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De Moctezuma a Holanda… Estudio sobre la teoría de la maldición de los recursos. Modelos de éxito y de fracaso en perspectiva comparada; Por Guillermo Martínez Vílchez.

  

INTRODUCCIÓN

         En el campo de la economía política, y en particular, de la economía petrolera se ha convertido en un tema controversial el llamado fenómeno de “la maldición de los recursos”. Un aspecto que refiere una situación en particular que atraviesan algunos países en los que la abundancia de recursos naturales, lejos de asegurar un potencial de desarrollo sustentable y generar estabilidad económica, política y social, provoca severas distorsiones en los ámbitos referidos. [1]

 




         Algunas investigaciones han señalado que, más que un problema de abundancia de recursos, se trata más bien de una ejecución inapropiada de la administración de las rentas y del nivel de desarrollo del cual dispongan las sociedades en las que tienen lugar dichos fenómenos. Es por ello que el presente análisis tratará de concertar las principales hipótesis que analizan la relación entre la explotación de recursos naturales y el desarrollo de anomalías económicas, políticas y sociales en los Estados en los que ocurre. Se revisarán algunos casos exitosos, como los de Noruega, Botswana, Chile y Ecuador, así como también los modelos que fracasaron, entre los que figuran España, Holanda, México y Colombia. La intención será identificar las principales lecciones que sirvan para tenerlas de referencia para pensar la Venezuela hodierna y la complejidad que supone la posesión de petróleo, un instrumento que lejos de potenciar males, pudiera suponer una oportunidad para garantizar el desarrollo en todos los ámbitos.  En este orden de ideas, el común denominador que se hace presente en una vasta bibliografía polemiza acerca del significado real de lo que implica la posesión abundante de recursos para el desarrollo de los Estados. Al respecto,


Los países dotados de recursos naturales valiosos, como los hidrocarburos, cuentan con posibilidades extraordinarias para aprovechar la riqueza que su geología les ha otorgado. Sin embargo, la confianza ciega en la capacidad que tienen dichos recursos para arreglar por sí solos los problemas económicos suele revertir la bendición, tomándola en desventaja, como han confirmado las experiencias de un amplio número de países subdesarrollados ricos en dichos recursos (Wirth,2018: 19-20).

        Entre las conclusiones a las cuales la mayoría de las investigaciones arribaran se hará referencia a que la calidad de las políticas públicas y de las instituciones de los Gobiernos se convierte en una variable fundamental para revertir los embates de la extracción de recursos en abundancia, y lograr aprovechar las oportunidades que también supone la posesión de los mismos.  En esta línea, el enfoque de numerosos investigadores parece volcarse a poder identificar las condiciones políticas, económicas, sociales y culturales para que la abundancia de recursos tenga un impacto positivo en los Estados en los que no hay oportunidades suficientes para conquistar un verdadero desarrollo socio-político y económico. Por esta razón, el reto de los Gobiernos cuyo objetivo se centra en el progreso nacional es poder disponer de las políticas públicas que puedan hacer que el la posesión de recursos “se más bien una bendición para países que no tienen muchas opciones de financiar su desarrollo”(Aguirre, 2017: 7).

 

El lugar de la teoría de la maldición de los recursos en la Economía Política

    

En el siglo XX en el campo de la reflexión económica algunas teorías que explicaban la modernización y el desarrollo, partían del supuesto en que cualquier economía podía alcanzar un grado de estabilidad (Rostow, 1960 citado por Aguirre, 2017). Pero se trató de supuestos que inmediatamente tuvieron que enfrentar como contraparte un conjunto de nuevas reflexiones teóricas que, para la época, se enfocaron en temas como la “dependencia” y el “intercambio desigual” en ciertas sociedades, particularmente en razón del interés que generaba analizar los principales problemas que impedían el desarrollo en los países pobres que se hallaban situados en la denominada “periferia” que fungían como exportadores de productos primarios relevantes, pero que contrastaban radicalmente con las realidades de los países ricos industrializados que se ubicaban en el centro.

 

      En este sentido comenzó a resonar la denominada tesis de Prebisch-Singer, la cual refería que había una “baja tendencial de la relación de intercambio entre las materias primas y bienes manufacturados, como desventaja estructural y freno al progreso de las economías periféricas” (Aguirre, 2017: 8). Además que el énfasis muchas veces se encontraba en hacer mención a las situaciones de inestabilidad de los precios y los mercados de las materias primas, a los cuales se tenían que enfrentar los sistemas económicos que dependían de la exportación exclusiva de esos recursos comercializados.

 

      En este contexto de reflexión, comienza a tomar fuerza en la literatura especializada el concepto de “la enfermedad holandesa”[2] que fue utilizado en el campo económico y de la teoría política para referir los efectos perjudiciales que se podían ocasionar en la economía de los países, en el momento en que se comenzaba a experimentar un incremento acelerado de ingresos en forma de divisas en razón de la actividad de exportación de los recursos que sobreabundan. Básicamente se trata de un fenómeno que tuvo lugar en los Países Bajos, luego que fuesen descubiertos grandes yacimientos de gas a  partir de 1983, lo que ocasionó el incremento acelerado del flujo de divisas, que al final afectó la apreciación del tipo de cambio real del “florín” el cual fungía como moneda oficial en ese período y que provocaba una reducción en el dinamismo y en las condiciones de competitividad de los distintos sectores que se dedicaban a la exportación (Aguirre, 2017).

 

      Justamente el término de “la maldición de los recursos” en la teoría de la economía política ha sido considerado como una adaptación del fenómeno de la enfermedad holandesa, particularmente cuando el análisis se concentra en comprender entornos donde los sistemas económicos no son fuertes y carecen de diversificación de sus aparatos productivos, y en los que el sector encargado de llevar a cabo las actividades extractivas se encuentra en una posición exclusiva y desplazando a los sectores fundamentales y que se encuentran en expansión (Aguirre, 2017).

