar el lado “optimista del ser humano”. En este sentido, según Guevara
también se puede identificar un “optimismo
radical”, frente a un “optimismo
prudencial”.
Con relación al primero (el optimismo radical) se
trata de la concepción que llega a plantear Jean-Jacques Rousseau[4],
quien sostuvo que la naturaleza humana es esencialmente buena y sociable.
Mientras que el optimismo prudencial
será aquella concepción que acepta las condiciones negativas en los individuos
junto a las condiciones positivas, pero que, en todo caso, aquéllas pueden ser
controladas a través de procedimientos no coercitivos.
Esta postura conceptual de la naturaleza humana parte
de la posibilidad de construir un orden social sin la intervención de un
extraño a ella misma. De acuerdo con Guevara, se fundamenta en la creencia en
que la convivencia humana es posible sin recurrir a la imposición coercitiva.
Resultado de la racionalidad y sociabilidad propios de su naturaleza, el hombre
es capaz de dominar sus impulsos egoístas en aras de la convivencia pacífica.
En
función a esta consideración, el hombre puede trascender su individualidad en
un orden representativo de los intereses generales, al percatarse racionalmente
de que sin la existencia de ese orden no es posible su propia existencia ni la
realización de sus intereses particulares. De esta manera, para esta concepción
es descartada la coerción como mecanismo para alcanzar el orden en tanto que
existe el interés y la creencia en normas y valores.
1.1 El
realismo político, la formación de la política exterior y el interés nacional:
Los elementos descritos
previamente son necesarios para comprender los paradigmas que han dominado las
tradiciones del pensamiento en las que se apoya el proceso de formación de las
políticas exteriores de los Estados. Al respecto, la realpolitik se posiciona como una de las escuelas intelectuales más
prominentes de la disciplina, que intentan dar cuenta del comportamiento de los
países en la arena internacional y que surge durante los albores de la Guerra
Fría, cuando resultan severamente cuestionados los grandes postulados y valores
jurídicos-normativos que aseguraban en cierto modo el orden de la época.
En este orden, es
necesario traer las apreciaciones que presenta Esther Barbé en su texto sobre
“Relaciones Internacionales”, quien plantea que el realismo político surge como
un paradigma que se enfrenta a la perspectiva del mundo que refiere que es
posible el establecimiento de relaciones armónicas entre los distintos actores
en la arena internacional, o que es posible la construcción de una seguridad
colectiva. Justo para la realpolitik el enfoque ideal que se describe no se
ajustaba a las condiciones efectivas del entorno internacional, además que
colocaba en riesgo la seguridad nacional de los Estados (Barbé,2003).
En este orden de ideas,
resulta trascendental mencionar que uno de los autores que ejercerán mayor
influencia en esta escuela del pensamiento que busca dar cuanta de la formación
de la política exterior será Hans J. Morgenthau; un destacado pensador de las
Relaciones Internacionales que se adscribe a la tradición hobbesiana de la
Teoría Política[5]
a la cual llegamos a hacer referencia en otros apartados y que se destacará en
la disciplina por la formulación de unos principios, que posteriormente serán
asumidos como un credo por algunas Administraciones; particularmente la
norteamericana, y que ejercerá influencia contundente en la configuración del
poder en la arena internacional.
En términos generales,
se puede decir que el realismo político es un enfoque tradicional y pragmático
que se asumió como el marco de acción a la que tenía que ajustarse el proceso
de formación de la política exterior. En esta línea, se trata de una
perspectiva que concibe como la unidad básica del análisis al Estado, que se
interpreta como un actor unitario y racional. Y justo esa racionalidad se
manifiesta en la tendencia a intentar buscar maximizar su poder (Barbé, 2003).
Básicamente, para esta
tradición del pensamiento el problema central que se debe resolver es el
referido a la seguridad nacional, en tanto que el Estado como actor racional se
desenvuelve en el marco de un entorno profundamente hostil. Precisamente por ello
es que se suele utilizar una metáfora para representar el valor de esta
corriente de interpretación, que se manifiesta en la idea de “las bolas de
billar”[6] tratando de hacer el símil
de la dinámica de los Estados como entidades unitarias, que se enfrentan entre
sí constantemente. En este sentido, se apela a una interpretación de la
realidad en la cual no es posible concebir la idea de una comunidad, sino en
donde más bien prevalece un entorno de aguda anarquía y en el que es
dificultoso el ajuste a reglas determinadas; lo que ha hecho suponer que la
arena internacional pueda ser interpretada como un estado de naturaleza.
Hans Morguenthau (1990)
ha plasmado sus ideales en un texto clave titulado “Otro gran debate: El
interés nacional de los Estados Unidos”, donde intenta aclarar los elementos
fundamentales que deben caracterizar la política exterior americana y que
forman parte de la “esencialidad” de la política en general. En esta línea, se
enfoca en indagar acerca de un concepto relevante como lo es el de “interés
nacional”, que se convierte en trascendental y en la guía de la acción
política.
Al respecto, el autor
subraya que las posturas que se han enfrentado al realismo sostienen que el
concepto de interés nacional no puede ser aceptado como criterio definidor de
la acción política, particularmente cuando es sujeto de malas interpretaciones
que lo confunden con otras nociones como las de “imperialismo” o “nacionalismo
a ultranza”; observaciones que tienen sus razones de ser, pero que no le restan
valor argumentativo al concepto (Morguenthau, 1990).
En este orden,
Morguenthau (1990) sostiene que al hablar del concepto de interés nacional se
debe hacer referencia obligatoria a la idea de “entidad física, política y
cultural” que es la nación. De esta forma, ante un entorno donde la cantidad de
Estados soberanos se enfrentan en un espacio de competición y luchan por la
conquista del poder, la política exterior de cada uno de estos actores
requieren enfocarse en asegurar “la supervivencia” como elemento trascendental
para su bienestar y existencia. Motivo por el cual una máxima a considerar en
el comportamiento de los países deberá ser conservar, por sobre manera, su
estructura física, política y cultural ante la amenaza y el riesgo latente de
las demás naciones que la rodean.
Justamente, esta
concepción ha sido criticada porque concede preponderancia a la figura del
Estado nacional, por sobre cualquier otro actor, al momento de concebir la idea
de la política, y también porque convierte al interés nacional como el elemento
exclusivo, sin el cual se puede comprender la acción política. No obstante,
Morguenthau (1990) se esfuerza por esclarecer en que ello no es del todo así,
sino que se deben tener presentes algunos aspectos de la idea del interés en
tanto se convierte en “la esencia de la política”, lo que hace que se trate de
un aspecto que sobrepasa las barreras del tiempo y espacio de las formas de
organización humana conocidas.
En esta línea,
Morguenthau (1990) para otorgar mayor peso a sus razonamientos hace referencia
a dos pensadores que son referencia histórica en esta tradición del pensamiento
político y que otorgan validez argumentativa a las aseveraciones previamente
dispuestas. En primer lugar, hace mención a una reflexión formulada por el filósofo
político Tucidides, quien en su experiencia en la Antigua Grecia, llegaba a la
conclusión de que “la identidad de intereses es el vínculo más seguro entre
estados o entre individuos”; con lo cual daba a comprender en que sólo en
función a la semejanzas de objetivos parecidos es que se podían establecer
lazos de acercamiento entre las naciones, lejos de considerar cualquier otro
aspecto que pudiera referir el enfoque idealista. Una noción que al final de
cuentas sería retomada también por Lord Salisbury, pero en el siglo XIX, cuando
formula la declaración que refiere que “el único vínculo que perdura…es la
ausencia de intereses enfrentados”; con lo cual nuevamente remitía la
posibilidad a interpretar el entendimiento o las buenas relaciones entre las naciones,
siempre que no hubiese algún tipo de coalición con sus propósitos individuales.
El valor teórico que se
puede deducir de estos razonamientos centrales del autor es que permite
dilucidar que el debate se orienta en poder descubrir la verdadera naturaleza
de la política; y que desde esta óptica se reduce a concebirla desde una
batalla entre los intereses reales que subyacen a la acción política, frente a
las ideas abstractas que se formulan desde otras escuelas del pensamiento, que
se enfocan en estudiar el comportamiento de los Estados en el escenario
internacional. No obstante, sobre la base de estos supuestos, Morguenthau
señalará muy tajantemente en que la relación entre la política y el interés es
un vínculo permanente, mientras que el vínculo entre el interés y el Estado
será el resultado de unas condiciones históricas, que resultan convenientes
saber interpretar.
De este modo, el
interés nacional se convertirá en un asunto que no se podrá descartar de la
reflexión sobre la las Relaciones Internacionales y la configuración de la
política exterior de los Estados. En razón por lo cual la noción de
supervivencia de una unidad política se convierte en el aspecto trascendental y
en el mínimo irreductible que hay que asegurar. Aunque también se deberá
considerar, que el interés nacional se compondrá de unos elementos variables
que se encontrarán sujetos a las presiones que puedan llegar a ejercer algunos
grupos sectoriales en la búsqueda de algún redito en particular. Pero ello no
querrá decir que vaya a ser la expresión o suma conjunta de todos ellos. En
todo caso podrá ser considerado el mínimo común denominador que condensará
parte de estas aspiraciones sectoriales y del interés nacional en general, como
supra idea a valorar. Entonces, se trata de un enfoque que refiere que el
interés nacional deberá prevalecer sobre los intereses no nacionales (Morguenthau,1990).
Al final de cuentas, el
paradigma del realismo político considera el conflicto como elemento esencial y
que no puede descartarse si se tiene en cuenta que la política exterior se
configura sobre la base de una lucha por el poder. Un planteamiento que es muy
bien esbozado en las siguientes palabras:
El
concepto de interés nacional no presupone ni un mundo naturalmente pacífico y
armonioso ni la inevitabilidad de la guerra, como consecuencia de la
persecución de intereses naturales por parte de todas las naciones. Supone, por
el contrario, un continuo conflicto y amenaza de guerra, que habrá de ser
minimizado mediante el continuo ajuste de los intereses en conflicto a través
de la acción diplomática (Morguenthau,1990: 99-109).
Precisamente, todos los
planteamientos previos permitieron que Hans Morguenthau (1986) se convirtiera
en una referencia fundamental en el campo de las Relaciones Internaciones. La
relevancia de este autor llegó, incluso, a ser expresada por medio de un
conjunto de principios que llegaron a asumir el estatus de “credo” y que se
convirtió en parte de la esencialidad de un enfoque de estudio incorporado por
un sector importante de pensadores e investigadores, y que al sol de hoy se
toma como perspectiva de análisis para comprender la realidad y la dinámica
política internacional, los cuales resulta mencionar en las líneas que siguen:
- 1. La
política, al igual que toda la sociedad, obedece a leyes objetivas que arraigan
en la naturaleza humana. Justo este elemento hace que
el autor sostenga que la política puede establecer una separación entre la opinión
y la verdad, lo que permite la construcción de una teoría que se sustente en
hechos verificables, a partir de donde adquiere sentido la concepción de la
política internacional.
- 2 El interés nacional sólo puede
ser concebido en términos de poder. La política
internacional en la perspectiva del realismo político sólo adquiere sentido
cuando se concibe la idea de interés en los términos de poder. Justo este
elemento es el que permite, entonces, distinguir la lógica de la actividad de
la política, de otras formas de acción. De este modo, se busca sobreponer el
interés nacional en el marco de la configuración unos valores particulares, a
partir de lo cual se asume como principio normativo que hace que la política
exterior asuma como regla la búsqueda de reducción de riesgos y la maximización
de los beneficios, en un marco de prudencia y tendiente al éxito.
- 3. La relevancia del contexto y
sus ajustes en el tiempo y el espacio. De
acuerdo con el planteamiento de este enfoque el interés definido en términos de
poder se concibe como un principio universal que rige la acción política de los
Estados, pero al mismo tiempo ello no supone que se trate de un elemento que no
se transforme en el tiempo, a partir de lo cual se tiene que tomar en cuenta
esta consideración.
- 4. El realismo político es
consciente de la aguda tensión entre la moral y los principios que dirigen la
acción política. Para este paradigma de interpretación de
la dinámica política en la arena internacional resulta comprensible que hay una
tensión entre los preceptos morales y la lógica que exige la acción de
naturaleza política. Justo por ello se considera a la prudencia como la virtud
que al final de cuentas es suprema y que permite reducir el nivel de tensión
entre estas dos dimensiones.
