Chantal Mouffe y el modelo de Democracia Agonal, ¿una alternativa a la visión liberal de la política? Por Guillermo Martínez Vílchez
INTRODUCCIÓN:
El modelo de democracia agonal nace como una
crítica a la democracia liberal, y su autora más representativa es Chantal
Mouffe, que desarrolla el modelo de democracia agonística en su texto “La paradoja democrática”.[1]
A partir de un minucioso análisis a los modelos
de democracia más representativos, que hacen énfasis en la posibilidad de
establecer el consenso racional en las interacciones humanas cotidianas, la
autora belga se muestra muy escéptica a estos planteamientos, y esboza un nuevo
modelo de una democracia agonal, o de un modelo agonístico de democracia, según
se prefiera llamar.
Chantal
Mouffe en el texto “La paradoja democrática”, específicamente en su capítulo
IV, titulado “para un modelo agonístico de democracia”, advierte acerca de la
deficiencia más grande del modelo de democracia deliberativa. En un apartado
que Mouffe denomina como “la huida del pluralismo” nuestra autora considera
que, si bien, los demócratas deliberativos se han propuesto delimitar un
espacio donde las deliberaciones no se encuentren sujetas a los efectos del pluralismo
de los valores, y donde se pueda diseñar un consenso sin exclusiones, desde su
perspectiva, en realidad lo que se pretende es establecer una forma de
democracia que elimine el conflicto. El
propósito es trasladar el problema del pluralismo político a la esfera privada,
con la intención de evitar a todo lugar que las consecuencias del pluralismo
puedan permear a la dimensión política (Mouffe, 2003).
En este sentido, el objetivo de Jürgen Habermas,
de intentar conciliar la idea de autonomía privada con la autonomía pública,
desde el punto de vista de Mouffe, es una empresa que resultará infructuosa.
Ello es así, fundamentalmente, porque este autor está negando la naturaleza
paradójica de la democracia moderna, en la cual se desarrolla una profunda
tensión entre los fundamentos del liberalismo y los de la democracia.
Según
Mouffe (2003), el hecho de que los derechos individuales y el autogobierno
democrático se conviertan en elementos constitutivos de la democracia liberal,
ello no puede negar que existen profundas relaciones de tensión entre ambas
tradiciones. Sin embargo, a diferencia de Carl Schmitt,[2] que justamente partiendo
de esta contradicción considera como inviable este modelo, Mouffe indica lo
contrario: en su perspectiva, si bien esta tensión no podrá ser erradicada,
puede ser manejada en formas diversas.
En
términos generales, lo que está tratando de decir Mouffe es que el modelo de
democracia deliberativa pretende plantear una solución final al problema del
conflicto en las sociedades, pero suprimiendo el pluralismo; como tratando de
aislar a la política de sus consecuencias. En razón de lo cual, la autora se ve
comprometida a hacer una invitación a los teóricos políticos, para impulsar una
teoría de la democracia que no se muestre esquiva a estos desafíos, sino por el
contrario: donde el pluralismo de valores pueda ser considerado un criterio
fundamental para poder pensar la democracia contemporánea.
Mouffe
hace una crítica a los enfoques racionalistas de la democracia deliberativa,
principalmente porque hacen a un lado el rol esencial que cumplen las pasiones
en el desarrollo del modelo democrático. En palabras de la autora,
pensar el pluralismo implica renunciar a los modelos que pregonan la idea de un
consenso racional. De modo que se hace necesario poder establecer las bases
teóricas para desarrollar un nuevo enfoque de democracia en su sentido
agonístico; lo cual implica poder aceptar la división y el conflicto como
elementos inherentes a la política. No obstante, a continuación, se presentarán
con mayor detalle los principales conceptos que dan forma al modelo.
1. Un modelo «agonístico» de democracia.
El
poder y el
antagonismo como elementos centrales para el diseño de un modelo de
democracia alternativo al modelo deliberativo.
En primer lugar, Chantal Mouffe (2003) establece
el terreno teórico sobre el cual funda las bases de su reflexión.