 

        Pero para ser más exactos en términos conceptuales se pudiera decir que la noción de la maldición de los recursos pudiese ser explicada en los siguientes términos:

 

La riqueza natural en forma de materias primas de alto valor como petróleo, gas, diamantes, oro, cobre o coltán, que debería fomentar el desarrollo económico y reducir la pobreza, en muchos países se ha traducido en pobreza, desigualdad, servicios públicos débiles y un retraso en el crecimiento económico.  Este fenómeno se conoce como la “maldición de los recursos” o la “paradoja de la riqueza”. Es un fenómeno que no se explica simplemente por la abundancia de recursos naturales, sino que se debe fundamentalmente a los vínculos entre una excesiva dependencia económica y las políticas relativas al reparto de los beneficios y los costos sociales y medioambientales de la explotación de dichos recursos. (Itriago y Machin, 2009: 10).

 

 

        En esta línea, algunas investigaciones en las últimas décadas se enfocaron en establecer relaciones causales que pudieran dar cuenta de los aspectos claves asociados a la posesión de recursos y el desarrollo o atraso de los Estados. Por mencionar uno de los estudios más populares se incluye las reflexiones que fueron promovidas por Sachs y Warner (1995) quienes estimaron con base en regresiones econométricas en que los Estados con una dependencia más alta de exportación de recursos extractivos (que superaran el 40% de su Producto Interno Bruto) crecieron un promedio de 1% menos frente a otros Estados en condiciones institucionales y económicas semejantes, pero que no se encontraban en una situación de dependencia, entre los años 1970 y 1989. Mientras que autores como Gylfason y Zoega (2006) establecieron un vínculo negativo entre la abundancia de recursos, inversión y ahorro, que se expresaba tanto en capital humano como físico; o como llegó a referir el propio Ross (2003) quien estableció una asociación entre pobreza, bajos niveles en los indicadores sociales y abundancia de recursos (Aguirre, 2017).

 

     En términos generales, en consonancia a las consideraciones que ofrece Aguirre (2017) los problemas más comunes asociados a la idea de la maldición de los recursos se pueden condensar en dos factores: uno primero, referido a la volatilidad comercial-económica y otro aspecto, que tiene que ver con la dimensión institucional, que se expresa en la gestión pública, el problema de la corrupción y el conflicto.

 

     Con relación al primer factor, se tiene que decir que uno de los efectos fundamentales de los modelos económicos centrados en la dependencia exclusiva de la exportación de recursos extractivos, tiene que ver con la proclividad a procesos de instabilidad macroeconómica y de presupuesto, como resultado de la condición volátil de los precios de los recursos comercializados en el mercado internacional, lo que al final se traduce en fluctuaciones muy pronunciadas en el tipo de cambio, con un impacto relevante en la estructura de los presupuestos nacionales, y que también se expresa en la particular tendencia al endeudamiento excesivo de los Estados que se encuentran expuestos a estas dinámicas.

 

       Mientras que, con relación al segundo factor, al institucional, se pudiera decir que la idea de “la maldición de los recursos” también hace referencia a problemas de malversación de recursos generados por la actividad extractiva, en los que se hace muy proclive el desarrollo de la corrupción y se generan conductas predatorias en grupos de poder por el control de la renta, que al final se expresa en la consolidación del clientelismo y relaciones de interés, con una influencia importante en la configuración de modelos de gobiernos autoritarios.

 

       En esta línea, una anomalía destacada en la configuración de un modelo político de economía  rentista[3] tiene que ver con el tipo de relación que se establece entre el Estado y los ciudadanos, cuando se trata de un Estado que controla el manejo del ingreso por concepto de la renta y que condensa la mayor parte de sus ingresos, porque al haber una estructura de gobierno menos dependiente del cobro de impuestos, se promueve indirectamente la autonomía de estas estructuras institucionales del control ciudadano (contribuyentes), con lo cual se incide directamente en la noción de responsabilidad política y en la gestión de los recursos.

 

      De esta manera, se pudiese decir que el fenómeno de la maldición de los recursos tiene una expresión en las dificultades que tienen las sociedades, y particularmente, las dimensiones institucionales de los Estados para asegurar modelos de gestión pública de calidad en el manejo de la renta y su redireccionamiento para la generación de bienestar y desarrollo, como una consecuencia de los conflictos de intereses generados a lo interno de las élites que se enfrentan por la posesión de la administración de los recursos, así como también a la ausencia de auténticos mecanismos que aseguren la transparencia de los procesos medulares que la actividad comporta.

 

        En la perspectiva de Itriago y Machin (2009) un aspecto asociado a los modelos económicos en los cuales las industrias mineras y de hidrocarburos juegan un rol central, es que estas terminan por convertirse en especies de “enclaves” a lo interno de los subsistemas económicos de los Estados; un hecho que genera dos consecuencias directas: En principio, la producción al concentrarse en exclusiva en la configuración de un modelo monoproductor no se relaciona adecuadamente con los demás motores económicos. Esta dinámica se expresa en la tendencia común a que en los procesos medulares de la economía se obtenga la tecnología y la materia prima  en el mercado internacional, así como que los productos generados terminan por comercializarse en el exterior, sin intervención de los procesos que tomen en cuenta las actividades del mercado nacional. Del mismo modo en que se produce lo que en economía se denomina “efecto de movimiento de recursos” adsorbiendo los recursos disponibles, sin generar empleos en proporciones semejantes.

 

         El modelo extractivo contribuye con la generación de configuraciones de grupos de interés que se constituyen en élites, así como también el nivel de dependencia desde el punto de vista económico potencia formas de actuaciones “predatorias” y “no productivos”, con consecuencias para el desarrollo de los Estados realmente importantes.

