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Democracia y el Feminismo, desde la visión de Anne Phillips ; Por Guillermo Martínez Vílchez

 

INTRODUCCIÓN:

 

Deliberar sobre el feminismo en la teoría política contemporánea supone hacer referencia a algunos escritos que, en el campo de la literatura especializada, se convierten en innovadores esquemas de comprensión, para pensar la teoría de la democracia y sus desafíos.

En este sentido, resulta importante señalar que hay un libro de especial referencia en el campo de estudio, que recoge los principales aportes del feminismo: esto es una compilación elaborada por Carme Castells (1996), titulada “Perspectivas feministas en la teoría política”, donde la autora reúne los más destacados artículos sobre teoría política feminista, redactados por algunas de las principales pensadoras del feminismo en el mundo anglosajón contemporáneo.

 


El libro incluye los aportes realizados por autoras como Christine Di Stefano , Marilyn Friedman, Alison Jaggar, Susan Moller Okin, Carole Pateman, Anne Phillips, y Iris Marion Young. En términos generales, se puede sostener que la teoría política feminista tiene como principal interés ubicar los argumentos a través de los cuales en el pensamiento político clásico, junto con algunas tendencias en la época contemporánea, se promueve la marginalización del género femenino. De esta manera, la teoría política feminista procura diseñar un discurso político en el cual se busque establecer condiciones de una auténtica igualdad y de inclusión.

 

En este sentido, podemos presentar los principales argumentos que distinguen a cada una de las autoras. Mientras Carol Pateman, en su artículo “Críticas feministas a la dicotomía público/privado” plantea la necesidad de superar esta distinción propia del pensamiento liberal, fundamentalmente porque resulta incongruente con la idea de integración del género femenino en la esfera política y social.  Christine Di Stefano, en su artículo “Problemas e incomodidades a propósito de la autonomía: algunas consideraciones desde el feminismo” cuestiona el concepto de autonomía como proceso de autosuficiencia. En su perspectiva, la intención es poder diseñar un concepto de autonomía que sea compatible con el género femenino y no que promueva la diferencia en las relaciones sociales cotidianas. Del mismo modo, en un artículo titulado “¿Deben las feministas abandonar la democracia liberal?,” Anne Phillips plantea severas críticas desde el modelo feminista al modelo de democracia liberal, ya que considera, el pensamiento político tradicional se debe enrumbar hacia un tipo de democracia más participativa e incluyente. De ahí que, en esta misma línea de argumentación se inscriba otra autora, de nombre Iris M. Young, quien redacta el artículo “Vida política y diferencia de grupo: una crítica del ideal de ciudadanía universal”. Fundamentalmente, en este escrito Young plantea la importancia de desarrollar instrumentos que garanticen la representación de aquellos grupos menos desfavorecidos en la dimensión política, en este sentido, de las mujeres excluidas de representación.

 

Por su parte, Susan Moller Okin en su artículo “Liberalismo político, justicia y género” también analiza desde el prisma del modelo feminista, las dificultades con las cuales se enfrenta el liberalismo político, principalmente representada en la estructura conceptual expuesta por John Rawls en Teoría de la justicia (1992), y en “El liberalismo político” (1993). Esta misma línea de análisis es compartida también por Marilyn Friedman, en “El feminismo y la concepción moderna de la amistad: dislocando la comunidad”, donde la autora crítica el comunitarismo, principalmente porque a pesar de coincidir con esta tradición y sus diferencias con el liberalismo, no delimita un marco de distinción entre comunidades "de adscripción" y comunidades "voluntarias" o de elección.

 

Sin embargo, por cuestiones de espacio, orientaremos el resto de nuestra intervención a desarrollar los principales planteamientos hechos por Anne Phillips, en un artículo denominado “la democracia y el feminismo: ¿qué tiene de malo la democracia liberal?”. Esta autora se ha convertido en referente en el campo de la teoría política feminista. Sobre todo, luego de la publicación de “Género y teoría democrática.[1]  

 

¿Qué tiene de malo la democracia liberal?

 

Quienes catalogan al liberalismo político como un modelo inapropiado y formulan a diario inflexibles críticas contra él, tienen un a su disposición un bagaje de argumentos que pueden enriquecer variadas discusiones. En la perspectiva de Anne Phillips, a pesar de que se pudiera decir sobre la democracia liberal, que ha triunfado en la dimensión de la práctica política; lo mismo no se podría sostener, cuando tuviésemos que hablar sobre el terreno de las ideas.