Especialmente, hace una consideración: el
poder tiene que ser interpretado como el principal elemento constitutivo de
las relaciones sociales. En este
sentido, (he aquí una precisión fundamental) el modelo agonístico de la
democracia, a diferencia del modelo deliberativo, reconoce la dimensión de
antagonismo asociado a la pluralidad de los valores en la sociedad, y sostiene
que este antagonismo no puede ser anulado.
No obstante, la autora advierte también que “un
proyecto democrático radical informado por el pluralismo sólo puede formularse
adecuadamente en el contexto de una perspectiva según la cual la «diferencia»
se interpreta como condición de la posibilidad del ser” (Mouffe, 2003:37). En
la perspectiva de este modelo político las
diferencias tienen un lugar importante, mientras que las nociones de
homogeneidad y unanimidad son sometidas a cuestionamiento, al ser conceptos
cargados de ficción y al mismo tiempo por fomentar la exclusión.
En la perspectiva de Mouffe, se hace necesario
plantear un modelo de democracia que pueda ser compatible con la naturaleza de
lo político. En su visión, la idea del antagonismo y el poder tienen que ser
considerados como elementos centrales en cualquier intento de definición de un
modelo democrático.
Fundamentalmente,
Mouffe declara que su pretensión de idear un modelo democrático compatible con
la naturaleza de lo político, había sido planteada inicialmente en uno de sus
textos pioneros, que redacto en compañía de su cónyuge Ernesto Laclau,
titulado: Hegemonía y estrategia
socialista. Entonces, el problema que se nos presenta supone pensar una
política democrática donde no se erradica el poder, sino más bien donde estas
formas de poder puedan ser concurrentes con los ideales de la democracia. En este marco, Mouffe sostiene que el modelo
que propone se ha de denominar como “pluralismo
agonístico”.
2. La distinción entre la política y lo
político:
En
primer lugar, Chantal Mouffe para definir su modelo agonístico de democracia,
parte por establecer una distinción esencial: crea una separación entre el
concepto de “lo político” y “la política”.
En
palabras de la autora belga, lo
político puede ser definido en los siguientes términos: “Con «lo
político» me refiero a la dimensión de antagonismo que es inherente a las
relaciones humanas, antagonismo que puede adoptar muchas formas y surgir en
distintos tipos de relaciones sociales.” (Mouffe, 2003: 114). Esto significa
que, entonces, lo político en la perspectiva de la escritora se refiere a una
dinámica en continuo conflicto, que invade cada una de las situaciones en las
cuales ocurre la interacción social entre el colectivo.
Por otro lado, Mouffe define la política del siguiente modo:
“designa el conjunto de prácticas, discursos e instituciones que tratan de
establecer un cierto orden y organizar la coexistencia humana en condiciones
que son siempre potencialmente conflictivas porque se ven afectadas por la
dimensión de «lo político»” (Mouffe, 2003: 115).
3. La definición de un «nosotros» y de un
«ellos»
Luego de presentar cada uno de los conceptos de
lo político y la política, la autora pasa a definir aquello que considera, debe
ser tratado como el aspecto central de la política democrática. En palabras
concisas, ello tiene que ver con una fundamental tarea que deberá consumar la
política, la cual consistirá en tratar de crear una unidad en un entorno
político de conflicto y de diversidad (Mouffe, 2003).
En este sentido, de acuerdo con Chantal Mouffe,
la inclusión y la exclusión deben ser
considerados como dos elementos claves de la lógica democrática que no pueden
ser ocultados, ni erradicados. En su perspectiva, siguiendo los aportes
teóricos suministrados por Carl Schmitt, la autora advierte que la democracia
consiste principalmente en la definición de una identidad entre gobernantes y
los gobernados.
En la comunidad política, entonces, el cauce
natural de las cosas orienta a poder trazar una línea separadora entre un
“nosotros”, que incluye a los ciudadanos pertenecientes al mismo orden
político, con una idiosincrasia, y unos valores compartidos; pero también
implica excluir a un “ellos”, no perteneciente a esa comunidad.