 

       En este marco, la literatura especializada en el tema refiere también una relación entre los entornos de grandes abundancias en materia de recursos y el desarrollo de instituciones débiles, cuando se encuentran expuestas a situaciones en las que resulta más probable el auge del clientelismo político, el populismo, la corrupción y la “pereza” desde una perspectiva fiscal. Así como también puede darse el caso de entornos socio-políticos en los que el sector privado tiene autonomía en la búsqueda de sus intereses propios, resultante de la poca rigurosidad de los contratos que norman la actividad.

 

         Ello sin contar con los efectos sociológicos propios, cuyos estudios que los fundamentan sostiene que las sociedades de estos Estados acostumbrados a excesivos ingresos resultantes de la abundancia de recursos, comienzan a concebir la noción de la riqueza como un producto que no se genera a través del trabajo o mediante la realización de actividades productivas, sino en la medida en que se establecen vínculos con los sectores del gobierno que asumen las funciones de reparto de las rentas, influyendo de esta forma en la pérdida del incentivo por el interés en garantizar una adecuada formación académica de parte de los ciudadanos que se hayan expuestos a esta realidad.

       En este orden de ideas, una anomalía común asociada a estas realidades que sufren de la paradoja de los recursos es la relación controvertida entre el Estado y los ciudadanos, bastante perjudicial para la democracia. Fundamentalmente, porque en esta realidad económica los Estados actúan con un margen de cierta autonomía al controlar los procesos económicos esenciales, que hace a los gobiernos más autónomos, cuando la mayoría de los recursos de naturaleza pública no provienen de los impuestos ciudadanos sino de la actividad extractiva, lo que al final termina por reducir cualquier posibilidad de ejercicio de control ciudadano sobre el ejercicio del poder. 

           Para ejemplificar un poco más los postulados teóricos esbozados, se pasará a desarrollar una sección dedicada a indagar sobre cuatro primeros casos que confirman la tesis de la maldición de los recursos. No obstante, como contraparte también se hará referencia a cuatro casos más que permiten verificar la superación de estas anomalías. Casos que se pasarán a desarrollar de seguida.

 

Casos que fracasaron:

a)      España:

       En el campo de investigación académica referencial en torno a la comprensión de la asociación entre la maldición de los recursos y algunos problemas asociados a las sociedades que mostraron lo que no debía hacerse, la historiografía remite la experiencia del caso español. Particularmente cuando, para algunos pensadores, la gran circulación de metales preciosos de América hacia España durante el siglo XVI fue considerada una de las principales razones por las cuales la industria española experimentó una contracción significativa.

 

       Según Nicholas y Forsyth (1983) citados por Ramírez (2014) advierte en que una dinámica económica como la que planteaba la realidad española, en la cual los metales preciosos fueron empleados como moneda, era fácil que los efectos de la enfermedad holandesa tuviesen lugar en el cual desplegarse. Sin embargo, es con la investigación propuesta por Drelichman (2005)[4] cuando se intenta recrear el modelo de intercambio económico español, en los que logra identificar un continuo incremento de los precios correspondientes a los bienes que no eran comerciables luego que fuesen efectuados los yacimientos de plata en el territorio americano.

 

       El fenómeno previamente descrito al final ocasionó un desvió de recursos del sector transable al no comerciable, que a través del tiempo resultó afectando las condiciones competitivas del entorno de las cuales disponía España sobre otras realidades, al tiempo en que muchos de los alimentos que eran cultivados y producidos internamente comenzaron a ser importados. Si bien es cierto que para Drelichman hubo más variables que podrían haber forzado la caída del imperio español, también considera muy probable que un fenómeno muy parecido a los efectos generados por el síndrome holandés tuvo que haber estado involucrado en la dinámica prescrita.

 

b)     Holanda:

         Holanda es uno de los casos más emblemáticos a los cuales se ha dedicado gran parte de la investigación que se enfoca en comprender las implicaciones que tiene para los Estados la abundancia de recursos y el desarrollo de patologías económicas relevantes.[5] De hecho, el concepto de “la enfermedad holandesa” debe su nombre a esta experiencia, que data a finales de los años cincuenta, cuando en el país se descubrió en el Mar del Norte los yacimientos de gas natural que para la época eran considerados los más grandes de todo el continente europeo (Ramírez, 2014).

 

        Con la explotación y la puesta en mercado del recurso durante los años setenta provocó como efecto inmediato un amplio caudal de divisas como ingreso por concepto de la exportación. Como efecto directo, este ingresó generó un destacado aumento en los precios de los bienes internos y que resultó en una contundente apreciación de la moneda principal del país, lo que resultó ser perjudicial en términos de competencia para los motores industriales del país (Ramírez, 2014).

 

         Al respecto, las consecuencias negativas de este fenómeno se hicieron sentir en el sector manufacturero del país, lo cual se hizo evidente a finales de los setenta; un momento en el que los recursos obtenidos por la venta del gas en el mercado se redujeron y aquellos ingresos originarios de las industrias tradicionales no pudieron saldar y compensar la disminución del sector energético, ocasionando un incremento destacado en los niveles de desempleo. De esta forma, para este momento el sistema económico de Holanda presentó un crecimiento acelerado pero a un costo elevado, donde la producción de la industria se convirtió en insignificante, en tanto los esfuerzos y los recursos se conglomeraron en la extracción y exportación del gas natural.

 

c)      Colombia:

          Entre la lista de países que se incluyen como objeto de investigación entre los casos que explican la hipótesis en torno a la maldición de los recursos, en las últimas décadas se ha contado a Colombia, que a raíz del descubrimiento de nuevos campos petroleros en su territorio y la consolidación del modelo minero exportador se le ha  asociado a fenómenos adversos, como la enfermedad holandesa, que ha supuesto la apreciación de la tasa de cambio en el país, incremento del gasto fiscal, así como también ha ocasionado el estancamiento de los sectores agroindustriales.