En este marco, el feminismo figura como modelo de teoría política, al incorporar un análisis contra los principales postulados de la tradición liberal, fundamentalmente por no ofrecer respuestas convincentes, ni dedicar la suficiente atención a los temas de género. No obstante, de lo que se trata (Según Carol Pateman, en Contrato sexual, citado por Phillips), más allá de recuperar la historia del contrato social para ofrecer un programa político de acción para las feministas, es poder desarrollar una nueva perspectiva desde donde poder abordar la realidad.

 

El modelo plantea a la noción de “género” como elemento central que debe regir el pensamiento político. En la perspectiva de este enfoque la idea de género transforma y debería seguir contribuyendo a modificar la forma tradicional de pensar la democracia.



1.- De los individuos a los grupos

 

Un postulado de la democracia liberal, profundamente cuestionado por la teoría política feminista, tiene que ver con la idea según la cual la democracia supone que todos los ciudadanos son tratados de igual forma. O con aquella noción conforme a la cual se establece que la noción de “ciudadanos” debe dejar atrás la representación de “los cuerpos”.

 

Anne Phillips cita como autores principales de este enfoque a Carol Pateman, Zillah Eisenstein, e Iris Marion Young. Fundamentalmente, en la perspectiva de cada uno de estos pensadores, los enfoques tradicionales de la teoría política en sus conceptos de ciudadanos abstractos no sólo están encubriendo diferencias de clase, sino también las de género, las cuales pueden llegar a ser incluso más severas todavía en el campo de la discriminación.

 

Phillips hace particular mención a las dificultades que enfrenta el liberalismo y el republicanismo con el tema de género. En palabras de nuestra autora “la democracia liberal quiere ignorar, y el republicanismo cívico trascender, todas las identidades y diferencias más locales; en realidad, ambas tradiciones han insinuado el cuerpo y la identidad masculinas en sus definiciones de la norma” (Phillips, s/f, 321).

 

De ahí que Phillips planteé como desafío la necesidad de poder pensar una teoría de la democracia que no se encuentre ignorando la diferencia sexual, sino por el contrario, pueda plantear un entramado conceptual que pueda tomar en cuenta la idea de “la diferencia”. Es en este sentido, la autora considera, se convierte en un requerimiento teórico indispensable para la teoría de la democracia “tratar con nosotros, no sólo como individuos, sino como grupos” (Phillips, s/f, 321).  

 

Según nuestra autora, en la transición de un pensamiento político democrático concentrado en los individuos hacia un modelo centrado en los grupos, se encuentra la solución para alcanzar el desarrollo de un modelo adecuado de representación política de las mujeres.

 

La idea de tratar al “nosotros”, no como individuos, sino como grupos es fundamental para una teoría de la democracia, que pretenda superar las diferencias. Al respecto, el tradicional conflicto entre la idea de igualdad de oportunidades frente la noción que plantea la necesidad de una discriminación positiva, refleja el común enfrentamiento entre la idea de antidiscriminación liberal y los instrumentos que abogan por una representación igualitaria de las mujeres.

 

En este orden, todo discurso político que abogue por la búsqueda de una mayor representación de las mujeres, fundamentalmente estará enfatizando que “la diferencia sexual es políticamente relevante y que la democracia debe reconocer a los grupos” (Phillips, s/f, 322). Esto es, las exigencias de implementación de mejores mecanismos de representación, para garantizar órganos públicos mucho más equilibrados está conduciendo el debate hacia el reconocimiento de la diferencia como un tema de relevancia política.

 

Ahora bien, Anne Phillips comenta que sólo hay dos enfoques sobre la falta de representación de las mujeres que pueden ser considerados fundamentales, a saber:

 

a)    El primer enfoque “amplía el pensamiento liberal democrático, pero puede hacerse compatible con él” (Phillips, s/f, 322). Esta perspectiva es vista por los teóricos del feminismo con cierto recelo. Según su apreciación de la realidad “que seamos hombre o mujer no debería importar”. Fundamentalmente, se trata de un enfoque que lleva a cabo ciertas concesiones para eliminar algunas barreras, pero sin promover cambios verdaderamente significativos, ya que se sigue observando a los individuos como meras entidades abstractas, al mismo tiempo intentando reducir cualquier atención a nuestras diferencias en sexo, por considerar este asunto sin importancia.