Justamente, para Mouffe uno de los graves
errores que comete el liberalismo es no reconocer que existe esta línea
separadora entre un nosotros/ ellos; si bien, la razón que pudiera
ocultarse detrás de esta incapacidad sería la retórica universalista que maneja
el modelo liberal; en parte ello obedece a la naturaleza paradójica del
sistema.
En este marco, Mouffe, siguiendo la reflexión
de Carl Schmitt, presenta las diferencias entre el liberalismo y la democracia.
A partir de una distinción entre la idea
de igualdad para el liberalismo y la
democracia, la autora revela cómo mientras para esta última se plantea
una igualdad democrática, la cual
traza una línea separadora entre quienes forman parte del pueblo, y por tanto
gozan de los mismos derechos políticos, y delimita la frontera de los “otros”
que no forman parte de la comunidad; la igualdad para el liberalismo se
desarrolla sobre la base de principios universalistas. De modo que existe una contradicción entre la igualdad
en su sentido liberal y en su forma democrática.
Fundamentalmente, el sentido democrático de la igualdad permite constituir la noción de
pueblo y establecer los derechos políticos; pero la noción liberal permite
enfrentar las formas de exclusión inherentes a la idea de homogeneidad, de
la cual se pueden derivar nociones herméticas provenientes de la concepción democrática.
Justamente, esta es la contradicción que se halla presente en la democracia
liberal. Ahora bien, en la visión de Mouffe existe un desequilibrio entre dos
lógicas, que no puede ser eliminado. Pero que, sin embargo, puede ser
negociado.
De ahí que, finalmente, confluya nuestra autora
a concebir que la función de la política en su propuesta de un modelo
agonístico pretenda coexistir con esta paradoja, esto es, se encuentre vinculada
con “la creación de un «nosotros» mediante la
determinación de un «ellos». La novedad de la política democrática no es la
superación de esta oposición nosotros/ellos -que es una imposibilidad- sino la
diferente forma en que ésta se plantea” (Mouffe, 2003: 114).
Esto
es, más allá de plantear la imposibilidad de generar un entorno de
interacciones sociales sin la definición de un “nosotros” y un “ellos”, en el
sentido de que todo ello es constitutivo de lo político; lo que se busca es
poder mantener esta misma línea separadora, al tiempo intentado hacerla
compatible con el modelo de democracia pluralista (Mouffe,
2003).
4. El paso de una concepción de amigo/
enemigo a la idea de adversario, en la política
Principalmente,
de acuerdo con Chantal Mouffe, a la luz del modelo de democracia del
“pluralismo agonístico”, el objetivo que pretende la política democrática es
poder diferenciar al “ellos”, pero dejando de concebirlo en términos de ser
“enemigos”, y más bien concibiéndolo como si fuera un adversario. (Mouffe, 2003).
Esta
diferenciación se convierte en trascendental, fundamentalmente porque hablar de
“adversarios” implica entonces
referirnos a sujetos cuyos ideales enfrentamos, pero cuyos derechos políticos a
defender tales ideales no estamos dispuestos a lesionar, sino que son objeto de
respeto y de reconocimiento. (Mouffe, 2003).
De
acuerdo al análisis que plantea Mouffe, esta noción de “adversario”, entonces,
implica reconocer a quienes sostienen ideales diferentes a los nuestros como
oponentes legítimos. Pero, vale precisar, discutir en términos de adversarios,
tampoco supondría eliminar el antagonismo en las interacciones de forma
definitiva. (Mouffe, 2003).
En este marco, también el adversario podrá ser
considerado un enemigo; pero como “un enemigo legítimo”, con el cual
compartimos una base de principios políticos semejantes, propios del modelo de
democracia liberal, tales como la libertad y la igualdad.
No obstante, las diferencias entre el
“nosotros” y el “ellos” vendrá determinada justamente por el desacuerdo en lo
referido a las diferencias provenientes de los diversos significados, y la
aplicabilidad de esos mismos principios. Controversias que no podrán ser
resueltas del todo a través de las deliberaciones o consensos racionales, en el
sentido como lo plantea la democracia deliberativa (Mouffe, 2003).