 

         Las distorsiones de los precios del petróleo en Colombia han generado en las últimas décadas fenómenos adversos en la dinámica económica del país, que se han expresado en el incremento de la inflación y afectando otras ramas del aparato productivo del país. Al respecto, los vestigios iniciales de la enfermedad holandesa en Colombia, refiere Serrano (2016), datan desde 1997, pues mientras que para 1970 el sector exportador agropecuario ocupaba un 71% de la economía, en el año 97 se redujo a 29.07% y el sector petrolero en ese mismo período paso de representar el 9.22% a 23.52%, lo que planteó un distanciamiento cada vez más pronunciado entre ambas dimensiones.

 

             Según Puyana (2002)[6] la disminución de la producción agrícola en Colombia ante la poca rentabilidad y el descubrimiento de campos petroleros de envergadura, como el llamado Caño Limón (1983), Cusiana y Cupiagua en 1989, ocasionaron que en los años siguientes se desarrollara exponencialmente la explotación petrolera y con ello el síndrome holandés, considerando el incremento del precio del crudo, que a inicios del año 2000 oscilaban entre US$ 25/Bbl y US$30/Bbl. Que posteriormente  se posicionó en los US$100/Bbl en 2007, y que sufriría descensos y fluctuaciones en los años siguientes. Pero en 2014 sus oscilaciones continuarían rondando los US$ 100/ Bbl.

 

         Sin embargo, a partir de esa fecha, la eminente caída de los precios intensificaría los efectos del síndrome holandés en el sistema económico colombiano. La desaceleración de las actividades de perforación desde 2014 representó un 71%. Al respecto, se tiene que considerar que en el país no hubo un desarrollo sostenible de la industria, debido a que el enfoque estuvo enmarcado más en la extracción que en la concentración en el desarrollo de la exploración.

 

        En la medida en que el sector de hidrocarburos concentró el conglomerado de actividades esenciales del aparato productor, se incrementó en el sistema económico colombiano la dependencia, particularmente al liderar las principales contribuciones al sector fiscal por concepto de impuestos por la renta en razón de los dividendos generados por Ecopetrol, que llegan a representar el 20% del PIB; elementos que se fueron en caída a partir de 2015, que trajo consigo una realidad de déficit fiscal y que mostró el riesgo que supone creer que los momentos de bonanza son permanentes y que a su vez pueden facilitar la ampliación continua del gasto.

 

       No obstante, el caso de Colombia y el desarrollo de la enfermedad holandesa con el boom del sector minero-energético también demostró la relevancia que se debía tener en cuenta con respecto al diseño de políticas para la explotación de recursos naturales, en lo particular cuando no sólo contaba la intensidad con que se realizara, sino que desempeñaba un papel clave la participación del capital extranjero, que comprometía en cierta forma el desarrollo industrial de los demás sectores económicos del país (Goda y García, 2015).

 

d)     México:

       Un estudio efectuado por Claudia Ramírez (2014)[7] analizó el desarrollo de la enfermedad holandesa en México, país que a partir del año 1999 comenzó a experimentar un aumento de sus exportaciones petroleras y recepción de sus remesas.

 

       Según el autor inicialmente citado ya desde 1986 el sector agrícola en el país había experimentado una reducción abrupta en cuanto a su contribución para el PIB, muy tendiente a la baja. De modo que se trataba de un fenómeno que reflejaba un desequilibrio sectorial y un retroceso prematuro de los sectores transables, correspondiente a las ramas enfocadas en las exportaciones no petroleras, como el sector manufacturero principalmente.

 

       Al respecto, en una investigación que fue realizada por Romero y Puyana (2008) se calculó un “Índice de Enfermedad Holandesa” (IEH) para analizar la presencia de esta anomalía en México. Las conclusiones señalaron que entre el año 1980 y 2001 el IEH se incrementó abruptamente variando de una cifra de 4.3 a 10.9 particularmente, lo que se tradujo en que los sectores transables como manufacturas y agricultura para el país sufrieran un retroceso significativo. Sin embargo, en el caso del sector de servicios ocurría todo lo contrario, en principio al mostrar un importante crecimiento.

 

         No obstante, fue Horbath (2004) citado por Ramírez (2014)  que partiendo de la aplicación de un cálculo del IEH para cada uno de los estados de México  entre los años 1993 y 2000, descubrió que en la mayor cantidad de estados del país los motores comerciales (sector manufacturero y agropecuario) habían encontrado perjudicada su competitividad como resultado del incremento en la receptividad de divisas. Como consecuencia, la cantidad de recursos que era destinado a los motores transables se trasladaron al sector servicios provocando retrasos en la industria manufacturera, en la agricultura y una tercerización en la dimensión económica.

 

Casos exitosos:

e)      Noruega

         Noruega se inscribe en la lista de Estados modelos que se han destacado en el campo de la industria petrolera por demostrar el uso adecuado de la abundancia de los recursos, en explotación y producción de hidrocarburos, y en la distribución adecuada de las riquezas entre su población actual (como futura), y que le ha servido como una palanca estratégica para garantizar el desarrollo económico, social, político y cultural de su sociedad. En palabras de Acosta (2016) se puede afirmar que este país esquivó los embates de la ‘maldición de la abundancia’ “porque la extracción y exportación de petróleo empezaron y se expandieron cuando ya existían sólidas instituciones económicas y políticas democráticas e institucionalizadas, con una sociedad sin inequidades comparables a las de los países petroleros” (pp.38-39). 

 

         Según Romo, Pérez y otros (s/f) el desarrollo energético del Estado de Noruega se pudiese decir que mantiene una relación con la percepción de estabilidad económica que ha venido consolidando en años. Al respecto, entre 1980 y 2010, su crecimiento económico anual estuvo en 6.2 % en promedio; un elemento que en conjunto con su bajo crecimiento poblacional, y una adecuada aplicación de políticas públicas permitieron que su Producto Interno Bruto se incrementara 5 veces; al punto que para el año 2012 llegó a ser considerado el país con el más alto índice de desarrollo humano (0.938).