 

b)    Mientras tanto, el segundo enfoque “rechaza correr ese riesgo y… añade procedimientos que garantizan un resultado más equilibrado.” (Phillips, s/f, 323). Esta perspectiva, supone una búsqueda incesante por emprender un movimiento para asegurar la representación femenina. A partir de lo cual hace la siguiente consideración: “los sexos tienen diferentes grados de poder”, de modo que “la distribución debería igualarse”. Este enfoque es consciente de que la sociedad en la cual nos desarrollamos se encuentra integrada por infinidad de grupos. De modo que, cada uno de estos grupos pudiera desarrollar intereses verdaderamente divergentes.

 

Precisamente, Anne Phillips declara en su libro que pretende defender el segundo enfoque. A pesar de que la tradición liberal mantiene el discurso según el cual las diferencias no se convierten en un tema relevante, en el contexto hodierno de la sociedad los diversos grupos de interés parecen controlar todas las interacciones. De modo que, mantener el discurso conforme al cual los ciudadanos son libres e iguales representa una ilusión frente a la dinámica social cotidiana.

 

En este sentido, considerando que en las distintas sociedades cada vez son mayores las brechas que separan a los individuos por su raza y su sexo, Phillips considera pertinente introducir en la democracia un principio donde “los representantes tendrían que reflejar la composición sexual, racial y, cuando fuese relevante, nacional de la sociedad como totalidad y que debería haber mecanismos para conseguir ese efecto” (Phillips, s/f, 323).

 

En palabras de nuestra autora, si se lograra conquistar esta proporcionalidad se podría asegurar resultados más democráticos en las sociedades. Pero la realidad es que todavía estas prescripciones no han podido ser conquistadas del todo. Una situación que coloca al descubierto la necesidad de promover cambios, fundamentalmente porque se trata de superar anomalías de nuestros sistemas electorales, donde todavía persiste la infrarrepresentación de algunos grupos, y la supervaloración de unos pocos.

 

 Ahora bien, es importante señalar que Phillips presenta una salida a la noción del individuo y su carácter abstracto. Al respecto comenta que se trata de poder considerar a las personas exclusivamente en función de sus identidades particulares y que los excluyen a unos de otros grupos; categorías como: hombres/mujeres, negros/blancos, trabajadores/ empleados, son las identidades que son utilizadas para superar las deficiencias del carácter abstracto de algunos conceptos. En este sentido, si la cuestión quedara reducida a un tema de identidades, entonces, (declara Phillips) el asunto de la democracia se reduciría plenamente a ser un problema de representación de grupos; de modo que el tema realmente importante consistiría en poder identificar y representar a cada uno de ellos.

 

En efecto, comenta Anne Phillips, de lo que se trata es poder establecer un sistema democrático, donde sus representantes puedan proyectar equilibradamente la composición sexual y étnica de su población. Pero al mismo tiempo este rasgo democrático implica que no debería permitirse que se vieran estos grupos a sí mismos representando a su grupo sexual o étnico exclusivamente.

 

La autora es enfática en agregar que “las feministas, sin duda, tienen razón al defender que la gente no debería dejar atrás sus identidades sexuales cuando suben a la escena política. Pero tampoco tendrían que definirse a sí mismas únicamente por un solo criterio, en este caso el género” (Phillips, s/f, 327).

 

2.- El liberalismo como un mundo de barreras:

 

2.1.- Precisiones iniciales

 

De acuerdo con el análisis que nos presenta Anne Phillips, en este segundo apartado, se hace insistencia en la idea de la representación política; pero se muestra la diferencia que existe cuando se habla de grupos, frente a la idea de individuos “aparentemente iguales”.

 

 Así las cosas, según plantea nuestra autora, en la medida en que la sociedad se encuentre estructurada sobre la base de distingos sexuales, y se haga una distribución del trabajo y de las responsabilidades en función de esas identidades, entonces se requiere pensar en instrumentos que permitan asegurar el equilibro en la distribución del poder.

 

En este sentido, Phillips presenta algunas consideraciones que estima, son resultado de algunos elementos identificados y promovidos por el liberalismo que mantienen las estructuras discriminadoras en la sociedad.  De esta forma, en la medida en que el liberalismo establece una distinción entre lo público y privado, sostiene la situación de subordinación de la mujer.