5. El antagonismo, el agonismo y el propósito
de la política democrática
Mouffe introduce en el análisis una precisión
conceptual fundamental. La autora belga dice que hablar sobre la noción de
“adversario” implica hacer más complejo el concepto de “antagonismo”. A partir
de lo cual parte por establecer una distinción entre dos tipos de antagonismo: el antagonismo en su sentido pleno, y
el agonismo político.
En términos generales, la diferencia fundamental entre el concepto de antagonismo y el de
agonismo consiste en que, mientras el antagonismo plantea un enfrentamiento
entre distintos enemigos, la noción de antagonismo implica un conflicto
también, pero en los términos de adversarios políticos.
A partir
de lo cual se puede afirmar, entonces, que el propósito central de la política
democrática desde el pluralismo agonístico consiste, precisamente, en
transformar el antagonismo, presente en las interacciones sociales cotidianas,
en una forma de agonismo político, en el sentido como lo plantea el modelo.
Como
textualmente lo expresa Mouffe, cuando advierte que se ha “propuesto considerar
la política democrática como una forma de pluralismo agonístico, con el fin de
subrayar que en la política democrática moderna el problema crucial estriba en
cómo transformar el antagonismo en agonismo. Desde mi punto de vista, el
objetivo de la política democrática debiera ser el de suministrar el marco en
el cual los conflictos puedan adoptar una forma de confrontación agonística
entre adversarios en lugar de manifestarse como una lucha agonística entre
enemigos”(Mouffe, 2003: 129).
6. El papel de las pasiones en el modelo de
pluralismo agonístico
De acuerdo con el pluralismo agonístico, lo
fundamental reside en poder encauzar las pasiones de la sociedad, a fin
de lograr identificar a los contendientes como adversarios, y no como enemigos.
Así, a diferencia del modelo de democracia deliberativa, para la democracia
agonal la política no se debe considerar pertinente suprimir las pasiones en el
espacio público para establecer las condiciones de un consenso político
racional, sino todo lo contrario: se tiene que procurar utilizar esas pasiones,
a fin de encauzar esas fuerzas para el logro de los objetivos del modelo
democrático. (Mouffe, 2003).
A partir de lo cual Mouffe advierte, entonces,
que “una de las tesis del pluralismo agonístico es que, lejos de poner en
peligro la democracia, la confrontación agonística es de hecho su propia
condición de existencia” (Mouffe, 2003: 116). Esto es, el conflicto para esta
forma de democracia no constituye un elemento que vulnere su estructura, sino
todo lo contrario: se convierte en la condición ordenadora, desde donde asegura
su dinámica y su desarrollo en la dimensión política. De este modo, Mouffe
aboga por la necesidad que existe de que el modelo de democracia en la época
contemporánea abogue por reconocer el conflicto como elemento esencial de la
dinámica social, al tiempo en que se pueda reconocer la imposibilidad para
eliminarlo de la esfera pública, en tanto se convierte en elemento constitutivo
de la naturaleza política (Mouffe, 2003).
7.
La
idea de democracia en el pluralismo agonístico
Para
Chantal Mouffe (2003) la idea de democracia, en su sentido auténtico, debe
suponer el enfrentamiento de posiciones políticas democráticas encontradas. Justamente,
el riesgo aparece cuando se desea descartar esa confrontación, o peor aún,
cuando esa confrontación entre ideales democráticos pasa a ser sustituida por
una confrontación de identidades.
No obstante, el énfasis de nuestra autora
estará dirigido en destacar que precisamente la sobrevaloración del consenso,
junto con el rechazo hacia situaciones de conflicto, sería finalmente aquello
que generaría apatía y distanciamiento en la ciudadanía en su interés por
querer participar (Mouffe, 2003). Aunque, también planteó como un escenario
todavía más pesimista, el hecho de que pudiese generarse como resultado una
situación de recrudecimiento de las pasiones políticas, en relación con asuntos
que no pueden ser solucionados a través de mecanismos democráticos; en este
marco, el estallido de antagonismos podría resultar en un riesgo para todo el
orden y la estabilidad social en general.