 

        Si bien es cierto que su comercio ha dependido en cierto sentido del entorno exterior, se ha señalado que la base de su crecimiento se ha encontrado dispuesto en su mercado interno. Además no ha enfrentado problemas de naturaleza inflacionaria desde los años ochenta, con un nivel de desempleo de los más bajos en la Eurozona.

      En palabras de los autores previamente citados, se puede decir en términos sintéticos que el modelo noruego se enfocó en la promoción de un conjunto de principios; empezando por

 

La promoción de incentivos de operación de mercado para los participantes; el evitar las prácticas burocráticas que afecten el desempeño en la industria; el uso de licencias que promueven la participación privada y estatal a través de sus empresas, así como el fenómeno de la transparencia y rendición de cuentas (Romo y otros, s/f: 57).

 

            En términos generales se puede destacar que la administración de la renta petrolera en Noruega se reparte entre el Gobierno y el sector privado, siendo el primero el poseedor de la mayor porción sobre la base de un modelo fiscal que se enfoca en la aplicación de mecanismos de regalías e impuestos. No obstante, quizás el elemento en el que una cantidad relevante de investigaciones se enfocan en destacar como punto nodal de la estrategia en Noruega tiene que ver con una política económica que se fundamenta en el modelo de ahorro de los recursos generados por las actividades petroleras, que reduce la volatilidad fiscal y evita la necesidad de contener las presiones de naturaleza inflacionaria. De esta forma, si bien en 1990 se había creado el “Petroleum Fund”, sería en 2006 cuando se inaugura el  “Government Pension Fund-Global”, como un instrumento clave que fue ideado para garantizar que los ingresos generados por la extracción de los recursos sean utilizados para generar bienestar tanto para las generaciones actuales, como para las futuras. Del mismo modo en que pueden ser utilizados cuando sea identificado un déficit fiscal por temas no petroleros.

 

        Un elemento sobresaliente en el caso de estudio noruego tiene que ver con la forma cómo el Gobierno de ese país aprovechó a la industria petrolera para que sirviera de soporte a las demás ramas de la economía, con el fin de estimular el desarrollo industrial, así como también de los distintos servicios. Al respecto, el programa INTSOK se convirtió en principal referencia, al impulsar la asociación entre diversas empresas para ampliar las actividades  industriales en el ámbito internacional. Asimismo, el gobierno apoyó a la Investigación y el Desarrollo Tecnológico de la industria petrolera, con la amplia destinación de fondos públicos para su impulso para el desarrollo de políticas competentes sustentadas en el impulso de programas para la mejora continua en la aplicación de técnicas de extracción, transporte, y cuidado del medio ambiente. Finalmente, otro de los pilares también lo constituyó el nivel de inversión que fue destinado por el Estado noruego a la formación del talento humano; lo que al final resultó clave para asegurar la calidad de gestión.

 

          La industria petrolera noruega  Statoil es la principal referencia institucional del modelo que se estudia. Se trata de un modelo que ampliamente se plegó a impulsar el sistema económico nacional, tomando en cuenta las potencialidades propias, e impulsando políticas de ahorro y que muy pronto serviría para inspirar a otras sociedades.

 

f)       Botswana:

       En la misma línea de modelos referenciales que permiten demostrar, lejos de cualquier pronóstico, que es posible la superación de la maldición de los recursos una cantidad de análisis en la literatura especializada en el tema mencionan el caso de Botswana  Se trata de uno de los Estados con mayor cantidad de recursos naturales, que ha alcanzado un progreso económico considerable.

 

       En esta línea, se tiene que decir que Botswana, de acuerdo con un Boletín que fue publicado por el Fondo Monetario Internacional,[8] se incluye entre los Estados que han desafiado la maldición de los recursos, en parte como resultado de un adecuado ejercicio de gobernabilidad, que ha fungido como catalizador entre los recursos y el crecimiento económico que experimentó desde mediados de los setenta. Al respecto, en este país para el año 2006  la minería generaba cerca del 40% del crecimiento total y ello le permitió disfrutar de un superávit del 5% del PIB en las últimas tres décadas, lo que le facilitó acumular una cifra mayor a los US$ 6.000 millones de dólares.

 

        La riqueza mineral no es solamente la razón del crecimiento financiero de Botswana, ya que su fortaleza institucional y gobernabilidad que data del momento de su independencia en 1966, también se han convertido en factores esenciales. Al respecto, se debe señalar que la gestión fiscal de este país se ha caracterizado por ser sumamente disciplinada así como también por asegurar la transparencia de sus procesos. De esta forma, establece que los ingresos de la minería se destinen a financiar “el gasto de inversión”, un elemento que le ha facilitado asegurar un superávit en los últimos veinte años. Se trata de un gasto que condensa el gasto para el desarrollo y los gastos generales en temas de salud y educación

 

g)      Chile:

       En el marco del conjunto de modelos que son utilizados como referencia de superación de la mal llamada “maldición de los recursos” algunas investigaciones han referido el caso de Chile. Se trata de uno de los países de Latinoamérica muy rico en la posesión de recursos naturales y que ha logrado garantizar un adecuado desarrollo económico a partir de la explotación de sus recursos. En esta línea, el sector minero de cobre ha desempeñado un rol trascendental en el mantenimiento del PIB chileno, así como también al empleo y al fisco.