- 5. El centro de la reflexión no
debe enfocarse en las ideas. En la perspectiva de este
enfoque no se pueden catalogar como aspectos semejantes las aspiraciones de la
moral de un Estado con los preceptos morales que se asumen como regidores del
comportamiento del universo. En este orden, Morguenthau destaca la forma de
acción que es propia de los Estados, que orientan su comportamiento en función
de una ley moral; una dimensión que no tiene un equivalente cuando la discusión
es comprender el bien o el mal entre las relaciones de los Estados.
- 6. La autonomía de los estudios
referidos a la comprensión de la política internacional.
Desde una mirada del realismo político se trata de pensar la autonomía de la
política desde la prevalencia del interés que se concibe como poder, pero sin
dejar de tomar en consideración en que existen otros parámetros de formas de
concebir la política distintos a los predicados.
Acerca
de esta lista de preceptos, se tiene que volver a decir que se trata de algunos
principios que han sido difundidos como principios regidores de los
comportamientos de los Estados. Sin embargo, ello no ha impedido que otras
corrientes y escuelas del pensamiento hayan establecido sus propias posturas.
Es por ello que también se debe considerar en la gama de teorías la otra cara
de las estructuras teóricas que se concentran en explicar el comportamiento de
los Estados en la definición de sus políticas exteriores. Elementos que se
pasaran a desarrollar en las líneas que siguen.
1.2 La cooperación entre los Estados en las Relaciones
Internacionales ¿Una alternativa al realismo político?
La cooperación en el
campo de las relaciones internacionales se ha tornado en convertirse en un
concepto verdaderamente polisémico y variopinto. Las distintas
conceptualizaciones de este término variarán sobre la base de las apreciaciones
que las distintas partes le otorguen a la noción de cooperación, y a la no
cooperación; cuyas líneas divisorias en algunas ocasiones resultarán difíciles
de esclarecer, puesto que en algunos momentos la falta de cooperación no
supondrá exclusivamente la presencia de un conflicto, ni la ausencia de un
conflicto referirá directamente que haya cooperación.
En este orden, siguiendo algunas
consideraciones que hace Oye (1985), acerca de la cooperación, se tiene que
decir que se trata de un concepto que plantea como necesidad que exista un
reconocimiento e identificación de oportunidades para que puedan desarrollarse
intereses comunes y establecerse procesos de coordinación entre políticas. De
ahí que sea el mismo Ernst Haas (1980) quien
sostenga que la noción de cooperación en la arena internacional se
comprende como un tipo de régimen internacional, lo que supone un conjunto de
procedimientos, reglas y normas al cual llegan determinados Estados y demás
actores internacionales, con el propósito de asegurar el entendimiento en
alguna dimensión en específico del espacio internacional en donde desenvuelven
sus actividades.
Sin embargo, resulta
trascendental conocer los enfoques sobre los cuales reposa la reflexión en
torno a la cooperación; en tanto
son trascendentales para el análisis;
particularmente cuando se sabe que el propósito central es conocer el papel que
jugó el petróleo para el Estado venezolano en uno de los Gobiernos del ex
presidente Hugo Chávez, en el cual un grueso de la investigación académica
documenta que prevaleció una diplomacia petrolera en la definición de su
política exterior, que le permitió asumir un rol en la dimensión internacional,
apoyándose en conceptos de cooperación y de la solidaridad internacional; que
al mismo tiempo pueden ser interpretados como parte de una estrategia y que puede
ser explicada sobre la base de los fundamentos analíticos que son desarrollados
por la teoría de los juegos.
Al
respecto, conviene hacer mención a una de las ideas prevalecientes en la
reflexión acerca de las formas de expresión de los intereses de los Estados.
Particularmente una vertiente que es vista con cierto recelo por algunos
analistas, pero que también resulta importante considerar por su relevancia
para una mayor comprensión de los fenómenos políticos. En este sentido, se
trata de los estudios sobre la noción de cooperación bajo condiciones de
anarquía, en donde el interés de los Estados, que inicialmente puede ser
impulsado por nociones egoístas resultan en acciones con fines que permiten la
construcción del bienestar común.
Sobre
la base de este preámbulo, es fundamental considerar que algunas reflexiones en torno a la idea de la
cooperación en las Relaciones Internacionales
refieren la existencia de un estado de anarquía, en razón de la ausencia
de una entidad supranacional sobre los
Estados, que gozan de soberanía y que disponen de unos intereses y una lógica
natural de para conservar su existencia. No obstante, estos últimos fines no
podrán materializarse de manera autónoma, sino que en la mayoría de las veces
exigirá la participación de otros Estados; un elemento que plantea entonces la
idea de la cooperación como aspecto indispensable para la comprensión de la
dinámica internacional.
Justo
en un entorno anárquico se configurarán los intereses y las identidades de los
Estados. En este marco, vienen a relucir en la discusión los postulados
desarrollados por Alexander Wendt, en su ensayo titulado “Anarquía es lo que
los Estados hacen de ella”, donde puntualmente el autor hace uso de conceptos
propios de la psicología para explicar el comportamiento de los Estados, como
abstracciones que se desenvuelven sobre la base de un sistema de percepciones
que los impulsan para asumir roles y posturas, según lo exijan los momentos y
los espacios.
De
esta forma, en palabras de Wendt los intereses y las identidades de los Estados
serán elementos interrelacionados, donde el aspecto relevante tendrá que ver en
cómo se ven y en cómo se proyectan en la arena internacional estas entidades.
En
este orden, en la perspectiva de nuestro autor son las identidades de las
estructuras estatales las que determinan la forma que llegan a tomar sus
intereses en el despliegue de sus actuaciones; a partir de lo cual se puede
decir que “los actores no tienen una ´agenda´ de intereses que trasportan
consigo independientemente del contexto social en el que estén; lo que ocurre
es que los actores definen sus intereses dentro del mismo proceso en el que se
definen las situaciones.”(Wendt,1992:8).
Dicho con otras
palabras, los intereses de los Estados irán tomando forma en función a las
identidades que estos construyan y las situaciones en las cuales se
desenvuelvan. Esta idea resulta complementada en función a la definición que el
mismo autor hace de institución, a la que plantea como “una estructura o un
conjunto de identidades e intereses relativamente estable” (Wendt,1992: 9).
Aspectos que, en parte, permiten dar cuenta de las razones por las cuales en
algunos temas los Estados deciden asumir un rol de cooperativo y en otros no;
mientras que, según así lo determine el espacio, en determinados momentos
algunos Estados con diferencias pronunciadas deciden hacer alianzas, frente a
aquellos que naturalmente han contado con una historia de amistad consolidada,
pero que presentan agudas dificultades para llegar a consensos entre sí.
Al
respecto, desde el punto de vista de Wendt el asunto de la cooperación en las
relaciones internacionales, puede trascender incluso más allá la teoría de los
juegos; una consideración relevante que se apoya en la idea de que esta última
teoría no toma en cuenta aspectos más allá de los parámetros suministrados por
el conductismo. Lejos de mostrar diferencias con esta postura justamente porque
hay enfoques y metodologías diversas en las teorías de los juegos, se hace
pertinente tenerlo en cuenta y presentar su apreciación. Al respecto, el autor
nos comenta:
En
el análisis tradicional que la teoría de juegos realiza de la cooperación,
incluso de una cooperación reiterada, la estructura del juego − de identidades
e intereses − es exógena a la interacción y, como tal, no cambia. Se coloca una
“caja negra” alrededor de la identidad y de la formación de intereses, y el
análisis pasa a concentrarse en la relación entre expectativas y
comportamiento. Las normas que evolucionan a partir de la interacción son
tratadas como reglas y regularidades del comportamiento que son externas a los
actores y que se resisten al cambio por el coste de transacción de crear unas
nuevas. El análisis que la teoría de juego realiza de la cooperación entre
egoístas es conductista.(Wendt,1992:25).
Sobre
la base de los anteriores comentarios, el autor directamente está refiriendo
que, en su consideración, si bien la teoría de los juegos se ha utilizado como
referente conceptual para abordar el fenómeno de la cooperación internacional,
en su visión se hacen desvinculaciones entre el juego y la formación de los
intereses, o sólo como herramienta enfocada en el estudio de las expectativas y
el comportamiento. Mientras que desde el planteamiento directo de Wendt es
requerido con empeño emprender un estudio de la cooperación desde el enfoque
del constructivismo social. En su perspectiva, se trata de una perspectiva que
se debe concretar en cómo las expectativas producidas por el comportamiento
influencian las identidades y los intereses, porque se refiere a “un proceso de
reconstrucción de sus intereses planteado en términos de compromisos
compartidos hacia las normas sociales.”(Wendt,1992:26).
A
partir de lo cual, se puede decir también que un “análisis constructivista del
´problema de la cooperación´ es más cognitivo que conductual, ya que se ocupa
del conocimiento intersubjetivo que define la estructura de identidades e
intereses - del “juego”- como endógenos a la interacción y representativos de
la misma.”(Wendt,1992:26).
En este marco, se puede decir que una línea de
investigación prominente en la disciplina considera que no todo los impulsos
que asumen los Estados como actores internacionales son egoístas, en el sentido
en que hay un deseo por la cooperación que orienta a estos agentes para definir
el bienestar de sus respectivas sociedades.
En este orden de ideas, la cooperación se asume como
una regla del juego que es asumida por los Estados en el marco de un entorno
anárquico. Básicamente, la relevancia que tiene este concepto es que no
necesariamente refiere a ser un todo armónico, en el sentido en se trata de
términos que no pueden ser intercambiados y que es fundamental distinguir. Al
respecto, Axelrod y Keihane (1985) establecen las separaciones:
Cooperation
is not equivalent to harmony. Harmony requires complete identity of interests,
but cooperation can only take place in situations that contain a mixure of
conflicting and complementary interests. In such situations, cooperation occurs
when actors adjust their behavior to the actual or anticiped preferences of
others. Cooperation thus defined, is not necessarily good from a moral point of
view. (Axelrod y Keohane, 1985: 228).
En este marco, sobre la base de las precisiones
presentadas por Axelrod y Keonhane un aspecto relevante a considerar es que la
cooperación no puede ser interpretada como armonía en tanto no busca la
identidad de intereses, sino que se plantea el ajuste entre ellos. No obstante,
se trata de una dimensión que debe ser aclarada. En este sentido, se plantea la
imperiosa necesidad de presentar los elementos teóricos que hasta hoy mejores
aportes han hecho a la comprensión de una teoría de la cooperación y que muy
bien son realizados por la teoría de los juegos, como constructo teórico de
gran utilidad en las ciencias sociales que ha permitido dar cuenta de distintas
dinámicas y fenómenos que tienen lugar en la cotidianidad, y que resulta
trascendental para la investigación en tanto facilitan la compresión del
comportamiento que desempeñó el Estado venezolano durante el Gobierno del ex presidente Hugo
Chávez (2000-2006).
2. LA TEORÍA DE LOS JUEGOS. FUNDAMENTOS TEÓRICOS CENTRALES
En
el campo de las ciencias sociales la teoría de los juegos ha ocupado un papel
destacado, con un invaluable valor analítico que le ha permitido gozar de un
grado de utilidad considerable, para dar cuenta de las razones y la lógica de
algunos fenómenos y comportamientos humanos, que tienen lugar en la realidad.
Al punto de que ha llegado a ser de gran utilidad para establecer un puente en
asuntos de la filosofía moral y la teoría matemática (Barragan, 1989).
Precisamente
por la relevancia del tema, se ha decidido traer a estas páginas los
principales aportes realizados Julia Barragán (1989) en un artículo titulado
“Las reglas de la cooperación. Modelos de decisión en el ámbito público”.[7] El valor que tiene este
material es que permite ampliar la indagación en torno al lugar de la teoría de
los juegos en las ciencias sociales, y los distintos métodos para su aplicación
e interpretación. Elementos que serán desarrollados en las líneas que siguen.