 

En grueso del discurso liberal hace alusión a la necesidad de no considerar como temas relevantes los asuntos referidos a la esfera privada. La dinámica en la esfera doméstica parece ser un tópico dedicado exclusivamente a lo íntimo, con lo cual se ignoran las condiciones de un espacio en el cual no parecen prevalecer los principios de igualdad y libertad entre géneros.

 

La autora en este apartado introduce la discusión en torno a la necesidad de una política de género, que supere las tradicionales nociones de igualdad formal, a fin de poder propagar la idea de democracia en todas las dimensiones, incluyendo el núcleo de las relaciones domésticas. Esto es, en palabras de Phillips, cada vez más son necesarios cambios materiales profundos, para poder construir una noción de igualdad en su sentido pleno.

 

2.2.- Un objetivo fundamental:

 

Lo que Anne Phillips pretende es hacer una aproximación a un modelo de democracia, desde la idea de género, donde pueda introducirse la noción de igualdad, en sentido doméstico, como expresión del desarrollo político.

 

En este marco, el asunto de la división del trabajo entre sexos seguirá siendo un contenido de especial interés, siempre que genere consecuencias políticas esenciales. Y el debate en torno a la reflexión sobre la posibilidad de una igualdad formal siendo acompañada por una igualdad material; según la autora, todo ello formará parte de los principales aportes que hará el feminismo a la reflexión sobre la democracia, a fin de poder develar los principales problemas situados en la esfera privada.

 

3.- ¿Qué busca la política feminista contemporánea?

 

En términos concretos, Anne Phillips señala que en una política feminista contemporánea la noción de democracia tiene un contenido particular. Esto es, el concepto de democracia se plantea como algo que debería institucionalizarse en la estructura de todos los espacios donde se llevan a cabo procesos de interacción social, no restringiendo la actividad democrática a los meros procesos gubernamentales.

 

De esta manera, se plantea entonces un modelo democrático feminista que tiene la pretensión de expandir los espacios en los cuales la idea de democracia adquiere preeminencia. Fundamentalmente, porque se trata de enfrentar los tradicionales postulados que rigen la actividad política, donde abiertamente se habla de mujeres que se encuentran bajo una condición de igualdad pública, pero al mismo tiempo bajo una situación de subordinación privada. Una situación que hace colocar en duda, si en realidad estamos frente a una sociedad verdaderamente democrática.

 

En este sentido, utilizando una frase de Michel Walzer, Anne Phillips denomina al liberalismo como “un mundo de barreras”, que limita la libertad, a través de muros, y la justicia en igual modo. Fundamentalmente, Walzer planteaba que la opresión del sexo femenino se mantenía en los límites de las estructuras de parentesco, pero también se reproducían en otras dimensiones, tanto en el área laboral, educativa, y a nivel político.

 

En este orden, el feminismo debe forzar al derrumbamiento de las esferas. Justamente, Anne Phillips, es partidaria de impulsar un proceso de verdadera democratización de la vida cotidiana, lo cual supone poder establecer condiciones de igualdad democrática en cada una de las dimensiones que componen la habitual dinámica en la sociedad.

 

4.-El transcurso de la reunión:

 

La necesidad de una política de transformación y cambio que permita modificar la tradicional visión que las mujeres tienen de sí mismas, como actores políticos subordinados, parece convertirse en un elemento trascendental dentro de una política de género, que además considera al voto como un mecanismo con poca influencia, si se atiende a su capacidad para modificar la realidad, la cual tiende a ser muy reducida.

 

La búsqueda de una democracia más participativa que la liberal, parece transformarse en el principal requerimiento de los partidarios de la visión feminista. La intención es poder pensar nuevamente la democracia a la luz de la idea de género, mediante una perspectiva más activa. Aunque también la autora es partidaria de que la noción de democracia supone una práctica donde los ciudadanos toman decisiones, y se mantienen subordinados a los parámetros formales.

 

No obstante, Anne Phillips plantea que la única forma realmente importante conforme a la cual se puede declarar que los ciudadanos deciden, se refiere al momento cuando se participa en el proceso de decisión en los principales temas de interés político y al momento de ejercer influencia en las elecciones. Justamente, en la perspectiva de esta autora, las personas requieren poder acceder de forma directa a cada uno de estos ambientes, a lo interno de las diversas organizaciones con fines políticos, y en todos y cada uno de los niveles regionales, locales y nacionales; se requiere un nivel de participación donde se pueda ver involucrada cada persona, incluso “en el transcurso de las reuniones”, en las distintas esferas que conforman la cotidianidad de la política.