 

     Al respecto, en una reciente publicación efectuada por Paulo de Sa (2018) para el Banco Interamericano de Desarrollo sobre “Buenas prácticas en la gestión de recursos minerales”, ha incluido a Chile entre los modelos de análisis para poder comprender un sistema de gobierno en el que sea posible establecer las condiciones económicas adecuadas para gestionar la explotación de recursos minerales y aprovechar la contribución del sector en la realización de objetivos que garanticen el desarrollo, y una fuente de ingresos estable para el crecimiento económico. En este orden de ideas, la necesidad de una estabilidad macroeconómica y la garantía de un adecuado marco institucional se transforman en variables claves para poder optimizar los beneficios proporcionados por el sector extractivo.

 

         En este sentido, se tiene que decir que la extracción de cobre ha tenido un efecto económico relevante para Chile. Sin embargo, las relaciones de dependencia de los ingresos por esta actividad forzó a esta sociedad a idear mecanismos que permitieran frenar la volatilidad de los precios, que desde tiempos remotos ya había impactado a la economía chilena en forma negativa, con la afectación de otros sectores claves para el desarrollo del país. De esta forma, la política presupuestaria chilena se fundamentado en una regla fiscal sólida, en donde se ha buscado establecer una relación entre el gasto público a los ingresos del gobierno, sobre la base de la imposición de un objetivo en la que se pretende lograr un equilibrio que evite sufrir los embates de las fluctuaciones del mercado (Paulo de Sa, 2018).

 

     Se debe tener presente que en el año 2006 en Chile se estableció una política de presupuesto estructural, con la aprobación de la Ley de Responsabilidad Fiscal, a través de la cual se crearon dos fondos (Fondo de Reserva de Pensiones y el Fondo de Estabilidad Económica y Social) en los que los excedentes generados por los ingresos en el país podían ser ahorrados para las generaciones futuras, o para ser utilizados como elemento estabilizador cuando los precios de las exportaciones del cobre se encontraran expuestos a una reducción abrupta. De esta forma se podría financiar el déficit presupuestario, y proteger el gasto público frente a los cambios inesperados del mercado (Paulo de Sa, 2018).

 

     Ahora bien, la crisis de 2008 y 2009, así como el terremoto de 2010 forzaron al Gobierno chileno a repensar los objetivos de la regla fiscal. En efecto, la percepción de inestabilidad en los ingresos y en el gasto del gobierno está directamente asociado a la generación de distorsiones en el incremento de los déficit  presupuestarios, conducir al endeudamiento abrupto y modificaciones inesperadas en la tasa de cambio. Pero lo cierto es que en el contexto chileno la fortaleza del proceso presupuestario hizo que fuese algo poco necesario la asignación o la destinación especial de las rentas para el gasto por razón social. Lo que representaba un gesto de sostenibilidad y estabilidad que ha confirmado la efectividad de los programas sociales a largo plazo en el país. A partir de lo cual se puede destacar que la fortaleza del modelo chileno se ha fundamentado en la calidad de sus políticas fiscales que han sido diseñadas estructuralmente, sobre la base de medidas monetarias y cambiarias, pensando en asegurar el equilibrio macroeconómico y reducir los efectos del síndrome holandés (Paulo de Sa, 2018).

 

h)     Ecuador:

         Un caso de análisis un tanto controversial en la línea de investigación sobre el efecto de la abundancia de los recursos en la dinámica de las sociedades modernas que pudiese ser incluido en el bloque de modelos exitosos, es Ecuador. Pues, a pesar de que hubo una época en la que este Estado ecuatoriano se encontró en medio de una bonanza petrolera y estuvo bajo los efectos del síndrome holandés, un plan de inversión lograría mitigar en los años subsiguientes las consecuencias del modelo rentista y superar los efectos de un sistema económico dependiente. Sin embargo, las consecuencias de las anomalías servirían para pensar modelos alternativos de desarrollo.

 

          La época de bonanza petrolera para Ecuador, en sus comienzos, hizo que el efecto gasto generara distorsiones, considerando que la propiedad del recurso estaba en manos del Estado, que a su vez incrementó el gasto público, generando como efecto inmediato un déficit presupuestario y elevando los niveles de inflación en el país. Asimismo, otra de las consecuencias del efecto gasto sería el endeudamiento externo cuya consecuencia más notoria se expresaría en el déficit de la balanza de pagos.

 

     En este contexto, como resultado del modelo de interacciones económicas configurado se incrementaron las importaciones, del mismo modo en que se elevaron los precios de los bienes no comerciables, con efectos en el tipo de cambio bastante perjudiciales. Además, se vieron afectados productos que para la época eran considerados fundamentales en el mercado internacional para las actividades que lideraba Ecuador, entre los que se contaba el café, cacao, arroz y el banano. De esta forma, el impacto más notorio de estas anomalías consolidadas sería un efecto que se podría denomina como la “desagriculturización”.

 

     No obstante, la literatura refiere en que el sistema económico ecuatoriano pudo revertir las consecuencias negativas del  síndrome holandés, particularmente cuando se planteó un modelo de inversión de los ingresos resultantes por concepto de venta de los recursos naturales que promovió el desarrollo industrial en el país, al tiempo en que se efectuaron obras de infraestructura relevantes y se contribuyó en la mejora y calidad de los servicios públicos ciudadanos (Ramírez, 2014).

 

CONSIDERACIONES GENERALES:

        Tomando en cuenta los elementos desarrollados en los acápites previos, se puede considerar como elemento determinante para el éxito, o para promover el fracaso, la disciplina y los métodos que se apliquen en la gestión presupuestaria de los ingresos generados por la actividad extractiva por los Estados, porque de su manejo depende, en cierto sentido, la capacidad para mitigar la volatilidad de precios o su agravamiento en el porvenir de las realidades.