En
este orden, una tendencia recurrente en el campo de investigación refiere que
uno de los conceptos que resultan centrales en la teoría de los juegos es el de
“el interés”; un término que manifiesta aquella situación cuando un actor (o
sujeto) tiene una preferencia, deseo u objetivo, en medio de varias
alternativas; en este marco, se dice que determinado actor tiene un interés en
lograr u obtener aquello que desea. Justo este elemento, entonces, hace que la
idea de generosidad altruista sea
separada de aquella primera noción, ya que para esta última lo relevante es renunciar a
las propias preferencias, en aras de un bien superior (Barragán, 1989).
Sobre la base de estos supuestos se
puede decir que un conflicto de interés será el resultado la incompatibilidad
de aspiraciones de los actores involucrados en determinadas situaciones, con respecto
a un tema en particular, sin posibilidad de lograr establecer algún marco de
entendimiento. Además, en la teoría de los juegos también adquirirá un papel
destacado el tema de la utilidad, como la capacidad de la cual dispondrá cada
actor para ordenar sus preferencias en función a los resultados. Proceso que se
evidencia bajo el comportamiento de un individuo que procura maximizar su
utilidad a como dé lugar. En este sentido, en el marco de la teoría de los
juegos la utilidad se muestra fundamentalmente como una unidad de medida de las
preferencias y que resulta importante siempre tener presente para la
comprensión del enfoque (Barragán, 1989)
Barragán (1989) construye una
estructura conceptual lógica que le permite compaginar las nociones de interés,
conflicto de interés y utilidad, en el marco de un paradigma que facilita la
comprensión de las dinámicas sociales. En este orden, cuando se genera una
situación en la cual existe un choque de preferencias, el comportamiento
natural del actor parecerá verse inclinado a elegir un camino que le genere
mayor rédito. Es esta actitud, entonces, la que permite referir que esta
elección es lo que se constituye como la toma de decisiones. De esta manera, el
valor de este último concepto yace principalmente en que es justamente la
teoría de los juegos el campo del saber que se encarga de evaluar los diversos
patrones generales del proceso de toma de decisiones, bajo diversas condiciones,
como comportamientos recurrentes que se pueden agrupar y constituir en
tipologías.
Según
Barragán (1989) las conductas de los distintos actores en determinados juegos
se pueden agrupar en dos esquemas de comportamiento recurrentes; en juegos
competitivos y no competitivos. Con relación a la primera tipología reflejan
aquellas situaciones donde los actores involucrados manifiestan claramente
preferencias de naturaleza opuesta; mientras que en el caso de los juegos no
competitivos es posible que haya combinaciones en las preferencias.
El
primero de estas tipologías se agrupa también bajo la categoría de un juego suma-cero,
donde el resultado de la relación es un ganador y un perdedor. No obstante, en
el caso de los segundos se denominan como juegos no suma cero, en donde se
encuentran incluidos aquellos (a) juegos cooperativos, que facilitan a los
distintos actores que los protagonizan establecer procesos de acuerdo y
entendimientos, apoyándose sobre la base de premios y castigos. Mientras tanto,
dentro de los juegos no suma cero también se suele incluir a los juegos no
cooperativos, en el entendido en que no es posible establecer acuerdos o
comunicación previo al desarrollo del juego (Barragán, 1989).
2.1 El dilema del prisionero. Un modelo
descriptivo y normativo de la teoría de los juegos, para la comprensión de la
toma de decisiones en lo público.
Según Barragán (1989)
el dilema del prisionero forma parte de los denominados juegos
no-suma-cero-no-cooperativos. En este orden, se trata de un modelo que no
promueve la competencia, pero en donde no es posible que los jugadores se
puedan comunicar entre sí, o puedan establecer acuerdos antes de concretar el
juego. No obstante, a fin de poder comprender la esencialidad de este modelo,
conviene explicarlo en los siguientes términos:
En su versión más
simple, el Dilema del Prisionero nos presenta el panorama de dos prisioneros
sometidos a juicio, y privados de libertad. Estos prisioneros son entrevistados
por separados por un Fiscal, quien les efectúa algunas propuestas con los
respectivos ofrecimientos de utilidad. Si el Fiscal logra que uno de los
prisioneros delate al otro, tendrá en sus manos todos los elementos del
juicio necesarios para aplicar a este
último el máximo de la pena prevista para el delito; para “agradecer” este favor del delator, pedirá su libertad.
Como la oferta del Fiscal es simétrica, puede darse el caso de que ambos
prisioneros acepten, lo que equivaldría a una mutua delación, situación en la
que ambos prisioneros recibirían una pena cercana a la máxima. Para el caso en
ambos decidan no delatarse el Fiscal
quedará sin elementos suficientes y sólo podrá aplicar a ambos un mínimo de
pena (Barragán, 1989: 48).
Sobre
la base de este planteamiento, distintos investigadores se han esforzado por
establecer de manera sistematizada lo que este juego propone. En este sentido,
si se pudiera representar el modelo en una matriz, se encontraría estructurado
de la siguiente manera:
De
acuerdo con Axelrod (s/f) en la dinámica del juego ocurre que un actor que se
desempeña como jugador selecciona una hilera (ver la figura 1), bien sea
prefiriendo cooperar o decidiendo abandonar. Mientras que de manera simultánea
otro actor del juego elige cooperar o abandonar. Y precisamente vistas las
opciones en conjunto en una matriz se puede vislumbrar que habría un total de
cuatro resultados probables.
Siguiendo
esta lógica de acción, en el caso de que los dos actores participantes
decidieran cooperar, a ambos obtendrían un resultado favorable, en razón por lo
cual lograrían una “Recompensa por cooperación mutua” y que en el ejemplo
presentado por Axelrod se podría decir que esta recompensa tiene un pago de
tres (3) puntos.
Ahora bien, cuando se da el caso en que un actor que juega decide cooperar y el otro elige abandonar, se tiene que subrayar que el segundo tiene la “tentación de abandonar”, a diferencia del actor que cooperó quien recibe la “recompensa del incauto”. En esta línea, quien abandonó obtiene 5 puntos, mientras que quien cooperó cero (0) puntos. No obstante, si los dos jugadores eligen abandonar mutuamente, entonces ambos reciben un (1) punto en el marcador (Axelrod, s/f).
Precisamente,
esta matriz facilita la comprensión de la lógica del problema. Pero conviene
establecer unos escenarios de acción que permitan ilustrar mejor las ideas en
las que se sustenta el juego, para identificar el dilema que le subyace, los
cuales se pasarán a desarrollar como siguen.
Se parte de un escenario hipotético donde el jugador de las hileras cree que el actor que está jugando del lado de las columnas decidirá cooperar. En esta línea, el primer jugador se encontrará en la disyuntiva de querer cooperar también, a partir de lo cual podrá obtener un total de 3 puntos debido a la cooperación mutua; o también podrá optar por decidir abandonar, recibiendo con ello un total de 5 puntos con lo que logra la recompensa por la tentación. A partir de lo cual se podría llegar a inferir que para los jugadores pareciera que resultaría mejor abandonar cuando se tenga el presentimiento en que el contrincante decida cooperar en el juego.
Por
su parte, encontrándose el jugador en la segunda columna y disponiendo de la
posibilidad de cooperar, el actor estaría en el conocimiento en que ello lo
convertiría en un “incauto” y le colocaría sin ningún punto; mientras que
abandonar generaría como resultado un castigo mutuo que le otorgaría sólo un
punto en la situación. En este orden, otro principio o lógica que subyace de
ese proceso es que resulta más conveniente abandonar la partida, si se piensa
que el otro actor involucrado en la situación va a abandonar. Con lo cual se
puede inferir que resulta más favorable abandonar si el jugador intuye que el
otro jugador cooperará, y será beneficioso del mismo modo abandonar cuando se
intuya que el otro actor abandonará. De esta forma, sin importar la actuación
que decida ejecutar el otro jugador, siempre será más beneficioso abandonar en
la situación que se presente (Axelrod, s/f).
Ahora
bien, es importante subrayar que las anteriores consideraciones de actuación
son las que pudiera hacer el jugador que está en una de las hileras. Sin
embargo, la misma forma de acción también la trataría de desarrollar el otro
jugador (el de las columnas). En este sentido, este actor buscará abandonar sin
tomar en cuenta lo que el otro jugador vaya a hacer. A partir de lo cual se
puede interpretar que ambos jugadores van a abandonar, obteniendo un punto de
manera mutua, y que al final se transforma en una situación menos favorable
cuando podían haber cooperado y obtenido una puntuación de tres puntos
respectivamente (Axelrod, s/f).
Vistos
los elementos previamente dispuestos, entonces, se puede decir que el núcleo
fundamental del dilema del prisionero es que muestra que la racionalidad
individual conduce a ambos jugadores a un resultado menos favorable frente a
otro resultado posible. Se trata de un modelo ideal donde se pueden ver
reflejadas determinadas situaciones de la vida cotidiana en donde se logra
demostrar que muchas veces la búsqueda de los intereses propios provoca
pérdidas, cuando el haber podido establecer un lazo de cooperación mutua
concedía mayores ganancias (Axelrod, s/f).
2.2. El dilema del prisionero como modelo normativo.
Los
anteriores elementos conceptuales eran necesarios tenerlos presentes a fin de
colocar a disposición del lector el conjunto de aspectos generales de la teoría
de los juegos, particularmente haciendo énfasis en el dilema del prisionero
como aspecto referencial. Pero a esta altura de la investigación resulta
trascendental poder establecer una distinción que podrá ayudar a comprender las
características de la teoría que subyace al problema de estudio, la cual conviene
considerar de una vez.
Al
respecto, siguiendo las valiosas apreciaciones que hace Julia Barragán (1989)
se tiene que decir que el dilema del prisionero como modelo conceptual puede
ser interpretado de dos formas completamente diferentes, y que a su vez hace
que pueda recibir dos usos distintos en las reflexiones que a partir de él se generan. De
esta manera se debe precisar, entonces, que el dilema del prisionero puede ser
interpretado como un modelo descriptivo y como un modelo normativo.
En este orden, cuando se haga
mención al dilema del prisionero como modelo descriptivo, se tiene que decir
que se trata de una herramienta que permite comprender y descifrar las
estructuras que subyacen a determinados modelos de relaciones y que permiten la
elaboración de categorías y prever comportamientos en el futuro. A partir de lo
cual se puede decir que el dilema del prisionero como modelo descriptivo hace
referencia a la comprensión del comportamiento de los jugadores como sujetos
racionales, pero desde una metodología de análisis que concede un peso
trascendental a los conceptos y métodos de tipo lógicos y matemáticos
(Barragan,1989).
Por
su parte, cuando se haga mención a la comprensión del dilema del prisionero
como modelo normativo, se debe señalar que se trata de la utilización de una
herramienta conceptual, pero desde otro ángulo, y con especial valor para las
ciencias sociales. Así, para el modelo normativo el dilema del prisionero
permite contribuir a la comprensión de las formas como se pueden configurar
conductas socialmente deseables, a partir de la asimilación de determinadas
reglas. Pero a diferencia del primer modelo, que se inclina por la utilización
de métodos lógico-matemáticos, la interpretación normativa del dilema del
prisionero se inclina a favor de la utilización de los métodos de la crítica
filosófica, a partir del cual es posible la aproximación a un conjunto de
valores que determinan comportamientos que generan una utilidad social
(Barragán, 1989).
Sobre la base de estos supuestos, se
puede llegar a comparar las diversas formas de aproximación metodológica para
la resolución de determinadas problemáticas, donde en el caso del modelo
analítico las soluciones apunten a la búsqueda del equilibrio a través de la
no-cooperación; aspecto que no puede ser juzgado desde una perspectiva moral al
sustentar su actuación desde un razonamiento lógico-matemático. Además, se
trata de un modelo que contribuye a enriquecer la perspectiva normativa cuando
analiza los efectos perversos que genera la asimilación de ciertos principios
(Barragán. 1989). Sin embargo, la distinción resulta fundamental para poder
delimitar la consideración de determinados problemas y que en el caso de la
comprensión de la política práctica es importante tener en cuenta.