 

A esta altura de la exposición, Phillips plantea un concepto de igualdad democrática. En este sentido, señala “si la igualdad democrática tiene algún significado, es el de que una sociedad debe someter sus decisiones «últimas» a un foro del que todos pueden formar parte” (p.336). Si bien a nuestra autora le interesa advertir que pudiera desarrollarse un orden político futuro, en el cual las diferencias entre mujeres y hombres hayan podido ser reducidas, también señala que la cuestión de género no sería lo último que interesaría, porque también se verían involucrados otros factores a ser considerados relevantes para poder desarrollar un ideal de participación genuino.

 

 

5.- Voces de mujeres: temas de mujeres:

 

Ahora bien, como tema de cierre la autora considera pertinente introducir una discusión sobre algunas diferencias notables entre la tradición republicana y la teoría feminista. Puntalmente, el asunto que concentra la atención es el referido al aborto; un tema que ha despertado el interés en las mujeres defensoras del modelo feminista, fundamentalmente al ser un tópico en el cual la legislación queda a cargo del sexo masculino.

 

En este sentido, el énfasis de la discusión está dirigido a llamar a la reflexión en torno a la exclusión del sexo femenino del proceso de decisiones de un tema que guarda estrecha relación con su género; sin embargo, los pocos avances en esta materia confirman nuestros temores: el desarrollo de una situación que muestra la fragilidad democrática en la cual nos encontramos.

 

De la existencia de este primer problema resultaría incorrecto sostener que los hombres no deberían tener derecho a manifestar su opinión sobre el asunto que comentamos. De hecho, los escenarios de lucha feminista han contribuido con el desarrollo de un tipo de corriente masculina progresista, cuando algunos hombres se hacen conscientes de que ciertos temas les corresponde la titularidad de la discusión a mujeres.

 

Sin embargo, la tradición republicana consideraría esta argumentación inconsistente. Ello sería así fundamentalmente porque se plantea una discusión en torno a valores ciudadanos, en los cuales todos los miembros que forman parte de la comunidad tienen derecho a participar, de modo que cualquiera ciudadano podría emitir su opinión sin ser objeto de exclusión de ningún tipo.

 

No obstante, la política feminista sigue abogando por la necesidad de poder promover un proceso de cambio y transformación en la tradicional forma de concebir los problemas políticos cotidianos.

 

Es en este sentido que la autora presenta las distintas formas como los modelos resuelven estos problemas. Así, en primer lugar, comenta, la respuesta del liberalismo clásico:  de acuerdo con esta tradición los problemas referidos a los valores fundamentales son resueltos a través de la consagración de una esfera privada. Fundamentalmente, esto sirve para que cada individuo tenga la libertad de llevar a cabo sus propias elecciones, sin ningún tipo de interferencia. Por otra parte, los pluralistas resuelven el dilema a partir de la noción que establece: todos y cada uno de los grupos que conforman la sociedad tienen la libertad para competir entre sí, y decidir.

 

Finalmente, la autora pasa a formular unas consideraciones generales realmente importantes, las cuales son presentadas como siguen:

 

CONSIDERACIONES GENERALES:

 

·         El interés del feminismo en las ideas de heterogeneidad y la diferencia tendría que considerarse como una política que pudiera saldar las deficiencias de las demás teorías políticas, que no han considerado relevante el problema del sexo como elemento político fundamental, desde donde se podría reducir el nivel de desigualdad existente en la sociedad contemporánea.

·         También se puede sostener que las teorías políticas feministas han desarrollado profundas críticas hacia el individualismo de tipo abstracto, desmontando también las falsas universalidades promovidas por la tradición del pensamiento ilustrado. Estos aportes definitivamente están mostrando y construyendo el camino hacia una política fundamentada en la diferencia y en la diversidad.

·         En este orden, señala como comentario final Anne Phillips, resulta fundamental poder diseñar un lenguaje político que pueda identificar adecuadamente la diferencia y la heterogeneidad “pero que no por ello capitule ante un esencialismo que nos define a cada uno por un solo aspecto” (p. 338).



[1] Anne Phillips. (1996). Género y teoría democrática. México, D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México: Instituto de Investigaciones Sociales y Programa Universitario de Estudios de Género,


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