     En esta línea, es necesario invertir tiempo de planificación de políticas públicas que permitan conducir los recursos extractivos hacia el desarrollo. Se hace fundamental promover las condiciones que permitan una consolidación de un modelo de Gobernanza de los recursos, donde se pueda garantizar fortaleza y capacidad institucional y uso eficiente de los recursos, para alcanzar el desarrollo, sobre la base del diseño de medidas adecuadas que garantice una gestión pública de calidad y un marco legal y fiscal para la asignación efectiva y justa de la renta, que tome en cuenta el principio de previsión, donde las políticas que se dispongan en materia energética y uso de recursos puedan “aprovechar los períodos de auge comercial para acumular recursos y poder asegurar, en la mayor medida posible, la continuidad de esas políticas en los período de declive.”(Serrano, 2016:23).

       De esta forma, al contrastar los casos analizados con la realidad venezolana, se plantea como una necesidad impulsar un proceso sistémico que asegure la gobernanza de los recursos, como variable trascendental, que asegure la estabilidad y equilibrio socio-político en el país. Al respecto, se tiene que decir que,

 

La gobernanza de los recursos naturales es el gobierno del sistema de relaciones y conductas que articulan el funcionamiento de la industria en su entorno social, político, económico y natural. Se trata del conjunto de mecanismos, procesos y reglas a través del cual se ejerce la autoridad sobre dicha actividad, de las conductas entre las partes y la protección de la naturaleza y de los derechos básicos, y se refiere al funcionamiento de las instituciones en la amplia diversidad de agentes y reglas que influyen sobre ella, con miras al presente y al futuro (Altomonte y Sánchez, 2016:16).

 

 

    La clave parece encontrarse en la forma cómo es configurada la política petrolera y el reconocimiento de la política energética como base del desarrollo económico, político, social y cultural de los Estados.  A partir de lo cual, entonces, se puede decir que la maldición de los recursos no hace referencia a la posesión propia del recurso en sí, sino, en todo caso, a los problemas o efectos indirectos derivados de su explotación, al reparto desigual de las riquezas.

 

       La abundancia de recursos debería ser una plataforma y un impulso central para contribuir con el desarrollo económico, político, social y cultural de los Estados, en lo particular para el Estado venezolano. Pero la realidad circundante muestra que, “en contra de toda lógica, la explotación de estos recursos está vinculada en muchos casos a la pobreza, la desigualdad, los servicios públicos de baja calidad, y el retraso en el crecimiento económico” (Itriago y Machin, 2009).

 

        Sobre la base de los casos analizados, si bien es cierto que existen algunos elementos asociados al modelo de explotación extractiva que explican estas anomalías asociadas a la abundancia de recursos. Como elemento clave, una cosa es que haya abundancia de recursos siendo Estados en condiciones de desarrollo, y otra muy diferente cuando se trata de países en vía al desarrollo. Además, la importancia del uso de los ingresos generados por la venta de los recursos en la dinámica económica internacional se convierte en una pieza esencial para estos países, lo que al final termina por traducirse en dependencia o en progreso.

 

         Asimismo, los estudios se han concentrado en verificar como variable trascendental la falta de capacidades o la voluntad política para hacer un uso eficiente de los ingresos generados en razón de la explotación de las riquezas, que puedan convertirse en una herramienta estratégica para asegurar el desarrollo y la sostenibilidad.

 

        Los modelos exitosos analizados se destacaron por contar con amplios niveles de renta, pero en los que el gasto público ha sido diseñado acorde a poder garantizar los objetivos de desarrollo en un lapso prolongado. En esta línea, figuran algunos factores clave para mejorar las oportunidades brindadas por la renta de las industrias extractivas: una mejora de los marcos legales y fiscales en países pobres con recursos naturales; la renegociación de contratos con las grandes empresas extractivas; la creación o fortalecimiento de sistemas públicos de gestión financiera. Tales sistemas deben priorizar la orientación de la renta extractiva hacia el gasto social, además de sentar las bases para la diversificación productiva, la creación del empleo y la reducción del impacto social y medioambiental de las actividades extractivas.

 

       Entre las conclusiones a las cuales la mayoría de las investigaciones arriban se refiere que la calidad de las políticas públicas y de las instituciones de estos Gobiernos se convierte en una variable fundamental para revertir los embates de la extracción de recursos en abundancia, y lograr aprovechar las oportunidades que también supone la posesión de los mismos.  Son estos elementos los que, al final de cuentas, se deberán considerar para poder garantizar el crecimiento económico y la estabilidad en el porvenir.

 

Referencias bibliográficas 

 

Acosta, Alberto (2015) “Maldiciones, Herejías y otros milagros de la Economía Extractivista”. Tabula Rasa. Bogotá-Colombia. No. 24-55. [en línea] Disponible en:  https://bit.ly/3oLYIJJ

 

Aguirre, Rafael (2017) Recursos Naturales y Desarrollo: Los dilemas de una relación crítica. IUDC-Universidad Complutense de Madrid. [en línea] Disponible en: https://bit.ly/34K25c7

 

Altomonte, Hugo y Sánchez, Ricardo (2016) Hacia una nueva gobernanza de los recursos naturales en América Latina y el Caribe. Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Santiago de Chile. [en línea] Disponible en: https://bit.ly/2HV3DXx

 

Campos, A. y López, M. (2017) “¿Sufre Chile el síndrome holandés?” Revista de Administración y Direccion de Empresas. [en línea] Disponible en: https://bit.ly/3eeyDOo

 

Drelichman, Mauricio (2005) “The curse of Moctezuma: American silver and the Dutch disease”, Explorations in Economic History, 42, [en línea] Disponible en: http://papers.economics.ubc.ca/legacypapers/dp0311.pdf

 

Itriago, D.y Machin,A. (2009) “Contra la maldición de los recursos naturales” Informe de Oxfam. [en línea] Disponible en:   https://bit.ly/3kG0aL4

 

 

Morales, José (2012) “¿Qué hay detrás de la Maldición de los Recursos Naturales? Estudio de Caso: Los Países Bajos”. Instituto Universitario de Desarrollo y Cooperación. Universidad Complutense de Madrid. [en línea] Disponible en:   https://bit.ly/37WICqD