En este orden de ideas, el dilema del prisionero como modelo normativo adquiere un papel relevante en la Ciencia Política, para comprender los procesos de toma de decisiones en el ámbito público. Básicamente se trata de una herramienta conceptual que sitúa el análisis en la dimensión de los valores (Barragán, 1989), lo que hace que se privilegien los comportamientos cooperativos en tanto se concede relevancia a una nueva concepción de la racionalidad, como impulso que mueve a la búsqueda, no de beneficios individuales, sino en la perspectiva de una utilidad social.
Precisamente, las últimas apreciaciones realizadas en el acápite anterior son las que hace Barragán (1989) cuando advierte la esencialidad del uso del modelo normativo del dilema del prisionero, como puede ser leído a continuación:
En el caso del
Dilema en su uso normativo, cuando se destaca la superioridad de la salida
cooperativa porque hace máxima la ganancia conjunta, hay una adhesión a una
racionalidad de segundo orden, es decir una racionalidad que no es maximizadora
de las ganancias esperadas para cada jugador, sino que busca la maximización de
las ganancias sociales, aunque eso signifique sacrificar la expectativa de una
mejor ganancia individual. (Barragán, 1989: 71).
Entonces, en función de
estas apreciaciones se trata de un
modelo que se estructura sobre la base de una lógica interpretativa propia, y
que se apoya bajo la noción de la “cooperación” , como patrón de comportamiento
que trata de ser inducido a través de las distintas situaciones que pueden ser
explicadas por medio del dilema del prisionero y que son concebidas como
conductas socialmente deseables, justamente cuando deja en evidencia que las
estrategias de tipo individual generan una menor utilidad que las cooperativas.
Sin embargo, Barragán
(1989) hace la precisión en que las conductas cooperativas impulsadas por un
jugador no significa que pueda haber una respuesta proporcional; lo que puede
suponer que haya “traición” o “explotación”; a partir de lo cual se puede
llegar a inferir también que algunos actores mostraran sus preferencias por
comportamientos no-cooperativos con la intención de evitar ser explotados.
Ciertamente la
prevalencia en las reflexiones científicas que analizan el dilema del
prisionero, recalcan que se trata de encuadrar en el tipo de juegos
no-estrictamente competitivos no-cooperativos. Sin embargo, conviene recordar
que el uso normativo de este modelo hace que se tome en cuenta otra
perspectiva, que tiene la pretensión de hacer modificaciones a esta idea y
plantear un uso cooperativo de los comportamientos que de su lógica se derivan.
Justo este viraje en el
modelo hace que se deban tomar en consideración la modificación de algunas de
las condiciones del juego. En este orden, siguiendo a Barragán (1989) se
propone un relajamiento del principio que impide la comunicación entre los
actores. Proceso que tal vez no será evidente de manera directa, pero que se
desarrollará de manera implícita en la medida en que se repita en más de una
ocasión el juego y se puedan deducir por parte de cada uno de los jugadores
patrones de comportamiento. En esta línea se llegará a un punto en donde la
comunicación no será manifiesta pero será deducida por medio del juego mismo.
Quizá
uno de los elementos fundamentales a destacar bajo la perspectiva normativa del
juego sea la re-conceptualización de conceptos como los de la utilidad. En este
orden, bajo el modelo de estudio “no se trata de maximizar la utilidad esperada
bajo las condiciones del juego, sino de maximizarla bajo la condición del
empleo de una estrategia conjunta” (Barragán, 1989: 76).
De
este modo, la cooperación se posiciona como uno de los temas fundamentales, y
que resulta útil para la compresión de la dinámica socio-política de las
distintas sociedades. No obstante, ello no excluye que se deban considerar los
modelos descriptivos y normativos por separado, ya que resultan ser esquemas
complementarios, en tanto abandonar el primero supone abandonar aspectos
técnicos necesarios, y dejar el segundo plantea renunciar a la dimensión de los
valores y los juicios morales para la definición de los comportamientos
socialmente aceptables.
Una
de las principales conclusiones a las cuales Barragán (1989) arribará será que
los comportamientos cooperativos no pueden materializarse si no forman parte de
un marco de significados dispuestos en el entorno. Pero quizá el mayor valor para la teoría
política del dilema del prisionero sea en que se convierte en un instrumento
analítico y con peso normativo para comunicar los obstáculos que supone poder
asegurar la cooperación social, particularmente en un entorno donde los
jugadores no tienen comunicación entre sí y cada uno se encuentra sumergido en
una lógica que promueve la búsqueda de preferencias exclusivamente individuales.
En este sentido, el dilema permite hacer verificable que sobre la base de
algunos condicionantes las conductas cooperativas, además de ser beneficiosas
para la vida en sociedad, contribuyen a generar mayores beneficios a quienes
los promueven y los comparten.
Sin dejar de lado los
retos y desafíos teóricos que supone una comprensión de las relaciones humanas
desde esta óptica, la necesidad de promover procesos que estimulen la
cooperación en los procesos de toma de decisiones de naturaleza política muestra
que los obstáculos de los enfoques analíticos para optar por soluciones
cooperativas no pueden seguir siendo
problemas que deban ser
desechados. En este orden, como refiere Barragán, se trata de una perspectiva
de aproximación a los hechos de la realidad que se suele enfrentar a otros
modelos ya arraigados en la ciencia y que se tratan de imponer como dogmas en
la investigación.
Justo estos elementos
nos permiten, entonces, colocar el piso para adentrarnos en el grueso de la
investigación, fundamentalmente porque el propósito esencial es demostrar el
modelo de comportamiento que desarrolló el Estado venezolano durante el gobierno
del ex presidente Chávez durante los años 2000 y 2006, a partir del uso que se
le dio al petróleo en la formación de la política exterior, sobre la base del
esquema de cooperación “Petrocaribe” y que nos sirve para aplicar la lógica del
dilema del prisionero en la definición de las nuevas reglas que se
establecieron en la región caribeña, y que claramente manifiestan los elementos
que subyacen a la comprensión del dilema del prisionero, pero desde una
perspectiva normativa.
En este orden, se hará
un recuento del valor geopolítico que tiene el petróleo en las Relaciones
Internacionales, y cómo algunos enfoques teóricos han tratado de abordar el
tema, para finalmente aterrizar en el caso venezolano y la lógica que siguió el
Gobierno durante la época que nos ha tocado estudiar. Aspectos que serán
profundizados cada uno en las secciones próximas.
3.-EL PETRÓLEO Y LA
GEOPOLÍTICA ENERGÉTICA
En consulta a la tesis doctoral de Hernán Cortés Saez
(2015) titulada “el petróleo como recurso de poder e instrumento de política
exterior a partir de la noción del poder estructural de Susan Strange” el
objetivo general del autor se conecta con el tema que impulsa la investigación,
en el marco en que se intenta comprobar “Cómo el petróleo ha sido y es un
recurso de poder que permite proyectar la influencia de un estado dentro del
sistema internacional”.
En esta línea, se debe advertir que para Cortés (2015)
el petróleo confiere un poder estructural a los Estados poseedores en el marco
del sistema internacional, haciéndose del concepto de poder estructural
propuesto por Susan Strange, quien lo concibe en los siguientes términos:
[Poder
estructural es] el poder de moldear y determinar las estructuras de la política
económica global, dentro de la cual otros estados, sus instituciones políticas,
sus empresas y sus científicos y otros profesionales tienen que actuar (…) [el
poder estructural] confiere el poder de decidir cómo se deberían hacer las
cosas, el poder de moldear los marcos dentro de los cuales los estados, las
personas y las empresas se relacionan(Satrange, 1988, citado por Cortés,
2015:21).
Para comprender el papel que desempeña Venezuela en esta época no sólo implica emprender un estudio del poder en términos geopolíticos, sino que el rol del petróleo obliga a sostener un análisis desde una perspectiva “geoeconómica” para incrementar los niveles de comprensión.
En este orden, con relación a este último concepto se deben establecer las distinciones de las cuales parte Cortés (2015), como categoría de análisis que ha servido en el campo de la Economía Política y las Relaciones Internacionales, para una comprensión del poder.
Sobre la base de estas consideraciones, es necesario
partir de la distinción entre la geoeconomía, y la geopolítica. Al respecto, la
primera se puede definir como “el estudio de los impactos varios de las
políticas económicas de los estados así como el impacto de los factores
estructurales, cíclicos y situacionales tanto a nivel internacional como
regional”(Gagné,2007 citado por Cortés, 2015:27). Mientras que la segunda
comprende “el estudio de la relación interactiva entre las políticas de los
estados, su relación con otros estados y el contexto geográfico”(Gagné,2007,
citado por Cortés,2015:27), elemento que en palabras de Eckert (2008) significa
la “espacialización de la política”.
En este marco, el autor siguiendo las consideraciones
que hace Gagné (2007) sostiene en términos geoeconómicos que el poder:
No es sólo determinado por el área de superficie del territorio, tamaño de la población o capacidades militares, sino también por las capacidades industriales, el acceso y control de los recursos naturales, las finanzas, control de la tecnología y la estabilidad de las instituciones políticas (Gagné, 2007 citado por Cortés, 2015:24)
El discurso geopolítico del petróleo es un aspecto
relevante que es conveniente mencionar. Justo ese tema constituyó el título de
un artículo escrito por Pablo Uc (2008), y refiere a las distintas formas como
se utiliza el petróleo en la arena internacional para configurar las reglas del
juego. De este modo, se trata de una dinámica que promueve el conflicto, pero
también la cooperación.
No obstante, dentro de esta línea de argumentación
para, es necesario destacar que para comprender el uso que se le ha otorgado al
petróleo en las relaciones internacionales de los Estados y su relación con la
teoría de los juegos, conviene establecer una diferenciación de dos niveles de
análisis de comprensión, entre lo económico y político, respectivamente.
En este caso, desde un punto de vista económico, al
hablar de la utilidad de la teoría de los juegos para comprender el uso del
petróleo por los Estados habrá que hacer referencia obligada a aspectos como a
los de la producción, y el establecimiento de las reglas del juego que
determinan la dinámica del mercado y de los precios.
Al respecto, la
aplicación de esta teoría se verá reflejada en una vasta bibliografía con
indagaciones de expertos que tratan de explicar las conductas de los actores
principales que intervienen en el comercio internacional petrolero que elaboran
estrategias en función a maximizar beneficios y reducir riesgos financieros,
sobre la base del resguardo de un interés particular. En este orden, la lógica
de la acción de los Estados y organizaciones se explicará en función a una
lógica económica. Pero el enfoque que realmente impulsa la investigación se
enfoca en la comprensión política del fenómeno en términos de poder descifrar
el papel que desempeñó el petróleo para la formulación de la política exterior
venezolana durante esta época. Aspecto que se desarrollará a mayor profundidad en la siguiente sección.
3.1. El papel del petróleo en
el sistema político venezolano: Del uso geopolítico a la definición de una
diplomacia petrolera
Con relación al período de estudio que se ha
determinado analizar, a partir del Gobierno del ex presidente Chávez en los
años comprendidos entre 2004 y 2008, se deben hacer algunas consideraciones que
justifican el interés por comprender los hechos y eventos que tuvieron lugar
durante el momento y que permiten demostrar la utilidad de la teoría de los
juegos para dar cuenta de la conducta del Estado venezolano y sus efectos en
los demás actores que compartieron el mismo entorno.
Tomando en cuenta el
período que va desde 1958 en adelante, en la historia del sistema político venezolano
se puede argumentar que las relaciones exteriores del país se han encontrado
condicionadas por lo que algunos investigadores han convenido en denominar como
“la diplomacia petrolera”, cuyo eje de operaciones se ha situado en el Caribe y
cuya presencia pudo destacarse en los albores del Gobierno del presidente Hugo
Rafael Chávez Frías.
En este sentido, el petróleo le serviría a Venezuela
para enrumbarse hacia formas de cooperación, que le permitirían la definición
de consensos apoyados sobre la bases del interés común, para construir una
identidad regional y proteger su interés nacional, apoyándose en la imagen de
la “espada de bolívar ”(Serbin, s/f).
El uso
del petróleo como instrumento privilegiado de la política exterior ha sido una
tendencia recurrente en los Gobiernos del Estado venezolano. A pesar de que el
incremento de los precios representa una variable destacada, en el sentido en
que determina su grado de influencia, el aspecto relevante que hay que
considerar tiene que ver con analizar el tipo de juegos políticos que se
desarrollan en ese contexto y que permitieron a la República construir una
identidad en la arena internacional.