(Mouffe, 2003).
De
acuerdo con este planteamiento, Mouffe parte por advertir, entonces, que el
fundamento de un modelo de democracia agonal no puede pretender establecer un
consenso de tipo racional en la dimensión de la política, principalmente,
porque se trata de un consenso que no puede ser realizado en su sentido pleno.
En
este sentido, la autora lo que pretende señalar es que la idea de consenso
representa el resultado de aquello emprendido por una fuerza hegemónica por un
tiempo provisional. En este orden, significa un momento de estabilidad para el
poder, y donde se emprenden determinadas formas de exclusión. (Mouffe, 2003).
Mouffe se muestra escéptica a la idea conforme
a la cual se pueda resolver la confrontación del poder a través de una
discusión racional, o de hallar el fundamento de la legitimidad en la idea de una
racionalidad comunicativa; en su perspectiva, estos elementos son utopías que
colocan al mismo tiempo en riesgo la fortaleza de las instituciones del modelo
democrático. (Mouffe, 2003).
8. Consideraciones finales sobre el modelo de
democracia agonal, desde la crítica a la democracia deliberativa:
En la perspectiva de Chantal Mouffe la
democracia deliberativa elimina el antagonismo, negando la propia esencialidad
de la política, en tanto esto forma parte de un atributo que no puede ser
erradicado de su dinámica.
Al plantear la existencia de un espacio público
libre de las relaciones de exclusión, donde se puede llevar a cabo la
deliberación y mediante la cual se puede establecer un consenso de tipo
racional, hablamos que la democracia deliberativa suprime la naturaleza
conflictiva y el carácter pluralista de la propia política, concebida así en su
sentido moderno (Mouffe, 2003).
Esa naturaleza conflictiva deriva de unos
rasgos propios del modelo de democracia liberal, que el pensamiento político
contemporáneo ha pretendido ignorar. No obstante, según Mouffe “resulta vital
para la política democrática comprender que la democracia liberal es el
resultado de la articulación de dos lógicas que en última instancia son
incompatibles, y que no hay forma de reconciliarlas sin imperfección” (p.22).
La tensión entre la igualdad y la libertad en la perspectiva de nuestra autora
no podrá superarse; sólo podrán alcanzarse momentos de estabilidad a partir de la
acción de fuerzas hegemónicas. Pero los teóricos políticos deben reconocer esta
naturaleza paradójica.
De esta manera, el valor que manifiesta el
modelo de democracia agonístico es que permite superar las dificultades que
tiene la idea de democracia deliberativa de plantear un consenso, por el
enfrentamiento entre lo universal y lo local, sin que ello no implique avalar
directamente un tipo de exclusión. No obstante, establece un marco conceptual
más acorde, sobre el cual poder manejar la naturaleza paradójica de la
democracia liberal.
Esto es, el pluralismo agonístico identifica
las fronteras y la exclusión que ocurre en medio de cualquier interacción
política. De tal modo que, al ser consciente de la forma hegemónica cómo se
establecen los vínculos en las relaciones sociales, y a través de las cuales se
forman las identidades, se plantea que la democracia agonal pueda cooperar en
superar las dificultades conforme a las cuales en las sociedades contemporáneas
se manifiestan los problemas de las diferencias, y la prevalencia de algunas identidades
sobre otras, en su forma esencialista. En razón de lo anterior, según la autora
la democracia agonal permite otorgarle una salida política al antagonismo en
las sociedades.
En efecto, una democracia consolidada deberá
fomentar la confrontación, pero en un sentido democrático: esto es, donde puedan
tener lugar las diferencias entre posiciones políticas encontradas, a través del
debate y la deliberación. Por tanto, si bien la idea de consenso es un elemento
constitutivo de las instituciones democráticas, el desacuerdo también deberá
ser asumido como elemento indispensable de la dinámica social y política.
[1] Mouffe,
Chantal (2003). La Paradoja democrática.
Barcelona-España: Gedisa
Editorial.
[2] Schmitt, Carl (1985) The Crisis of Parlamentary Democracy. Cambridge,
Massachusetts.
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