 

Paulo de Sa, Ramón (2018) “Buenas prácticas en la gestión de los recursos minerales”. Banco Interamericano de Desarrollo. [en línea] Disponible en:  https://bit.ly/35URNoZ

 

Ramírez, Claudia (2014) “La enfermedad holandesa en México 1995-2014”. Maestría en Economía Aplicada. Tesis. Colegio de la Frontera Norte. Tijuana, B.C., México. [en línea] Disponible en: https://bit.ly/2TIxV2B

 

Schuldt, Jurgen y Acosta, Alberto (2005) “Petróleo, rentismo y subdesarrollo ¿Una maldición sin solución?” Nueva Sociedad, 204. [en línea] Disponible en: https://bit.ly/3206vtq

 

Serrano, Sonia (2016) “La enfermedad holandesa: Su inicio y desarrollo en Colombia. Fundación Universidad de América. Bogotá D.C. [en línea] Disponible en:  https://bit.ly/2TCDUGd

 

Wirth, Eszter (2018) “La maldición de los recursos naturales y los hidrocarburos: una revisión de literatura.” Papeles de Europa. Ediciones Complutense. [en línea] Disponible en:  https://bit.ly/2Jovctf

 



[1] Para ser un tanto más inquisitivos en las perspectivas o enfoques más comunes en el campo de la investigación de las ciencias económicas y sociales que se han dedicado a analizar el fenómeno de la maldición de los recursos, Rodríguez (2016) menciona tres modelos explicativos que permiten dar cuenta del problema: “1. Macroeconómicos. Intentan explicar el mal desempeño a largo plazo de las economías dependientes de la minería mediante el análisis del impacto que el alza sostenida de precios tiene en variables como el nivel de precios, el tipo de interés o el tipo de cambio. 2. Institucionalistas. Procuran hallar la causa de la maldición de los recursos naturales en las “reglas de juego” de las sociedades, esto es, en variables como la estructura de gobierno, la calidad de las instituciones o la búsqueda de posiciones rentistas. 3. Estructuralistas. Buscan dar cuenta del mal desempeño a largo plazo de las economías dependientes de la minería mediante el análisis del efecto de la inserción exterior en el poder relativo de los diferentes grupos sociales o clases (p.295).

[2] Si bien es cierto que el fenómeno de la “enfermedad holandesa” ha adquirido cierto estatus en el campo de la reflexión de la economía política como situación histórica referencial del siglo XX, algunos autores llegan a situar el origen de este fenómeno en épocas remotas que data, inclusive, de la colonia. Al respecto, algunas investigaciones se enfocan en analizar las consecuencias perjudiciales que tuvo para la economía española durante la segunda mitad del siglo XVI y la primera del XVII, el aumento y recepción masiva de una cantidad de recursos, entre los que figuraban metales preciosos, originarios de América. En esta línea, los análisis historiográficos han considerado en que, en conjunto con otros aspectos como gastos militares, el endeudamiento de la corona y el desarrollo de tendencias de “rent-seeking ” por parte de la iglesia, la mesta, entre otras, el ingreso de una abundante cantidad de metales preciosos y recursos generó inflación y redujo las condiciones para la competitividad de otros sectores relevantes para la economía, en particular a los concernientes al comercio y a la exportación de la “lana”; un proceso que al final terminó por llevar al declive al sistema económico español durante la época, y que incluso llegó a ser denominado por algunos autores como “la maldición de Moctezuma” (Drelichman, 2005 citado por Aguirre, 2017).

[3] Sobre la importancia que tiene la comprensión de la relación entre la abundancia de recursos y la configuración de formas de organización política, resulta pertinente señalar que en el campo de la Teoría Política han sido innumerables los esfuerzos por plantear modelos sistemáticos que permitan dar cuenta de estos fenómenos. Al respecto, incluso, se llega a hablar del modelo de Estado rentista, como una forma de organización que condiciona el poder sobre la base del uso de los recursos naturales, asociado a diversas anomalías de carácter económico, político y social. Por razones de espacio, no se podrán ofrecer más detalles, pero se sugerirá consultar el trabajo de González Oquendo, Luis J. (2007). "Rentismo y construcción de problemas de en Ciencia Política" (Tesis de Maestría). Universidad Internacional de Andalucía, Huelva, España.

[4] Para una revisión más a fondo del tema se recomienda consultar la obra de Drelichman, Mauricio (2005) “The curse of Moctezuma: American silver and the Dutch disease”, Explorations in Economic History, [en línea] Disponible en: http://papers.economics.ubc.ca/legacypapers/dp0311.pdf

[5] La gama de investigaciones que se han enfocado en analizar el caso de Holanda es muy amplio. Una de las más interesantes es la que realizó Morales, José (2012) “¿Qué hay detrás de la Maldición de los Recursos Naturales? Estudio de Caso: Los Países Bajos”. Instituto Universitario de Desarrollo y Cooperación. Universidad Complutense de Madrid. [en línea] Disponible en:  https://bit.ly/35OMJCh

[6] Para una mayor profundización de las implicaciones económicas y políticas del fenómeno se recomienda consultar Puyana, Alicia (2002) Riqueza petrolera, políticas macroeconómicas y pobreza rural en Colombia. Argentina: CLACSO; Puyana, Alicia y Oxon, Phil (1994) La enfermedad holandesa y las bonanzas petroleras y cafeteras en Colombia. Federación de Cafeteros, 10.

[7] El estudio se titula “La enfermedad holandesa en México 1995-2014”. Maestría en Economía Aplicada. Tesis. Colegio de la Frontera Norte. Tijuana, B.C., México.

[8] International Monetary Fund (2006) Análisis Botswana: Cómo evitar la “maldición de los recursos”.  [en línea] Disponible en: https://bit.ly/2Jh8Cm8

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