Según
Benzi y Zapata (2013) es importante destacar que la nueva política y diplomacia
chavista representó una contundente reversión al modelo de “apertura petrolera”
que prevaleció en los años noventa, principalmente al haberse enfocado en
deshacer los grandes monopolios que ejercían las transnacionales en la cadena
de petróleo y al haber promovido nuevos procesos de negociación de algunos de
los términos para que el Estado venezolano pudiera relacionarse con algunas de
ellas.
Desde los comienzos del Gobierno de Chávez se generó
un vuelco en la política exterior y su dimensión estratégica, en aras de
desmontar el posicionamiento hegemónico de EE.UU. No obstante, en las
consideraciones de Serbin (s/f) fue después de abril de 2002 y del aumento
contundente de los precios del petróleo en 2004 cuando la nueva perspectiva se
difunde y es acogida en el escenario internacional. A partir de ese momento,
entonces, la percepción sobre Venezuela desde el Caribe sufre una modificación,
particularmente tomando en cuenta la figura de Chávez, que es visto como un
individuo procedente de los estratos étnicamente más afines a la región
(Serbin,s/f).
De acuerdo con González (2008) la política exterior durante la era Chávez se
puede destacar por haber seguido una estrategia internacional con un demarcado
perfil ideológico, enfocada a la definición de una nueva geopolítica con
proyecciones mundiales, con la pretensión de mayor liderazgo regional. Esta
política exterior se formuló sobre la base del denominado “socialismo del siglo
XXI” y permitió el desarrollo y afianzamiento del proceso “Bolivariano”.
En este marco, para intentar comprender con exactitud la
relevancia que desempeñó Hugo Chávez en la definición de la política exterior
del país y las particularidades que la caracterizaron para esa época, no hay
resumen sobre el período que se considere más sustancioso que el que se
presenta a continuación:
El Presidente Hugo Chávez ha diseñado y ejecutado un
proyecto geopolítico internacional que persigue servir de expresión de un
movimiento continental para aglutinar a las fuerzas de izquierda radical que se
mueven en el hemisferio y que están enfrentadas ideológicamente a los Estados
Unidos. Este proyecto apunta a la creación de “nuevos polos de poder” en un
intento por provocar el debilitamiento de la hegemonía del “imperialismo
norteamericano” y en el que la variable energética desempeña un papel
fundamental (González, 2008: 3).
Dicho
con otras palabras, la visión de Chávez impregnó la forma cómo para el período
de estudio se enrumbó la política internacional, como espacio que al final
hacía propicio la emergencia de condiciones para la formación de la política
exterior venezolana, que se afianzó progresivamente, pero tomando un salto
abrupto luego de 2004.
Sobre
la fecha mencionada en el último acápite del párrafo anterior, se puede decir
lo siguiente:
La consolidación política del Presidente Chávez tras
el referéndum revocatorio del 2004 marcó un punto de inflexión para la
radicalización de la política exterior en términos de la sustitución del
esquema de inserción de Venezuela, la conformación de alianzas geopolíticas y
estratégicas intra y extra regionales,
la aceleración de la ruptura institucional del Ministerio de Relaciones
Exteriores, el impulso a nuevas modalidades de integración regional, la
profundización de la confrontación en las relaciones internacionales (…), la
utilización del petróleo como arma política, la proliferación de acuerdos de
cooperación, etc., todo ello en la “búsqueda de un nuevo sistema multipolar
internacional”. (González, 2008: 4)
En efecto, el proyecto de Chávez para este momento estuvo
concentrado en el diseño de un modelo de plataforma en bloque que pudiera
aglomerar en Latinoamérica el poder y que permitiera la orientación de todas
estas fuerzas hacia una nueva institucionalidad, cuya esencialidad política se
expresaba en la noción de la democracia de tipo participativa, que procuraba la
inclusión de los ciudadanos en el proceso de definición del rumbo de los
Estados y la promoción de una posición más activa en la arena internacional.
Esta era la línea que también se vinculaba a la estimulación de plataformas que
estructuralmente contribuyeran con la neutralización de las fuerzas hegemónicas
de pretensiones universales, así como también se buscaba el afianzamiento de
vínculos con diferentes movimientos sociales, comunidades campesinas e
indígenas y demás asociaciones.
En
este marco, con respecto a las dinámicas de integración que tienen lugar en la
región, se debe hacer una consideración especial. Así, con relación a estos
procesos se tiene que decir que se plantearon esquemas de cooperación que
intentaban ser una respuesta a las demandas propinadas por esa realidad que se
desarrollaba y que no eran satisfechas, puesto que se fundamentaban en los
esquemas del libre comercio que, en la perspectiva del proceso Bolivariano, no
cumplía con las verdaderas necesidades de las sociedades de la región. En este
marco, ocurren algunos hechos determinantes:
La consolidación del eje Bolivia-Cuba-Nicaragua y
Venezuela, a través de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), en
contraposición al Área de Libre Comercio (ALCA) y a los Tratados de Libre
Comercio (TLC); nuevas propuestas como las recién creadas Unión de Naciones
Suramericanas (UNASUR), Petrosur, Petrocaribe, Petroandina, Banco del Sur,
Telesur, iniciativas que están apuntaladas por la bonanza petrolera y que
persiguen elevar el protagonismo de la “revolución bolivariana”.(González,
2008:3)
En
este sentido, la línea del Gobierno del presidente Chávez fue definida como un
proceso de actuación que se enfocó en la generación de un esquema de
interacción sistémico multipolar, en función a la búsqueda de vinculación entre
los diferentes polos y el planteamiento de nuevas formas de integración,
apuntalándose sobre la base de grandes intereses comunes y el incentivo agudo a
la “internalización de la variable energética”, que permitiría la promoción de
formas de cooperación económica, pero también introducirían en la agenda
política regional temas de naturaleza social y cultural, de grande relevancia para
la difusión de la idea de bolivarianismo en la política exterior venezolana (González,
2008).
Al respecto, hay que subrayar que durante el período
que va de 2004 en adelante Venezuela posicionó la categoría “diplomacia
petrolera” como elemento distintivo en la dinámica política internacional. En
esta línea, la idea bolivariana que impregnó la visión de Chávez, sirvió como
aliciente para asignar “un rol relevante y de liderazgo a Venezuela y a su (…)
presidente en el sistema hemisférico y en el proceso de integración regional.
Aunque se vislumbraran desde la asunción de Chávez, todos estos elementos se
acentuaron marcadamente a partir de 2004.”(Serbin, s/f: 83).
Para este entonces, el país ajustó su producción con
base en el incremento abrupto de los precios del petróleo, que generó un
aumento acelerado de los ingresos, en parte como resultado de una política de
defensa de los precios en acompañamiento de la Organización de Países
Exportadores de Petróleo (OPEP), en la que el liderazgo de Venezuela fue
determinante.
Un aspecto relevante de la investigación del momento
que ha tocado analizar refiere que se trata de un período en el cual el
Gobierno de Chávez se destacó predominantemente en la arena internacional por
haber hecho un uso geopolítico del petróleo. Básicamente, el énfasis de los
análisis encargados de describir esta época hacen atención en referir en la
utilidad que desempeñó el vital recurso, para promover la integración
latinoamericana, con base en un modelo de política exterior que se concentró en
la promoción del financiamiento del petróleo en la región centroamericana,
mediante el otorgamiento de medidas preferenciales hacia determinados países;
visto desde una óptica como una acción estratégica que se planteaba la
obtención de apoyos y fortalecer el liderazgo político a nivel regional, pero
que también refirió la consolidación de un planteamiento ideológico que
introdujo la noción de cooperación y de solidaridad en la formación de la
política exterior del Estado venezolano.
Con relación a la primera línea de interpretación de
la actuación del Estado venezolano en el escenario internacional en la época,
algunas vertientes dominantes refieren que se trató de un modelo de actuación
en la que se hizo uso del petróleo como un instrumento para asegurar el apoyo a
la revolución bolivariana, así como mecanismo que procuraba garantizar la neutralidad
de los Estados beneficiados
Entonces, al hacer una aproximación al problema de
estudio desde una perspectiva del tablero geopolítico internacional se trata de
argumentar que Venezuela siempre intentó crear una red de aliados para proteger
sus intereses en los espacios multilaterales. En este orden, otra línea de
pensamiento sugerirá que la lógica de la cooperación también incorporaba la
necesidad de premiar o castigar en la dinámica desarrollada, sabiendo que la
ausencia del castigo a la larga conduciría a la explotación. Porque un enfoque
teórico sugiere que si no se castiga al trasgresor este se habrá salido con la
suya y puede repetir ese mismo comportamiento sin consecuencias. Justo es esa
tendencia la que llegó a ser adjudicada como crítica a Venezuela, por la
ausencia de penalizaciones a sus aliados cuando se medía el apoyo en organismos
regionales.
Vistos estos elementos, se trata de estudiar el rol de
Venezuela en un momento en el que el uso del petróleo adquiere proporciones sin
precedentes, en razón de su innegable valor político, geopolítico y energético.
Básicamente, cuando la percepción dominante que se tenía era la de la irrupción
de un Estado que buscaba generar una coalición “antiimperialista” con
pretensión regional.
Según Serbin (s/f)
intentar comprender la política exterior en la época de Chávez supone tomar en
consideración las distintas visiones geopolíticas subyacentes a la formación
militar del ex presidente, lo que forzó una interpretación de la dinámica
internacional profundamente caracterizada por una perspectiva
estratégica-militar de las relaciones de poder entre los actores internacionales,
en los que la soberanía nacional y los diversos componentes territoriales
representaban unas variables trascendentales. A juicio del autor que se sigue,
esta perspectiva fue la responsable de haber desplazado otra visión imperante
entre los años 80 y 90, “centradas en la cooperación internacional, el
intercambio comercial y la promoción de acuerdos y esquemas de integración
basados en el libre comercio” (Serbin,s/f:83).
En
este marco, en la perspectiva de algunos investigadores en esta época la
política exterior de Venezuela se haya impregnada del bolivarianismo, como una
concepción conforme a la cual el papel que debe asumir el Estado para la
promoción de la unificación e integración latinoamericana se apoya, más que en
aspectos de naturaleza comercial, productiva y económica, en una visión
política, militar e ideológica (Serbin, s/f).
3.2 PETROAMERICA, PETROANDINA y PETROCARIBE
Una consideración
relevante que hay que destacar con respecto a la política venezolana durante el
Gobierno del ex presidente Chávez de estos años fue su línea contraria de
acción hacia el modelo surgido en el ALCA con la propuesta de Integración
Energética Hemisférica, a la cual contrapuso un proyecto político de
pretensiones titánicas, como lo fue la idea de PETROAMÉRICA, que básicamente se
trataría de una alternativa de empresa multinacional integrada por otras
empresas estatales de la región, cuyo propósito estaría enmarcado en ofrecer
atención a proyectos de integración en asuntos de energía, para incentivar el
desarrollo verdaderamente sostenible (Mayorbe, 2006, citado por Benzi y Zapata,
2013).
En términos generales,
siguiendo las apreciaciones elaboradas por Benzi y Zapata (2013) PETROAMÉRICA
se trató del diseño de un proyecto cuyos ejes de acción fundamentales podían
ser canalizados en función a otros tres esquemas o mecanismos de integración, a
saber: PETROSUR, PETROANDINA y PETROCARIBE; entre los cuales la República
Bolivariana de Venezuela pasaba a destacar un rol estratégico y de liderazgo
prominente (Benzi y Zapata, 2013).
Con relación a la
funcionalidad de cada uno de estos esquemas de integración, es necesario
destacar que la idea de PETROSUR, se hizo con el propósito de que se pudiera
disponer de una plataforma que permitiera establecer un puente de cooperación
entre las industrias petroleras de los Estados de la región que formaran parte
del Mercado Común del Sur. Mientras que, por otro lado, en el caso de
PETROANDINA, se buscaba promover un enlace estratégico de entes dedicados a la
actividad petrolera y a la energía que integraran la Comunidad Andina, en aras
de incentivar esquemas de mayor cercanía e integración para la provisión de
recursos en materia energética. Finalmente, en el caso de PETROCARIBE, se trató
de una propuesta pensada para la integración regional cuyo eje de operaciones
se enfocaba en tratar de incidir positivamente en la reducción de la brecha
asimétrica en cuanto a la capacidad de acceso de los Estados de la región del
Caribe, a partir de lo cual se proponían esquemas de financiamientos, que permitieran
un trato más equitativo y justo entre ellos (Benzi y Zapata, 2013).
Ahora bien, siguiendo
las consideraciones hechas por Benzi y Zapata (2013) se debe señalar que, a
pesar de que el planteamiento de PETROAMÉRICA tuvo su presentación como
propuesta formal en 2005; no obstante, de los tres mecanismos de integración de
los cuales se componía, PETROCARIBE fue la propuesta que pudo realmente
materializarse con resultados tangibles, y a la presente investigación este
modelo sirve en el sentido en que permite justificar un tipo de comportamiento
que caracterizó al Estado venezolano durante la época de mayor bonanza
petrolera y que le sirvió para configurar un tipo de rol en la arena
internacional, e introducir conceptos como los de integración, cooperación y
solidaridad internacional en la formación de su política exterior, siendo esta
una política pública más, con matices realmente particulares que merecen una
especial consideración.
En el caso de
PETROCARIBE, se debe señalar que se trata de una política implementada por el
Gobierno de Chávez que formalmente nace en el año 2005, y que en palabras de
Benzi y Zapata (2013) busca darle
continuidad al Acuerdo de San José cuya
fecha originaria data del año 1980, donde el Estado venezolano y la república
de México buscaron asegurar a los países de Centroamérica y el Caribe que
suscribieran el acuerdo una cuota de suministro de recursos energéticos de
manera continua y bajo un entorno de condiciones realmente solidarias.
Asimismo, PETROCARIBE
pretendía ofrecer una articulación con lo que en su momento se denominó como el
Acuerdo Energético de Caracas, suscrito en el año 2000, en donde destacó
Venezuela junto con un grupo de países del Gran Caribe, en dónde además logró
incorporarse Cuba, principalmente debido a que se trató de un esquema de
integración que perfeccionaba los modelos de financiamiento y venta del
petróleo (Benzi, 2013).
Si
bien es cierto que PETROCARIBE y el ALBA suponen dos formas de integración en
el momento histórico y en el escenario internacional, se tratan de los
principales bastiones de Venezuela en ese período, cuyos parámetros axiológicos
centrales tienen su fundamento en las nociones de la cooperación y el principio
de la solidaridad internacional, el primero de estos esquemas tiene su principal expresión en el dispositivo
institucional que preveía un tipo de “Tratamiento Especial y Diferenciado”, del
mismo modo en que se planteaba generar las condiciones para promover la
complementariedad desde una perspectiva económica, sustentándose en un modelo
de desarrollo más justo y acorde a la realidad, para poder asegurar la
integración en la región mediante el afianzamiento de nuevos bloques de poder.
Según
Benzi y Zapata (2013) en términos
puntuales, PETROCARIBE se propuso garantizar la articulación y el vínculo entre
las políticas en materia energética, incorporando el petróleo y demás recursos
a el asociado, en aras de promocionar un uso eficiente de ellos, sobre la base
de instrumentos para el desarrollo tecnológico, la formación del personal y el
establecimiento de una infraestructura energética robusta.
En
este orden de ideas, el esquema de integración que se estudia disponía de
algunos mecanismos que manifestaban su funcionalidad en el escenario regional.
Se trata de cuatro elementos esenciales que lo componen y aseguraban el
propósito para el cual había sido diseñado:
1)Un
esquema de financiamiento con base en el precedente Acuerdo Energético de
Caracas, con modificaciones relativas a los porcentajes de financiamiento a
corto y mediano plazo, el pago diferido y la previsión de mecanismos de
compensación; 2) Una serie de medidas para disminuir los costos de
intermediación y transporte; 3) Un foco social de desarrollo; 4) La previsión
de programas de eficiencia energética (Benzi y Zapata, 2013:
76).
De
esta forma, con relación al primer aspecto se trataba de la formulación de una
política pública cuyo terreno de despliegue se ubicaba en la arena
internacional, en donde el aspecto realmente distintivo se manifestaba con la
actuación del Estado venezolano, que otorgaba facilidades de financiamiento y
acceso a la importación de recursos a todos aquellos Estados caribeños con
menos posibilidades, estableciendo algunas cuotas para los pagos previamente
acordadas en la búsqueda de asegurar el mayor bienestar (Benzi y Zapata, 2013).
En
cuanto al financiamiento que era otorgado en un plazo corto, se disponían de un
lapso que oscilaba entre la cantidad de 30 y 90 días, mientras que en el
período dispuesto para un lapso largo se concedía un tiempo de gracia de un
total de dos años, pero en los términos de las formas de pago se conservaban
los parámetros ya dispuestos en el Acuerdo de Caracas, que otorgaba unos 17
años, con los dos años de gracia mencionados, siempre que el costo del petróleo
estuviera por los 40 dólares; mientras que si ese precio se incrementaba,
entonces el tiempo para cancelar la deuda se ampliaba a un total de 25 años, en
el marco de una tasa de interés del 1%.(Benzi y
Zapata, 2013).
Ahora bien, en el año
2008 se hicieron importantes ajustes en cuanto a las formas de pago,
particularmente cuando el precio del barril se cotizó en los 122,40 dólares, momento
en el cual el Estado venezolano ofrece un financiamiento de un total de 60% en
cuanto a la adquisición del crudo, diésel y gasolina, por un lapso de 90 días,
no cobrando algún interés; mientras que, el 40% restante se concedía un total
de 15, de 20 y hasta un tiempo de 25 años, en la que se concedería una tasa de
interés que podría rondar entre el 1 y el 2%, aunque se contemplaba la
posibilidad de que en caso de que el precio tan sólo fuera superior al valor de
100 dólares, los porcentajes se invertirían, donde el 40% se contemplaría a un
lapso de 90 días, otorgando el porcentaje restante a un total de 25 años. Pero
el aspecto realmente relevante es que el mecanismo sostiene que, según se
puedan establecer en los acuerdos, hasta el 40% y algunos de los intereses
congregados, se puedan cancelar de manera total o parcial sobre la base de
otras compensaciones (Benzi y
Zapata, 2013).
Ahora
bien, sobre las acciones que se enfocan en reducir los costos de
intermediación, se debe destacar que entre las estructuras de PETROCARIBE buscó
contribuir con el mejoramiento de la infraestructura sobre la base de la
fundación de nuevos espacios dedicados al procesamiento para la refinación del
crudo. Al tiempo en que también el esquema de integración contemplaba la
reducción de los costos por transporte, a partir de lo cual se colocaba a
disposición de una flota de embarcaciones, con el propósito de asegurar la
independencia de los medios para el traslado de los recursos (Benzi y Zapata, 2013)
. En
esta línea de acción, también es fundamental resaltar que el esquema de
integración que se analiza contemplaba la creación de un fondo de
financiamiento para el desarrollo de programas económicos y sociales, que podía
ser considerado originario de diversas aportaciones y contribuciones
provenientes de las actividades comerciales de la política energética.
Básicamente, se trataba del financiamiento de proyectos con un impacto
trascendental en los grandes asuntos referidos a la vivienda, educación y
salud, que pudieron ser cuantificados en su momento en los siguientes
guarismos:
De
acuerdo con algunas investigaciones que registran los alcances de PETROCARIBE
en términos de asistencia social y humanitaria, se trata de subrayar en un
informe del año 2012 citado por Benzi y Zapata (2013) que se logró efectuar una
inversión de 178,8 millones de dólares que fueron destinados para el desarrollo
de un total de 88 proyectos. Siendo una acción destacada las medidas que fueron
destinadas a asuntos referidos a la alimentación, que sirvió en su momento para
el financiamiento en nueve Estados de un total de 12 proyectos valorados en 24 millones de
dólares. Sin embargo, tampoco se puede dejar de lado la transformación del
entorno financiero que tuvo lugar en 2008, cuando el precio del crudo sufrió
una caída destacada, en un precio que rondó los 31,55 en diciembre de ese año,
y que inmediatamente supuso un severo cuestionamiento a los mecanismos de
acción del esquema de integración en cuanto a la sustentabilidad; elementos que
al final plantearían la necesidad de ajustar gastos destinados a la
cooperación.
No obstante, Benzi y
Zapata (2013) hizo la salvedad en que una vez fueron superados los embates de
la caída de los precios del petróleo, el esquema propuesto por PETROCARIBE se
transformó en uno de los cauces de financiamiento en el Caribe y Centroamérica
más relevantes. Al respecto, Girvan (2008) llegó a destacar que entre el lapso
comprendido entre el 2005 y 2007, el crédito otorgado a los Estados que se
dedicaban a la importación se elevó a una cifra superior a la imaginada. Un
aspecto que, según Altmann (2009) citado por Benzi (2013) también sería
confirmado por las propias declaraciones del ex presidente de la República de
Costa Rica, óscar Arias, quien durante una visita concedida a la Unión Europea
aseguraría en el año 2008 que los mecanismos de cooperación promovidos por la
política exterior venezolana en la región fue el “cuádruple o incluso el
quíntuple que la estadounidense; o que el Fondo Monetario Internacional haya
calculado que en países como la Guyana, Jamaica o Nicaragua, el financiamiento
obtenido a través de PETROCARIBE equivaldría al 5% o el 6% del PIB”(p.79).
Entre
otros de los datos claves que conviene traer a estas páginas están algunos
guarismos suministrados por PDVSA, conforme a los cuales, se calculaba que para
el primer trimestre del año 2008 la provisión del oro negro y demás materiales
derivados llegó a lograr una valoración de un total de 59 millones de barriles
representados en la cuota, donde se estimaba que un poco más de dos billones
fue objeto de financiamiento, lo que supuso un total en ahorro de 921 millones
de dólares para los Estados importadores de los recursos.[1]
Se calcula que entre
los años 2005 y 2008 Venezuela llegó a suministrar del recurso petrolero a un
total de 17 países, pasando de un consumo de 56 mil a 121 mil barriles importados
diariamente por estos países; un elemento que supuso un ahorro de 1.400
millones de dólares, en el marco de un financiamiento que representó unos 3.000
millones de dólares a largo plazo (Benzi y
Zapata,2013).
De este modo, se puede
decir que el esquema de financiamiento fue uno de los aspectos que ejerció
mayor impacto en la región, pero que estuvo acompañado de una política de
inversión en materia de infraestructura, para asegurar los procesos medulares
de almacenamiento, refinamiento y distribución de los hidrocarburos, así como
también se procedió a la conformación de empresas mixtas en las que se buscaba
establecer enlaces con las principales industrias estatales de los actores
miembros del esquema de integración.
Si bien es cierto que,
en principio, la propuesta de PETROCARIBE a un corto periodo supuso a los
Estados de la región un modelo que aseguraba su provisión de una manera
garantizada y a un precio destacado, se trata de un esquema que con el paso de
los años pensaría en el diseño de una plataforma que permitiera incorporar y
posicionar sus propias reglas del juego, afianzados en unos principios de
actuación comunes y superando viejos esquemas de dependencia, apoyados en
nociones de cooperación con proyecciones de naturaleza política, a partir de lo
cual se hace más factible de poder explicar y justificar (Benzi, 2013)
3.3. Los conceptos de
cooperación y solidaridad en la política exterior venezolana: ¿Egoísmo o
cooperación?
En el marco de la importancia que ha tenido el Caribe
para Venezuela, como espacio con características geopolíticas esenciales,
durante el Gobierno de Chávez en razón de las diferencias y enfrentamientos
discursivos con EE.UU en el plano agonal, siguiendo las consideraciones de
Serbin (s/f) se puede decir que Caracas asumió un “rol de contrapeso regional”
en la búsqueda de asegurar un auténtico protagonismo, para transformar los
esquemas de pretensiones hegemónicos tradicionales. A partir de lo cual, Venezuela
incorpora un discurso ideológico, por medio del cual comienza a configurar la
realidad, donde los conceptos de “cooperación internacional” son sustituidos
por los de “solidaridad internacional”, pero también en dónde la negociación es
antecedida por situaciones de abierta “confrontación” y donde la interpretación
de la historia es realizada desde la perspectiva de las luchas impulsadas por
“los grandes héroes.”
El
petróleo le sirvió a Venezuela para enrumbarse hacia formas de cooperación, que
le permitirían la definición de consensos apoyados sobre la bases del interés
común, para construir una identidad regional y proteger su interés
nacional(Serbin, s/f) Sobre el rol que ha jugado Venezuela en la región y sus
estrategias de actuación, una parte muy relevante de la reflexión sobre esta
época sostiene que el país se movió en un tablero en el cuál su foco era
incrementar su proyección económica, en razón de su poder de influencia en la
región caribeña, que supo canalizar a través de un método de acción que le
permitió establecer una combinación entre la seguridad energética y cooperación
en asuntos de naturaleza social, con una propuesta diferente a las habitualmente
observadas. En este orden de ideas, sobre la base del diseño de plataformas y
vínculos energéticos estratégicos, el Estado venezolano buscó materializar una
plataforma económica que le permitiera financiar un conjunto de proyectos de
naturaleza social y productivo (Serbin, s7f).
En
este orden, siguiendo los razonamientos de Arellano (2008) citado por Benzi y
Zapata (2013) se pudiera decir que durante el Gobierno del ex presidente Chávez
que se analiza, desde una perspectiva geopolítica, la estrategia se encontraba
enmarcada en desplegarse en tres focos que se integraban simultáneamente; en
principio concentrados en el fortalecimiento del ALBA, la generación de
alianzas y ejes nuevos sobre la base de pactos bilaterales y multilaterales de
cooperación, específicamente en los asuntos referidos a la energía. De este
modo, se trata de un momento histórico en el cual se plantea en la arena
internacional una reestructuración institucional de las formas de integración
disponibles y se promueve la participación en las nuevas plataformas para
generar la cooperación (Arellano, 2008).
Haciendo
una apreciación conjunta se trata de tener en cuenta un marco de elementos que
facilitan la comprensión del proceso histórico de la formación de la política
exterior venezolana, desde una perspectiva geopolítica que tome en
consideración la forma cómo se trata de interpretar y promover una perspectiva
del orden internacional y su equilibrio.
En
este orden, si bien es cierto que a partir de 1958 el Estado venezolano se
intentó amoldar al modelo occidental y configuró su identidad sobre la base de
estos parámetros ante el hemisferio, el caribe, los Andes y la amazonía, y que
además formó parte de los Estados fundadores de la Organización de Países
Exportadores de Petróleo, durante la era Chávez asume y participa activamente
un nuevo rol como Estado que promueve la integración pero desde una perspectiva
“antineoliberal” y “multipolar”. Ejes de acción que se manifiestan con las
alianzas con Cuba y en la medida en que se establecen vínculos con movimientos
sociales y los Estados en vía al desarrollo y con dramas relevantes en cuanto a
asuntos de pobreza y sustentabilidad (Benzi, 2013).
A
partir de los elementos analizados, se puede concluir entonces que el Gobierno
de Chávez se caracterizó por desplegar un tipo de política exterior cuyos
propósitos podían asumir dos rostros: uno crematístico y otro más humanitario y
social. En atención al primero de ellos, se debe decir que una vertiente
importante de las reflexiones acerca del período de estudio advierten en
señalar que el Estado venezolano tuvo la pretensión de incentivar la
diversificación del sistema económico y consolidar la infraestructura de la
industria petrolera en la región. No obstante, cuando se analiza el otro rostro
de naturaleza social y humanitario, se debe hacer hincapié que otra parte
relevante de la reflexión acerca de la época manifiesta que el Gobierno del ex
presidente Chávez se encargó de justificar las alianzas y los esquemas de
cooperación con Estados de la región apoyado en axiomas que perseguían
desarrollar un nuevo concepto de solidaridad internacional. Básicamente, las
formas de actuación del Estado venezolano se podrán caracterizar por incentivar
la cooperación e integración con otros actores en la arena internacional para
la defensa de la idea bolivariana, desde lo económico, pero con una clara
motivación de tipo ideológica con la noción de solidaridad y en defensa de los
procesos de autodeterminación de los Estados de la región (Ellner, citado por Benzi,
y Zapata 2013).
CONCLUSIONES:
En cada uno de los párrafos y secciones precedentes se ha podido desarrollar un hilo argumental que ha girado en torno a presentar y explicar, de manera sistematizada, la hipótesis que refiere la aplicación de la teoría de los juegos en la definición de la política exterior de Venezuela, para la comprensión del uso geopolítico que se hizo del petróleo, durante el gobierno del ex presidente Hugo Chávez entre los años 2000-2006.
Justamente
ese hilo argumental hizo que se tuvieran que dedicar unas cuantas secciones de
la investigación a comprender a profundidad los principales enfoques teóricos
que dominan la reflexión en la Ciencia Política, para explicar la formación de
la política exterior de los Estados; pasando por los postulados hegemónicos
impuestos por el realismo político y Hans Morguenthau, que destaca el
comportamiento de los Estados como actores racionales, en su afán de preservar
el interés nacional, siempre pensado en términos de poder; hasta aterrizar en
enfoques más optimistas como los propuestos por Axelrod que destacan la
necesidad de cooperar para poder asegurar la estabilidad y el equilibrio
internacional; aspectos que, al menos, se manejan como impulsos que son
requeridos, particularmente en entornos en donde parece prevalecer un estado
anárquico (Wendt).
Sin
embargo, realmente el grueso de la investigación descansó en demostrar cómo a
través de la teoría de los juegos, y particularmente mediante el valor
explicativo del dilema del prisionero, la formación de la política exterior del
Gobierno venezolano del expresidente Chávez tendió a cambiar la dinámica
habitual de las relaciones internacionales, apoyándose en el uso geopolítico
del petróleo, con una clara tendencia a la cooperación, que pudo ser confirmada
con la materialización de lo que significó Petrocaribe para la región y que
también pudo ser interpretado por algunos analistas como el momento de máxima
expresión de lo que se conoció en el momento como la diplomacia petrolera.
Como
se afirmó en su momento, el modelo del dilema del prisionero es una
construcción teórica de las ciencias sociales que permite explicar determinadas
situaciones en las que se despliega un juego o interacción entre actores y que
plantea la necesidad de aplicación de estrategias para la resolución de
conflictos que genera su propia dinámica. Pero en el caso de la reflexión que
nos ocupa se trata de una herramienta con un destacado valor teórico normativo,
que permite demostrar cómo los actores de un juego ganan más cuando cooperan
que cuando actúan buscando sus intereses particulares.
Justo
fue esa lógica la que aplicó el Gobierno de Hugo Chávez en la región y que
influenció la formulación de la política exterior durante el periodo de
estudio, que se enfocó en introducir como tema de agenda internacional en la
región la cooperación, cuya máxima expresión se pudo ver reflejada con la
implementación del proyecto Petrocaribe y los efectos que una medida de esta
naturaleza supuso para los esquemas tradicionales dominantes en la época.
Como
se demostró en secciones precedentes, Petrocaribe redimensionó las relaciones
en materia energética entre los Estados en la región caribeña, desafiando una
lógica impuesta por distintos factores de poder que guiaban sus acciones
apoyados en un enfoque propio del realismo político que básicamente declara a
los Estados como actores internacionales que sólo buscan resguardar su interés
nacional (Morguenthau,1990).
Precisamente,
esta caracterización del comportamiento del Estado venezolano se trató de
explicar a la luz del dilema del prisionero, pero desde un punto de vista
normativo, y no descriptivo. Lo que significaba que para efectos de la
investigación el tema de análisis se ubicó en el terreno de los valores, para
la comprensión de un juego que explicaba la formación de la política exterior,
como otra política pública más, pero en materia energética en donde la premisa
que orientó las acciones de los decisores fue que los actores involucrados
obtenían una mayor utilidad social cuando cooperaban, que cuando asumían
posiciones unilaterales de actuación en pro de su beneficio particular.
En
este marco, se puede decir que el dilema del prisionero proyectado como
metáfora se ve reflejado en un fiscal que representa al orden y la lógica
económica tradicional, expresada en las estructuras dispuestas en el sistema
económico planteado por el Consenso
de Washington, y las estrategias de EE.UU. en la zona, sobre la base del
Acuerdo de Libre Comercio de las Américas, en su afán de determinar un
orden internacional en asuntos de energía e intercambio comercial para la época
que podían dominar. En este caso, se trataba del enfoque dominante que a nivel
internacional podía estar ejerciendo mayor presión para interpelar a los
actores en aras de procurar sus beneficios particulares, asegurando así un
equilibrio sobre el cual se podía ejercer influencia y poder.
Visto
así, Venezuela en la región caribeña se encontraba envuelta en un verdadero
dilema, que se manifestaba en la configuración de una política energética
internacional y en el uso o desuso que esta podía hacer del petróleo, desde una
perspectiva geopolítica que debía insertarse en la nueva dinámica de un mundo
multipolar, pero que generaría sus reacciones enemigas.
Desde
el caso que nos ocupa, Petrocaribe se convirtió en una plataforma económica que
permitió generar en la región un bloque de contrapoder, para instaurar un
modelo de mayor autonomía e independencia. La política de cooperación
energética del Gobierno de Chávez, entonces, hizo un uso generoso de las reservas
de petróleo como un medio de intercambio con los países de la región con el
propósito de establecer esquemas que facilitaran la integración de los pueblos
del caribe. En este sentido, lo que se buscaba era hacer un uso soberano de los
recursos energéticos con la pretensión de garantizar el bienestar de los
pueblos que se hallaban en condiciones desiguales.
Se
trata de una política que intentó romper con un enfoque impuesto por potencias
que hacía que la proyección de la zona fuera más de vulnerabilidad y de
economías periféricas desplazadas, con pocos recursos, sin ofrecer un esquema
claro de desarrollo, equidad, ni mucho menos justicia, sobre la base de un
modelo apoyado en una visión parroquial y reducido, dejando de lado la
tendencia emergente que cada vez mostraba la necesidad de impulsar esquemas de
cooperación e integración sur-sur, para asegurar el equilibrio y la estabilidad
de los pueblos para lograr un cambio global y la democratización de la sociedad
internacional en un entorno de una pujante globalización.
Sobre
la base de estos razonamientos, entonces, en el contexto de estudio que se
analiza nos encontramos con que hay dos actores fundamentales que deben tomar
una postura en el juego del comercio petrolero internacional: así, de un lado
se encuentra el Estado venezolano y la industria petrolera, y del otro, algunos
de los países más representativos del Caribe, que deben decidir entre optar por
hacer un uso unilateral, o bilateral de los principales recursos de los cuales
disponen, cuyos costos de decisión son juzgados por un modelo de relación
energética impuesto por factores de poder que considera primordial colocar la
maximización de la utilidad económica y condicionantes, por encima de cualquier
otra cosa, en tanto se parte de un enfoque que concibe a los Estados como
actores que, ante cualquier otra cosa, deben velar por su interés nacional y
reducir cualquier tipo de sacrificios.
En
esta línea de argumentación, la investigación demostró que hubo unos
sacrificios de beneficios que el Gobierno venezolano tuvo que asumir para poder
lograr alcanzar la cooperación, y por supuesto, un elemento de interés superior
con el respaldo de los países en los espacios multilaterales. Sacrificios que
se vieron reflejados en la venta del petróleo bajo unas condiciones y un precio
preferencial, como una política energética de intercambio comercial bajo
condiciones financieras verdaderamente generosas, sobre la base del
otorgamiento de períodos de gracia, hasta esquemas de financiamiento a largo
plazo, que se manejaban entre mitigar el impacto de la economía tanto de la
industria como del país receptor. Pero se trataba de una lógica que planteaba
como necesidad que cada país otorgara o
aportara aquello en lo que poseía mayores ventajas comparativas, en la búsqueda
de la complementariedad económica.
De
ahí entonces que se tratara de un modelo de utilización del petróleo como un
arma geopolítica, que al final trajo beneficios que podrían ser codificados en
el lenguaje del dilema del prisionero en las siguientes máximas: se trataba de
un juego entre actores en el sistema internacional en el que los prisioneros se ven representados en A) el
Estado venezolano y B) alguno de los países
perteneciente a la región caribeña y a Petrocaribe, donde el uso del
petróleo (o de cualquier otro recurso que otorgue a determinado Estado una
ventaja para el intercambio de forma comparativa) de manera unilateral tenía un beneficio económico, pero perdía el beneficio político. Mientras que,
si se emprendía una estrategia bilateral en donde se podía cooperar en el uso
de los recursos energéticos, había un sacrificio económico que podría ser un
tiempo de libertad, para el aseguramiento de un beneficio superior que podía
ser conceptualizado en el lenguaje del modelo que se aplica como una acción que
suponía no delatar al otro país ante el fiscal (o un modelo tradicional de
cooperación) no dispuesto a ceder en sus preceptos hegemónicos de racionalidad.
De esta forma, Chávez fue configurando una plataforma de
vínculos y de alianzas a nivel regional, que representó un desafío al orden
impuesto. Pero justo sobre la base de estos supuestos salen a relucir otros
planteamientos, que resulta imposible esquivar. Pues, en la perspectiva
normativa del dilema del prisionero ¿a la diplomacia petrolera del Gobierno
venezolano le movía exclusivamente un propósito de introducir nociones de
cooperación y de solidaridad entre los Estados de la región caribeña, o también
se encontraba encubierto un interés particular?
No se puede negar que Petrocaribe sirvió al Estado venezolano a hacer
una proyección en la región, afianzando su liderazgo, además de incorporar en
la agenda internacional temas sociales y de justicia distributiva; pero también
fue interpretado como una estrategia que tenía la pretensión de revalorar la
imagen del Caribe como un terreno de importancia geopolítica, ante la constante
amenaza de agresión norteamericana.
De esta manera, la acción política se encontró dirigida a
lograr posicionar la imagen de la República, pero con un objetivo de construir un
muro de contención ante cualquier fuerza con pretensión hegemónica en la zona,
que pudiera suponer una amenaza real. Pero en algunos momentos la estrategia
del Gobierno venezolano, que incluso se llegó a definir sobre la base de querer
impulsar al ALBA desde Petrocaribe, no logró los resultados esperados en
términos de influencia, particularmente cuando algunos gobiernos de la zona del
Caribe no se mostraban del todo dispuestos a comprometerse con una posición que
abiertamente se enfrentaba al ALCA y al Consenso de Washington, con lo cual
compartían determinados vínculos; a partir de donde se llegaban a dilucidar algunas de las
limitaciones más contundentes de la diplomacia petrolera venezolana a
considerar.
Ciertamente, un abordaje
acucioso del período de estudio revela cómo pudo detectarse que para ese
entonces la agenda de la integración regional sufrió un conjunto de
transformaciones, pasando de un foco de interés exclusivo en los acuerdos de
libre comercio hacia un enfoque más social y cooperativo, con un énfasis
especial en asuntos sociales y políticos, en una batalla por superar la
exclusión social, la pobreza y asegurar una distribución más justa de la
riqueza, como si se tratara de una lectura
política de lo que llegó a ser concebido históricamente como el sistema
de “vivir y dejar vivir”(Axelrod), con todo el peso simbólico que le acompañó y
que todavía conserva; ahora visto desde un punto de vista energético.
En este orden, se trató de un momento en donde
la formulación de la política exterior del Gobierno de Chávez, como un proceso
más de formación de políticas públicas, pese a sus costos y cuestionada
sostenibilidad en el tiempo, generó unos resultados de otra naturaleza, con el
posicionamiento de nuevas ideas en el espacio deliberativo internacional
(Serbin, s/f).
Sobre la base de esta lógica de acción, aquella postura
reivindicada por los esquemas de cooperación tradicionales Norte-Sur resultaron
desafiados, justo porque la actuación del Estado venezolano manifestó una
tendencia expresa a la cooperación, pero desde una perspectiva Sur-Sur, apoyada
en las nociones de democratización, equidad, horizontalidad y solidaridad; o al
menos, esa era la interpretación que la conducta de este actor reflejó en el
marco de una línea de acción en dónde cooperar bajo condicionantes que no
tomaban en cuenta las desigualdades de los jugadores se asumía como máxima en
las reglas del juego en la dinámica energética tradicional, determinada bajo la
imposición de grandes factores de poder, pero que ahora resultaban ser reconfiguradas
y adquirían un nuevo matiz.
Sobre la base de esta estructura poliargumental se puede
decir que el comportamiento del Estado venezolano a través de la plataforma
Petrocaribe le permitió proyectar en la región la superioridad que representaba
para los demás actores un camino cooperativo, que hacía una ganancia máxima
conjunta. En esta línea se trataba de la aplicación de un concepto de
racionalidad razonable, que no buscaba maximizar las ganancias para cada actor
en función a sus pretensiones, sino con la aspiración a un tipo de ganancia
social, aunque tal empresa llegara a significar el sacrificio de un redito
individual.
No obstante, también es importante decir que el hecho de
que Venezuela en ese momento se movió sobre la base de un comportamiento de
naturaleza cooperativo, ello no significó recibir una respuesta proporcional;
un aspecto que también reveló situaciones de traición o explotación; lo que
hace deducir también un principio que subyace a esta dinámica, cuando algunos
actores manifiestan sus afinidades por los comportamientos no cooperativos con
el propósito de evitar ser explotados.
Visto los elementos en conjunto, no se puede negar que la
idea de la cooperación y el uso geopolítico del petróleo por parte de Venezuela
en el juego entre actores internacionales para la definición de la política
exterior, se encontró sujeto al contexto y a determinadas condiciones
objetivas; pues, en todo caso, el entorno es una variable exclusiva que
influenciará la suscripción a un enfoque y la necesidad de implementarlo. Sin
embargo, el interés era acudir a un ejercicio de teoría política para
comprender la dinámica de ciertos actores y la aplicación de ciertos conceptos
de valor explicativo que plantearon un verdadero cambio de paradigma en las reglas
del juego político energético de una época.
Para
finalizar, una mirada a la realidad circundante revela un enfoque prevaleciente
en nuestros días, que manifiesta su agudo cuestionamiento a la relevancia
geoestratégica del petróleo para la Venezuela de los últimos años. Ciertos
analistas refieren principalmente tres razones como factores originadores de
esta situación; siendo la primera, el nuevo rol que les ha tocado desempeñar a
los Estados pertenecientes al Golfo Pérsico en el sistema de abastecimiento a
nivel planetario; además de las acciones que llegaría emprender el propio
EE.UU. en función de asegurar su interés nacional y autosuficiencia en el campo
de los hidrocarburos, en el marco del desarrollo del fracking y el shale oil, o
petróleo de esquisto, que al final se pudo traducir en una reducción de
aproximadamente un 30% de la cantidad de importaciones del recurso (Malamud y
Núñez, 2019).
Sin embargo, el factor que mayor influencia
ejerce en los planteamientos que colocan en entre dicho el papel geoestratégico
del petróleo para el país tiene que ver con las dificultades que en los últimos
tiempos ha venido padeciendo la industria petrolera. La falta de inversión y la
ausencia de recursos representan elementos de peso en el actual panorama económico
en el país, con implicaciones verdaderamente importantes para las nociones que
fundamentan el fortalecimiento político del Estado venezolano en función al uso
del recurso. Si bien es cierto, los esfuerzos que se han venido ejecutando desde el Gobierno nacional en los últimos años han sido determinantes, particularmente en el nuevo escenario global, pero se trata de aspectos que deberán ser incorporados en el
análisis, a fin de poder enriquecer la aproximación al fenómeno y disponer de
una mirada más crítica para el máximo aprovechamiento del recurso en el porvenir.
BIBLIOGRAFÍA:
Aristóteles. La Política. (1983). Libro VII.
Editorial. Centro de Estudios Constitucionales, colección. Clásicos Políticos.
Madrid.
Arendt, Hanna (1945) Los orígenes del totalitarismo. Nueva York, Harcourt Brace.
Axelrod, R. (2012). Lauching
"The Evolution Of Cooperation". Journal of Theoretical Biology
Vol.299, 21-24.
Barbé,
Esther (2003) Relaciones
Internacionales. Editorial Tecnos:Madrid.
Benzi, Daniel y Zapata, Ximena
(2013)Geopolitica, economía y solidaridad internacional en la
nueva cooperación Sur-Sur: El caos de la Venezuela Bolivariana y Petrocaribe.
América Latina Hoy, 63, pp.65-89. [en línea] Disponible en:
Barragán, Julia (1989) Las
reglas de la cooperación. Modelos de decisión en el ámbito público. En Ética y
Política en la decisión pública. Separatas. España.
Easton,
David. (1969) Esquema
para el análisis político. Amorrortu
Editores.
Ernst Haas, (1980) “Why
Collaborate? Issue –Linkage and International Regimes”, World Politics, vol.
XXX, num 3. 357.
González, Edmundo (2008) “La
política exterior de Venezuela y la Nueva geopolítica internacional” Indis.
Garcia-Pelayo,
Manuel (2014) La Idea de la Política. Fundación Manuel García-Pelayo.
Guevara, Pedro (1997)
Estado vs. Democracia. Intertextos Consultores: Universidad Central de
Venezuela.
Harto de Vera, Fernando (2005)
“Ciencia Política y Teoría Política Contemporáneas: Una relación problemática”. Editorial Trotta. España: Madrid.
Maquiavelo, Nicolás (1970) El príncipe. Fundación
Biblioteca virtual Miguel de Cervantes.
Malamud, Carlos y Núñez,
Rogelio (2019) La crisis de Venezuela y el tablero
geopolítico internacional. Real Instituto Elcano. Royal Institute. [en línea]
Disponible en:
Morguenthau,
Hans (1990) Otro gran debate: El interés nacional de los Estados Unidos”
Escritos sobre política internacional. Madrid: Tecnos.
Oye, Kenneth (1985)
“Explaining Cooperation under Anarchy: Hypothesis and Strategies”. World
Politics, vol. XXXVIII, núm 1. Pg. 7
Rousseau,
Jean-Jacques (1755) Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres.
Serbin, Andrés (s/f) Cuando
la limosna es grande. Revista Nueva Sociedad. 205.
Uc, Pablo (2008) “El discurso geopolítico del petróleo como representación espacial dominante de la economía política internacional”. Nueva Época. Año 21, Num.58 UAM-X. México.
[1] Garcia-Pelayo, Manuel (2014) La Idea de la Política. Fundación Manuel
García-Pelayo.
[2] Guevara, Pedro (1997) Estado vs. Democracia. Intertextos Consultores:
Universidad Central de Venezuela.
[3] Hobbes, Thomas. (1651) El leviatán.
[4] Rousseau, Jean-Jacques (1755) Discurso
sobre el origen de la desigualdad entre los hombres.
[5] Sobre la relevancia de
este autor para la Ciencia Política, se deben traer algunas consideraciones
puntuales: “A pesar de que el pensamiento de Morgenthau carezca de
originalidad, dado su sustrato filosófico (razón de estado de Maquiavelo,
estado de naturaleza de Hobbes) e histórico (diplomacia de equilibrio del poder
a la Metternich), él fue el primero en aplicarlo de manera sistemática al mundo
de la Guerra fría. De ahí que todos los autores, sin entrar en detalles, le
reconozcan (como mérito y como crítica) el papel del citado fundador”(Barbé,
2003: 56).
[6] Esther Barbé (2003)
refiere que esta metáfora que hace alusión a un juego procede de la literatura
clásica de algunas reflexiones en torno a las Relaciones Internacionales, que
se le suelen adjudicar al autor A. Wolfers (1962), en su reflexión titulada
“Discord and Collaboration. Essays on International Relations”. The Jhons
Hopkins, UP Baltimore.
[7] Al respecto, se puede
consultar la referencia en Barragán, Julia (1989) “Las reglas de la cooperación. Modelos de
decisión en el ámbito público”. En Griffin, Barragán, Harsanyi y Barcon (1989)
Ética y polítca en la decisión pública. Separatas.
Comentarios
Publicar un comentario